"Totó, tengo la sensación de que ya no estamos en Kansas". Estas palabras que le dirige Dorothy, el personaje interpretado por Judy Garland, a su perro, cuando se da cuenta de que ha pasado del blanco y negro de su tierra natal por el Technicolor de Oz, bien pudieran haber sido las pronunciadas por cualquier aficionado del Sporting tras el partido contra el Tenerife del pasado domingo.

Bien es cierto que todo se puso de cara, que se anotó pronto (también sucedió lo mismo contra el Zaragoza), que el rival nos recordó mucho al Sporting de estos últimos partidos, que el árbitro anuló un gol al Tenerife en el que demostró (él o su juez de línea) una visión fuera de lo común y, sobre todo, que estamos ante un partido de día de estreno en el que todos tenían muchas ganas de demostrar su valía. Aún así la mejoría del juego del Sporting fue evidente y, es triste por el tiempo perdido, para llegar a ella bastó tan solo aplicar un poco de sentido común y una pizca de atrevimiento. Algo tan sencillo como situar a un centrocampista que quiera tener la pelota y hacer jugar al equipo como Nacho Méndez en su sitio, utilizar el recurso intimidatorio de alinear juntos a dos de los delanteros de más prestigio de la categoría y, sobre todas las cosas, evitar que el modelo de juego se limitara a pelotazos de los centrales a ver qué pasaba. El resultado fueron unas cuantas ocasiones de gol, que Mariño solo tuviera que hacer una gran parada y esta se produjera en una jugada anulada previamente por fuera de juego, ninguna oportunidad clara del rival y tres o cuatro desperdiciadas. Hay dos jugadas de ataque del primer tiempo que definen muy bien el cambio. La primera la protagoniza Carmona con un pase interior hacia Isma López que se planta solo ante el portero. Isma que partía desde la izquierda rompe por la derecha. La segunda es la del gol de Carmona, un jugador que partiendo desde la derecha anota el gol entrando por la banda contraria. El domingo, y puede parecer una anécdota, también se acabaron las eternas procesiones de jugadores acercándose durante todo el partido al banquillo para recibir instrucciones.

En el viaje que emprendía Dorothy en busca del mago de Oz se va encontrando con diferentes compañeros de viaje: un espantapájaros en busca de cerebro, un hombre de hojalata ansiando un corazón y un león reclamando valentía. Al final de la película vemos que el supuesto mago de Oz no es más que un hombre detrás de una cortina y que el secreto está en el viaje. Curiosamente el rodaje de esa película también estuvo marcado por cambios en la dirección y Víctor Flemming culminó un trabajo que había iniciado Richard Thorpe. Este camino de baldosas amarillas que es la Segunda División también debe ser para el equipo el de la búsqueda de una identidad perdida. El cerebro tiene que estar en los despachos y en el campo. En los despachos estamos a la espera, pero en el verde puede que no haya que esperar que llegue un mago de lejanos países y la solución pase por darle galones y continuidad a un guaje de Luanco que sabe y quiere jugar al fútbol. Esperemos que este león cobarde, que es el Sporting, se encomiende a la valentía de apostar por unos chavales que en los últimos años han demostrado que siempre han estado ahí para sacar al club de problemas y algunos mucho más serios que un "simple" ascenso de categoría.

El corazón lo va a poner, sin duda, una afición, y esto bien lo sabe Rubén Baraja por su pasado en el Valencia y en el Atlético de Madrid, que es un valor impagable si el equipo le ofrece algo a lo que agarrarse. Debemos entender también los aficionados que la ciudad esmeralda no tiene que ser el ascenso si no la construcción de un equipo del que nos podamos sentir orgullosos en el tiempo.