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De cabeza

Lo absoluto y lo relativo

La temporada del Oviedo puede verse como un vaso medio lleno o medio vacío

El fútbol es un ámbito de absolutos. No entiende de términos medios. Lo que ayer era éxtasis hoy es tormento y al contrario. Siempre se encontró a gusto dando bandazos, demasiado pendiente de la exageración y de la euforia, olvidando el camino de sombras que media entre ambos lugares. Una sociedad como la actual sirve de excusa perfecta, pues el afán por exacerbar identidades, la urgencia por ser algo o de algo subraya esa pasión por lo absoluto. Yo, según cumplo años, soy cada vez más partidario de relativizar las cosas. En parte porque lo relativo es siempre con respecto a otra circunstancia. Se establece siempre en términos comparativos. Lo absoluto, sin embargo, es el todo o la nada. Lo relativo se vincula con la realidad. Lo absoluto a una ficción delirante. Pensaba en todo esto mientras veía el sábado pasado el partido más triste del mundo. La tristeza y la melancolía poblaban mi cabeza al ver al Oviedo lograr su victoria más estéril. Y qué triste marcar goles que no dejen una estela de entusiasmo. Y qué triste el pitido final que sonó para los dos equipos como la conclusión de un recreo. En un guión propio de la ciencia ficción me imaginaba al Elche y al Real Oviedo jugando un partido eterno que pospusiera el desenlace definitivo.

Tuve que escuchar al narrador de la retransmisión televisiva para recuperar mi relativo optimismo, mi relativo vaso medio lleno. Vivimos tan inmersos en nuestras pasiones que no escuchamos (ni queremos) los análisis de a quienes ni les va ni les viene nada en esta feria: calificaba el locutor el campeonato del Oviedo como bueno, teniendo en cuenta que en las dos temporadas que lleva en Segunda División ha estado a punto de jugar la promoción de ascenso. Cierto que su afirmación carece de una letra pequeña que desconoce, pero el agravio comparativo a nuestro favor se refuerza cuando enfrente estaba el Elche, un equipo que hace nada jugaba en Primera División y comenzará la temporada 2017-2018 en Segunda B.

Me dirán que todo esto es un flaco consuelo y no les quitaré la razón. Sucede que cuando me dejé llevar por lo absoluto me costó meses recuperarme de la resaca. Mi cuerpo y mi mente ya no están preparadas (si es que alguna vez lo estuvieron) para pasar de un extremo a otro sin que no me acose la mala conciencia.

El pasado verano, en una entrevista para este periódico, Fernando Hierro aseguraba que prefería una plantilla corta y tirar de los chavales de la cantera: qué fácil es mantener lo absoluto en un mero discurso. Después de prácticamente toda la temporada con el primer equipo, el canterano Héctor Nespral sólo se mereció una pizca de minutos en el Martínez Valero. Y a Emilio Morilla, capitán del Vetusta, tras doce años en el Oviedo, ha sido "invitado" a dejar el club. Qué poco se valoran en nuestro equipo la lealtad, la discreción y la elegancia.

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