La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mario Antuña

A la contra

Mario Antuña

Yo, pecador

La socialización del fracaso y la falta de un modelo deportivo

Sí, soy pecador. Confieso ser uno de esos sportinguistas que apostaba por un cambio de modelo en los proyectos deportivos, con preferencia por una base de Mareo y no tanto fichaje al peso; que vi con buenos ojos la llegada de José Alberto al banquillo, un tránsito que debería ser natural, como en el caso de jugadores, del filial al primer equipo, y no una excepción. Sí, soy culpable, según la norma de socialización del fracaso dictada por Torrecilla. Ese reparto de responsabilidades entre dirección, técnicos, jugadores y afición ante la patética situación del equipo, aunque no haya tomado decisión alguna y su único pecado sea el deseo casto de volver a la esencia sportinguista de la cantera.

El director deportivo, otra vez desafortunado al intentar sintonizar con la masa social, parecía rememorar la famosa frase de Oscar Wilde: "Ten cuidado con lo que deseas porque se puede convertir en realidad"; "¿No era esto lo que queríais?, pues ahí lo tenéis; no entiendo por qué protestáis...", se podría interpretar. Torrecilla, con justa vergüenza torera, presentó su dimisión tras la derrota con el Extremadura, a la vez que se cortaba la cabeza del entrenador. Fue rechazada. No solo, especulo, porque haya que gestionar ahora el mercado de invierno, como se argumenta, sino porque, y creo que es la razón más fiable, supone la última trinchera antes de llegar al consejo de administración y a la familia Fernández, que cumple 25 años de triste y gris gestión al frente del Sporting.

A mitad de campaña los resultados desnudan un proyecto al que se intentó vestir de optimismo, competitividad y aún de esperanza hasta el final, como al rey del cuento, para acabar siendo eso, otro relato de fantasía. Cierto que la plantilla lucía en el escaparate más que las anteriores, pero perdió el brillo sobre el campo. Verdad que la llegada de los repatriados (Manu García, Borja López y Javi Fuego, jugadores de Mareo allende El Molinón) generaron una expectación que, salvo en el caso del primero, se diluyó partido a partido. Lógico que en la grada se viera con buenos ojos el asiento de José Alberto en el banquillo de El Molinón llegado desde Mareo. Ha sido un tránsito natural; ahí están Novoa, Montes, Acebal, Marcelino o Abelardo, por citar algunos... Otra cosa es que el rendimiento de la plantilla, el desquicie de los sistemas y los malos resultados lo sobrepasaran...

¿Y ahora qué? Djukic para intentar salvar la temporada. ¿Y después, más de los mismo? ¿Habrá, por fin, un modelo deportivo claro y definitivo? Yo, como pecador confeso y penitente sufridor, mantengo la apuesta por la cantera, por hacer de Mareo una escuela de fútbol potente y productiva, que surta al primer equipo de jugadores sólidos y de calidad que después sean reforzados con otros fichajes de garantías (se puede fracasar con alguno, ¡pero que salgan rana la mayoría...!).

La apuesta por la cantera fue el catecismo que dio solera al Sporting, pero en mala situación queda hoy Mareo si es necesario, por ejemplo, fichar cuatro laterales. Son los pecados que nos provocan estas dolorosas penitencias.

Compartir el artículo

stats