Si Israel tenía alguna esperanza de colarse, como invitado sorpresa, en la fiesta privada de España e Italia ayer se llevó un desengaño. La Roja marcó distancia con un rival estimable, al que le faltó el talento que atesoran los pupilos de Lopetegui, pero que mostró un buen gusto futbolístico. Israel, con las oportunas reservas, quiso ser España, pero le faltó un Busquets sublime todo el encuentro, añoró la genial improvisación de Thiago, Silva e Iniesta y careció de un estilete como Carvajal. Incluso De Gea apareció en el momento oportuno, porque Israel quiso y tuvo sus opciones de complicarle la vida.

España tiene estilo y eso es lo que la hace diferente. Con una distribución de futbolistas parecida a la de Lopetegui, Israel jugó a otra cosa. España se apropió del balón desde el pitido inicial y se posicionó, con los dos pies, en el campo rival. No es que Israel lo pusiese fácil ni mucho menos. Los de Levy aguantaron la posición y salieron a la contra con alegría.

La moda pasa y el estilo permanece. Ésa es la gran esperanza de España, un equipo que ha sabido reconstruirse con una forma de jugar identificable a pesar del cambio generacional. Un equipo que lidera la clasificación de su grupo a la espera de la final con Italia.

Israel le entró bien al partido y quiso merodear el área española con picotazos certeros sin descomponer la figura. España necesitaba un golpe como el que estampó Thiago en el larguero a modo de advertencia severa. El hijo de Mazinho protagonizó el arranque del encuentro con varias detalles reservados a los escogidos. Fue él quien inició la jugada del primer gol con una apertura con el exterior hacia el carril de Jordi Alba. El lateral detuvo el tiempo hasta el desmarque de Silva y le filtró un balón en diagonal al vértice del área pequeña, al que el canario le hizo los honores.

El gol serenó el ambiente y el segundo parecía cuestión de tiempo. Pero Israel aún no había dicho su última palabra. Zahavi se descolgó a la izquierda y metió un centro bien tocado para la llegada de Rafaelov, quien cabeceó picado y con muy mala intención. Fue ahí cuando apareció De Gea, para evacuar el peligro con una estirada de portero grande.

Israel supo que se le había escapado su gran ocasión y pareció dudar. Esa incertidumbre la aprovechó España para apuntillar a su rival. De nuevo fue Thiago el que, con un exquisito gesto técnico, casi antinatural, habilitó a Vitolo para que doblase la ventaja con un remate cruzado que dobló la mano blanda de Marciano.

Lejos de conformarse, España volvió de vestuarios con energía renovada. Costa no embocó un cabezazo franco tras un buen centro de Carvajal, poco antes de marcar otra muesca en la culata de su revolver de goleador letal. Fue tras un córner botado por Thiago, quién si no. El hispano-brasileño se hizo fuerte en el segundo palo y cabeceó picado. Inapelable. Costa completó un gran segundo tiempo.

España siguió a lo suyo, como si estuviese jugando ya para asustar a Italia, y Silva mandó un balón a la escuadra tras una dejada de Diego Costa con la cabeza.

El lunar de la roja fueron los desajustes defensivos. Los centrales se mostraron poco contundentes en muchos lances. Por ejemplo en una falta lateral botada por Natcho que cabeceó, sin oposición, Gershon al palo. Rafaelov cazó el rechace y lo incrustó en la red. Ofendida España, devolvió el golpe. Isco robó un balón, Costa corrió a la contra y Aspas devolvió la pelota al malagueño, que ajustó a la cepa del poste. El estilo salió triunfador de nuevo. Porque a esta España se le podrán discutir muchas cosas, pero nadie le podrá negar la fidelidad al estilo que la llevó a dominar el mundo.