El Oviedo Baloncesto, al completo o con bajas, es un equipo siempre competitivo, un conjunto que no va a rendirse nunca, que no va a dejarse ir sobre el parqué por muy abajo que se encuentre en el marcador. Puede estar más acertado o menos, pero por lo visto hasta el momento siempre dará la cara. Y así, a pesar de sus limitaciones (que no son pocas), es muy complicado que decepcione a sus seguidores. Puede que no gane, como sucedió ante el Tau Castelló, pero nadie podrá echarles en cara a los jugadores azules que no hayan puesto todo de su parte para sacar adelante un partido, sea quien sea el rival.

Ayer, en Pumarín, el Unicaja Banco Oviedo logró una victoria de prestigio ante uno de los clubes más poderosos de la LEB Oro, el Covirán Granada, equipo que el año pasado se quedó a las puertas del ascenso a la ACB y que esta temporada se ha reforzado con jugadores de calidad contrastada. Además, cuenta con, probablemente, el mejor base de la categoría, Lluis Costa, como dejó patente en el enfrentamiento de ayer ante los asturianos. Pero todo ello fue insuficiente para contrarrestar el empuje de los oviedistas.

Ya lo dijo tras los primeros partidos de la temporada Oliver Arteaga: este equipo sabe competir. Y a medida que pasan los encuentros queda más patente que así es. Tanto en casa como fuera. Aunque, lógicamente, en Pumarín los carbayones se encuentran mucho más a gusto. Están en su salsa, como se evidenció ante el potente y rico Granada. Por supuesto que el triunfo es mérito prácticamente exclusivo de los jugadores y de su entrenador, pero que algo tuvo que ver la grada es algo que no ofrece dudas. En los minutos finales la conexión entre deportistas y aficionados fue total. Eso sí, esta interrelación fue posible gracias a que los primeros supieron mantener la igualdad en el marcador que sirvió a los segundos para volcarse con sus baloncestistas en los minutos de la verdad.

Mención aparte merece el entrenador del Oviedo. Natxo Lezkano está sabiendo sacar el mejor rendimiento prácticamente a todos y cada uno de los miembros de la plantilla. Fue él quien pidió mantener a un buen número de jugadores de la temporada pasada y son algunos de ellos precisamente los que más rentables están saliendo al club en esta primera fase de la competición. Lo que está sucediendo con Frey es un claro ejemplo de la visión baloncestística de Lezkano. El noruego, que en su primer curso en Asturias jugó un papel secundario en el equipo, se ha convertido en este segundo en el gran animador del conjunto azul, tanto en defensa como, fundamentalmente, en ataque.

El otro faro del actual Oviedo Baloncesto está siendo Oliver Arteaga. Lo que no es ninguna novedad, dada su exitosa trayectoria en la categoría. Sí lo es que juegue con la alegría con que lo está haciendo, y que traslada al resto de sus compañeros. Pero es que todos parecen sentirse más o menos satisfechos de su papel en el equipo. Se reparten los protagonismos. Ayer, por ejemplo, le tocó ser quizás el principal protagonista del encuentro a Kabasele, quien después de varios partidos con grandes dificultades a la hora de recoger rebotes se encargó de demostrar que es posible hacerlo. Los asturianos ganaron en esta faceta del juego a los andaluces. Pero no hace mucho fue Alberto Martín quien se encargó de desatascar un partido, como también lo hicieron en otras ocasiones Kamba o McDonnell, uno de forma más espectacular que el otro, aunque los dos efectivos en lo que se les pide.