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El observatorio

En el pozo

Después de igualar a un Valencia que pareció muy superior, el Sporting tiró el partido - en una jugada de estrategia mal defendida

En un partido que era crucial para los dos contendientes, el Valencia empujó al Sporting a ese pozo al que el equipo asturiano ha ido aproximándose partido a partido en las últimas cinco jornadas, en las que ha sido incapaz de sumar un solo punto. Está claro que a estas alturas de la temporada no puede darse nada por definitivo o irreversible, pero las sensaciones que transmite el Sporting no invitan al optimismo porque ni corrige sus defectos ni soluciona sus carencias. No crea apenas ocasiones de gol y, por contra, le pone fácil al contrario que los consiga en momentos determinantes. Y cuando ocurre, le falta capacidad de reacción. Todo eso ocurrió anoche en un Molinón que está pasando del desencanto a la preocupación.

Un minuto fatídico

Para el Sporting el minuto 63 se convirtió en fatídico. Fue un minuto largo. El juego se había interrumpido por una falta de Meré a Rodrigo en el centro del campo y los entrenadores aprovecharon la oportunidad para hacer cambios. En el Sporting Viguera entró por Cop y en el Valencia, Bakkali por Santi Mina. Ese breve parón enfrió sorprendentemente al Sporting, que defendió muy mal el saque de falta, en el que Parejo mandó el balón al centro del área de meta, donde Sergio acertó a cabecearlo hacia su derecha. Y allí Mario Suárez se encontró con el doble regalo de recibir el envío y de hacerlo en completa soledad. Lo aprovechó a modo. De puro fácil para el Valencia, el gol resultó tan extraño que no pareció real. Para el Sporting fue un mazazo del que ya no se levantaría.

El golpe del minuto 6

Sí había conseguido hacerlo en el primer tiempo tras otro golpe que, por temprano, pudo ser demoledor. Se había especulado mucho durante la larga pausa liguera que precedió al partido sobre la clase de equipo que lograría sacar al campo su nuevo entrenador, el exseleccionador italiano Cesare Prandelli. Si se hacía caso de la apariencia de su plantilla, el Valencia era un equipo con muchas posibilidades que esperaba la mano que supiera convertirlas en realidad. Y aquella jugada del minuto 6 pareció significativa al respecto, de puro intimidadora. Cierto que su inicio lo hizo posible una pérdida de balón de Cop en el centro del campo que dejó descolocado al Sporting. Pero no menos cierto que el Valencia la aprovechó con brillantez, con una entrada veloz de Rodrigo por la banda derecha, un centro al corazón del área, una finta de Parejo que, sin tocar el balón, dejó fuera de combate a la defensa rojiblanca y, en fin, un remate de Mario Suárez que aprovechó a conciencia su situación de superioridad. Un equipo que marca un gol así, aunque en su origen se haya visto propiciado por un fallo propio, debieron pensar los rojiblancos, no es un colista sino un grande que se reencuentra a sí mismo.

El Valencia de Prandelli

Esa impresión prevaleció durante unos cuantos minutos, en los cuales el Valencia pareció el dueño del partido. ¿Tanto se notaba la mano del nuevo entrenador, que, dicho sea de paso, parece un jugador más, pues no para de moverse por el área técnica, recorriéndola constantemente de un extremo a otro? Quizá sea prematuro adelantar un juicio. Posiblemente no haya más que Prandelli saca provecho de su plantilla con un juego precavido y ordenado que se potencia con el oficio de sus pivotes, la buena visión del juego y la calidad de Dani Parejo y el poderío físico de Rodrigo. Y, sobre todo, al menos ayer en El Molinón, de la velocidad y los recursos de Cancelo, de largo su mejor hombre en el partido. Pero esa impresión positiva hay que matizarla con el hecho de su escasa efectividad ante la portería contraria. El Valencia de ayer, incluso en las fases en que fue claramente superior, apenas tiró a gol. A su nuevo entrenador aún le queda mucho para hacer que este club, ahora con capital de Singapur, tenga un equipo a la altura de su historial, uno de los mejores del fútbol español.

La reacción del Sporting

Después de sufrir muchos minutos, durante los cuales apenas lograba quitarse el balón de encima, el Sporting comenzó a reaccionar. El impulso le vino desde atrás y se lo dieron sus centrales, con jugadas en las que, al ganar disputas individuales, se sacudieron la sensación de inferioridad. Amorebieta primero y Jorge Meré después levantaron al equipo y lo echaron hacia delante.

Un gol para la esperanza

Ante ese empuje del Sporting la superioridad del Valencia se evaporó. El Sporting fue capaz entonces de comenzar a equilibrar el juego. Y después, a algo más, sobre todo cuando Moi Gómez y Víctor Rodríguez sacaron entonces a flote su capacidad para el regate y la combinación. El Sporting comenzó a llegar por las bandas. De momento, sin eficacia, porque sus centros, lejanos, encontraban siempre la respuesta de los zagueros valencianistas, muy superiores por alto. Una vez más, el Sporting, como en todo lo que va de temporada, llegaba pero no remataba. Hasta que, por una vez, sí lo hizo. Fue en el minuto 40, cuando Moi Gómez tuvo la paciencia de aguantar el balón hasta la llegada de Isma López, y el navarro, la decisión para profundizar hasta la línea y centrar sobre la boca de puerta. Ese centro, más corto, era más difícil de defender que los que llegaban desde la misma banda y brindaba la oportunidad de remate a quien tuviera rapidez y decisión para adelantarse, no a quien saltara más. Las tuvo Carlos Castro, que había comenzado el partido mostrando sus ganas por aprovechar la oportunidad de ser titular. Fue con rapidez y decisión con lo que ganó la posición a Santos y, sin necesidad de levantar los pies del suelo, cabeceó hacia el otro lado de donde se encontraba Alves. Era, ¿habrá que decirlo?, el primer remate entre los tres palos del Sporting. El único fuera había sido también de Castro, en el minuto 2 del partido. Al filo del descanso, el gol del empate era para el Sporting un gol para la esperanza.

Luego, la decepción

Pero la esperanza se traduciría en frustración. El Sporting del segundo tiempo no logró imponer el ritmo con el que había desestabilizado al Valencia en la última fase de la primera parte y, encima, tiró el empate, que también valía, con su descuido fatal en la falta que dio el segundo gol valencianista. Por si fuera poco, ese gol hundió anímicamente a los rojiblancos, a quienes su entrenador intentó resucitar con cambios. La entrada de Burgui tuvo un efecto efervescente. La de Afif quedó en nada. Al final Sergio, que minutos antes parecía fundido por el esfuerzo, estuvo a punto de alcanzar el empate en una jugada de coraje, también de habilidad. Pero el milagro no se produjo y el Sporting acabó metiéndose en ese pozo del que ahora deberá intentar salir.

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