Speight era el hombre elegido. Quedaban dieciséis segundos para acabar y el OCB perdía por un punto (61-62). El estadounidense bota, bota y bota, y los segundos corren. Busca un hueco, pero no lo encuentra. Ni un tiro librado. Se decide. Va hacia dentro, hay un defensor encima y cuando se dispone a armar el tiro le pone la mano delante de los ojos, el reloj determina que la suerte del lanzamiento será la del partido. Pumarín deja de respirar. El tiro es muy complicado. Entra. Pumarín explota. Speight salta y celebra con el resto de compañeros una canasta que deja casi asegurada la presencia del Oviedo Baloncesto en el play-off de ascenso a la ACB. Y después de completar uno de sus partidos más flojos.

El Oviedo Baloncesto fue inferior al Alicante, que llevó el partido al lugar que le interesaba, que le cortó el ritmo, que jugó mejor. Pero la fe de este equipo, la insistencia en no irse de los partidos, la capacidad de meterse cuando Brown coge su fusil y empieza a anotar le sirvieron para en unos cuatro últimos minutos eléctricos, de infarto para los espectadores locales, que gozaron como hacia tiempo que no pasaba en Pumarín, sumar el octavo triunfo, el que les deja tocando el cielo del play-off.

Para conseguirlo tuvieron que remontar una desventaja que llegó a ser de catorce puntos (41-56) a 7:45 del final. Una remontada en la que tuvo mucho que ver una falta que cometió Bilbao sobre Brown a 3:47 del final cuando lanzaba de tres. La falta, más que discutible, costó al interior de Alicante, un jugador que se aplicó con mucha dureza todo el partido, una técnica y la eliminación del encuentro. Brown metió los tres puntos de la falta y una más de la técnica y puso a su equipo a cinco puntos (53-58).

Ya era difícil parar a un equipo enganchado a su afición, recuperando una energía que había estado ausente el resto del encuentro. El propio Brown anotó el triple del empate a 58, pero fue Speight, quizás el hombre de la temporada en el OCB, el que dijo alto y claro: "Esto es Pumarín".