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El Brujo de recogepelotas

Quini se inició en el fútbol en Llaranes y sus padres tenían - la cafetería Jeskif en Sabugo

la cafetería en sabugo. M. V.

Para Juanjo Cuenca, el 1976 no fue el primer año de la Transición, sino el año en que Quini le hizo de recogepelotas. En Llaranes, el barrio donde los Castro crecieron, todo el mundo tiene una anécdota del ídolo. Sin embargo, pocas pueden superar a la del hijo del peluquero del poblado. Eran las fiestas del barrio, cuando en la antigua cancha de Los Tubos, muy cerca de la vivienda del exdelantero del Sporting, se dirimía la final de un campeonato de aficionados de fútbol sala. Jugaba el equipo de la peluquería contra el Remis, una máquina de ganar por aquel entonces. "Debió escuchar el ruido y se bajó a ver el partido. Esa cancha no tenía vallas por detrás y el balón se escapaba todo el rato. Era Enrique Castro el que iba detrás de él, a recogerlo y nos lo echaba para que siguiéramos jugando. En ese momento, nos quedamos de piedra. Joder, ¡que tenemos a Quini de recogepelotas!", rememora Cuenca.

"Coño los mis peluqueros, como juegan al fútbol, nos gritaba y eso que terminamos perdiendo 8-6. Claro, para unos guajes de 18 años que tendríamos por entonces, que te diga eso todo un internacional con España pues te pone por las nubes", explica el hijo del antiguo propietario de la peluquería donde el Brujo iba a acicalarse. "Vino a mi padre hasta que fichó por el Barcelona", recuerda orgulloso.

La magia de Quini también cuajó en Sabugo, en la cafetería Jeskif. En la calle La Estación, los padres de Quini tenían una cafetería de la que Elena García era asidua. "Su padres eran unas personas enormes. Era imposible que los hijos salieran mal".

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