La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De cabeza

El balón

El partido del Oviedo ante Osasuna y el mal tiempo reinante

Supongo que no es nada original por mi parte imaginarme un libro de memorias cuyo protagonista y narrador sea el balón. Como si hubiera uno solo y el balón con que se jugó el derbi de Manchester sea el mismo que el del Real Oviedo-Osasuna o el de una pachanga de barrio entre amigos. Si algo o alguien pudiera tener el don de la ubicuidad sería el balón por su naturaleza esférica. Alfredo Di Stéfano tituló sus memorias, "Gracias, vieja", en alusión, claro está, a la pelota. No creo que sea casual el cambio de género. En todo caso, yo siempre asocié la palabra "pelota" , más allá de lo masculino o femenino, a un fútbol de andar por casa. Sin la presión de los puntos en juego y la tensión competitiva. El domingo en el Tartiere se salió a jugar con un balón para acabar dando patadas a una pelota. El agua en el césped era tanta que los equipos, según pasaban los minutos, bastante tenían con empujar y no perder las botas en un charco. Cuando iban más de treinta minutos de la primera parte se me ocurrió pensar cómo se estaría viendo el partido por televisión. Las retransmisiones deportivas a veces tienen la capacidad de convertir en épico lo rutinario o aburrido. Pensé en cómo vería a los azules y a los rojillos por vía satélite un espectador que estuviese, por ejemplo, en Qatar. Le sonaría, si tuviese constancia de ello, a esos partidos antiguos en los que los elementos en contra se multiplicaban, no había propietarios multimillonarios y un jugador podía retirarse en el mismo equipo en el que había debutado. Eso me pregunté yo, sin ir más lejos, cuando Johannesson marcó el gol de la victoria: ¿veré a Diegui retirarse en el Oviedo? Sé que la pregunta, viendo los tiempos que corren, no está exenta de ingenuidad, pero soy de los que creen que una de las pocas cosas que le restan al fútbol es cierta inocencia e ilusión en el aficionado. Ya sobran enteradillos y doctores del dicen que dijeron que dicen.

Si no puedo imaginarme que un balón cuente su vida o que en una tarde invernal, poco atractiva para acudir al campo, uno se sube al autobús desafiando su propia comodidad o pereza con la esperanza de ver a su equipo ganar, es que el fútbol ya es un producto más de una de esas plataformas digitales que te invitan a que no abandones el salón de tu casa. Hace mucho frío ahí afuera y además nunca se sabe. No estaba el Tartiere el pasado domingo como para ir de merienda, pero del balón siempre hay que esperar una última palabra. Contra el Osasuna, después de que Rocha fallase el penalti, me acordé de la calefacción de casa, del café, de las pastas... La añoranza doméstica, sin embargo, duró poco. Si ponía un poco de atención me veía a mí mismo y al resto de aficionados como sacados de otra época. Quizás este viaje en el tiempo sea nuestro futuro más prometedor.

Compartir el artículo

stats