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Trabajar fuera, entrenarse en casa

Ceares e Industrial explican la dualidad del deporte aficionado

Hugo Pérez, en su oficina. N. R.

Salir de casa para trabajar. Quedarse en ella para entrenarse. Muchos deportistas aficionados viven esta dualidad a diario con motivo del estado de alarma decretado en España. Gijón es muestra de ello. Industrial y Ceares, clubes de barrios de clase trabajadora, son dos de los espejos. Taxistas, administrativos, ingenieros o soldadores se ganan su sueldo en la calle convirtiendo la vuelta a casa en momento para currar la preparación física, no para descansar. La Tercera División del fútbol español, competición que reúne a 364 equipos, les espera.

"Por el día me entreno y las noches las trabajo. Las calles están vacías y ahora lo habitual es coger casos de traslados al hospital o a médicos que van a hacer curas a domicilio", explica Íker Alegre. El jugador del Gijón Industrial lleva más de un año compaginando el mundo del taxi con el balón. A sus 34 años y tras una larga trayectoria en la categoría de bronce en clubes como el Zamora, Real Unión, Ourense, Logroñés, Pontevedra o Caudal, el que fuera futbolista del Oviedo vio en casa la oportunidad de reorientar su horizonte laboral. "El cierre de Panrico dejó a mi padre en la calle hace 12 años. Él invirtió entonces la indemnización en una licencia de taxi. Ahora, después de sacar el examen, me uní a él y así queda todo en familia", explica.

Íker Alegre, vecino de El Natahoyo, es también padre de un niño de 8 años, Izan, que también juega en el Industrial. "Es consciente de la realidad que vivimos, pero tampoco del todo", apunta. Es lo mismo que detecta en algunas de las personas que se suben a su coche. "La mayoría se ha tomado en serio, pero sigo escuchando a alguno ajenos al problema del coronavirus", relata en cuando a la necesidad de permanecer en el domicilio.

"Llevo papeleo administrativo, información contable? Un poco de todo", interviene Hugo Pérez, compañero de Íker en el Industrial y empleado de Macap, empresa de prevención de riesgos laborales situada en Llanera. A diario coge el coche para acudir desde La Calzada a su puesto de trabajo. "Vivo con mis padres, ellos también tienen que salir fuera a trabajar a diario. Mi madre se dedica a la limpieza, mi padre, a la construcción. Ellos me dicen que nunca han visto nada igual", confiesa este gijonés de 23 años, canterano del Sporting.

En el Industrial, hasta su presidente, Diego Junquera, combina su labor en el club con un empleo sin opción al teletrabajo. Empleado de Arcelor, su ventaja es que desde casa tiene casi controladas las instalaciones del conjunto fabril. "Vivo a unos 300 metros de nuestras oficinas. Todo esto nos ha llevado a tener que parar a los 35 equipos del club, a más de 500 personas. Hay que tomar la situación con todas las precauciones posibles y con mucho respeto, no con miedo", explica el gijonés, dirigente de uno de los clubes que se acogerán a un ERTE. "Mi mujer es autónoma, tiene una tienda de deporte y ya cerró algunos días antes del estado de Alarma. Empezó a no venderse nada. Ahora el guaje no se separa de ella", añade el dirigente del Indus, padre de un niño de 2 años, Xune.

"Aquí hay gente que teletrabaja, pero en mi caso, mi labor guarda mucha relación con la parte de producción e industrialización y vengo casi todos los días a las instalaciones", explica Juan Carlos López Vigil, capitán del Ceares y empleado en el departamento de desarrollo de Samoa Industrial, empresa con sede en Gijón dedicada principalmente a la fabricación de maquinaria. Este gijonés de 33 años, ingeniero de telecomunicaciones, suma su novena temporada en el conjunto teyero. Le toca dar ejemplo fuera y dentro del campo. "Tratamos de mantener las mismas horas de entrenamiento pese a que ahora nos toque hacerlo desde casa", detalla. Pasa por alto una situación que le hace vivir la realidad actual de manera diferente a la de la gran mayoría de sus compañeros. Él vive solo. "Es cierto que es un poco más complicado, porque hay momentos en los que cuesta encontrar la motivación, pero la rutina del día a día, con el trabajo y el programa de ejercicios de nuestro preparador físico hace pasar el tiempo más rápido", asegura.

"Sí, sí, es cierto que queremos crear una liga para jugar como el Ceares en la Play", admite Nacho Rubiera. El guardameta del conjunto gijonés explica un proyecto que ha surgido en el equipo, el de que todos vuelvan a coincidir en el campo compitiendo virtualmente desde sus casas a través de un juego de fútbol de la popular vídeo-consola. "Varios ya jugamos entre nosotros a diario", apunta este gijonés de 23 años, que lleva cuatro campañas en el Ceares tras pasar por Oviedo B, Astur y Sporting. Él también trabaja fuera de casa. Soldador de Thyssen, en Mieres, la empresa ha terminado por enviarles a casa hasta el día 31. "Sigo entrenándome con cintas, fitball y lo que pillo por casa. Una garrafa de agua también es útil", señala, con humor. Nacho vive con su novia, empleada de supermercado. "Ella afronta la situación con miedo aunque tratamos de quitar hierro al asunto con anécdotas. Ha visto de todo en la tienda. Sólo le puedo decir que además del papel higiénico, las natillas tienen una exagerada demanda", cuenta.

Íker, Hugo, Juan Carlos y Nacho viven con incertidumbre la reanudación de la competición en Tercera y tienen clara una premisa: "Dicen que se va a terminar la temporada sí o sí. Seguiremos entrenándonos y trabajando a la espera de una decisión. Está claro que ahora el fútbol es lo menos importante".

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