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El sufrimiento solitario del padre de un medallista olímpico: así vivió el partido el padre de Pablo Carreño

Alfonso Carreño, feliz tras la tensión durante tres horas: “Fue otro gran partido"

Alfonso Carreño, ayer, con su perro “Toby” y trofeos de su hijo Pablo en el inicio de su carrera. | A. C.

Alfonso Carreño está acostumbrado a seguir en solitario los partidos de su hijo. Muchas veces en directo, desde las gradas de las pistas de todo el mundo por donde compite Pablo. Pero ayer tuvo que pasarse casi tres horas delante de la pantalla en su casa de Gijón, mientras su esposa, María Antonia Busta, va y viene, incapaz de controlar los nervios cuando su hijo se juega algo importante. Y el de ayer era un momento culminante de su carrera. Así que solo se plantó ante la televisión cuando Alfonso le advirtió de que, por fin, Djokovic había caído y Pablo Carreño inscribía su nombre en el Olimpo del deporte.

“No tengo problema en ver solo los partidos porque estoy muy concentrado y comento conmigo mismo las jugadas”, confiesa Alfonso Carreño a las cuatro de la tarde, cuando todavía no había tenido la oportunidad de hablar tranquilamente con Pablo, obligado a cumplir con compromisos de todo tipo. Un indicio más de la trascendencia de lo que el tenista gijonés había conseguido. Algo que él también estaba notando: “No me ha dado tiempo a responder a la mitad de los mensajes de felicitación. Me han escrito hasta compañeros de estudios, de hace más de 40 años”.

A esas alturas, Alfonso Carreño podía hacer un análisis sosegado de lo ocurrido, lo que no restaba un ápice de entusiasmo, sin pasión de padre: “Fue otro gran partido de Pablo, como el de Medvedev, pero jugando con quien jugaba el resultado era una incógnita hasta el final. Eso era lo que pensaba durante el último juego. Que si llega a ponerse en algún momento Djokovic llega a por delante, adiós, hubiese hecho break”.

En esos momentos decisivos, el lenguaje gestual del serbio llegó a incomodar al patriarca de los Carreño: “Él siempre está quejándose, incluso tenía miedo de que llamase al fisioterapeuta, pero en estos momentos se crece”. Por eso cree que la actuación de su hijo tiene aún más mérito: “Lo de Pablo ha sido increíble. No bajó su rendimiento, fue constante durante las tres horas de partido. En ningún momento le vi flaquear, pese a que físicamente no estaba sobrado. En ese sentido le vi peor en el segundo set contra Medvedev, parecía que estaba perdido. Con Djokovic nunca me dio esa sensación”.

“Hasta a mi me sorprendió”, añadió Alfonso Carreño sobre la respuesta física de Pablo después de una semana tan exigente, sobre todo por las condiciones climatológicas de Tokio. “El viernes, frente a Khachanov, estaba fundido físicamente, y por eso no pudo hacer nada. Estoy convencido de que con un día de descanso entre los cuartos y la semifinal hubiese llegado a la final”. En cualquier caso, el padre de Pablo valora el logro: “Es una medalla de bronce después de ganar al número 1 y al 2 del mundo. Lo hizo bien en grandes torneos, como Nueva York o Roland Garros, pero cuando te cargas a los dos mejores, que son muy superiores al resto, es algo especial”.

Sobre todo porque, como ya le inculcó a su propio hijo, unos Juegos Olímpicos son lo máximo a lo que puede aspirar cualquier deportista. También los tenistas, pese a estar acostumbrados a los grandes escenarios: “Para mí los Juegos son otra cosa. Si ganas Roland Garros o Wimbledon se enteran los que les gusta el tenis. Los Juegos Olímpicos los ven hasta los que no les interesa mucho el deporte. El 90 por ciento de la gente se enteró de quién es Pablo Carreño por este torneo”.

“Tener un medallista olímpico en la familia es algo que nunca me imaginé”, confiesa Alfonso Carreño, pese a que Pablo y sus hermanas, Lucía y Alicia, practicaron deporte desde pequeños en el Grupo Covadonga. Por eso recalca que “en casa nunca hubo un profesional del deporte”, hasta que Pablo triunfó en el tenis. Alfonso cree que tardarán en ver a su hijo. Pablo aterrizará en Madrid el lunes o el martes y el jueves volará hacia Canadá, salvo que el éxito olímpico le haga replantear su calendario, que tiene el Abierto de Estados Unidos (30 de agosto-12 de septiembre) como cita importante antes del final de temporada.

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