"Las empresas o son innovadoras o no son empresas" , sostuvo ayer en Oviedo el catedrático emérito de Economía de la Empresa y director del Colegio Universitario de Estudios Financieros (CUNEF), Álvaro Cuervo (Carreño, 1942). Ese es el desafío -junto con el tamaño, las economías de escala y la productividad- de su supervivencia, y no tanto las rebajas fiscales ni la supresión de impuestos, cuyo efecto es análogo a la "subasta de subvenciones" para los "buscadores de rentas". Durante su intervención en el foro "Asturias punto de encuentro" también cuestionó las tarifas eléctricas especiales: "Si esto implica una subvención, ¿por qué se le da a unas empresas y no a otras? Habrá que justificarlo. La sociedad debe decidir qué mix energético quiere y qué coste está dispuesto a pagar".

El estímulo innovador "no es un problema de oferta (disponibilidad de más recursos públicos), sino de demanda: que las empresas sientan la necesidad de innovar, y esto ocurre si operan en mercados abiertos y competitivos", opinó el profesor carreñense. Cuervo alertó del riesgo de que "el conocimiento no se traslade al proceso productivo" y desaconsejó el "apoyo a las pymes" por el hecho de serlo para respaldar todo lo contrario: el crecimiento y el tamaño como forma de desarrollar economías de escala y mejoras de la productividad. "Necesitamos dimensión en vez del culto a las pequeñas y medianas empresas, pero la sociedad no cree en ello. La productividad de la gran empresa es tres veces mayor que la de la pequeña en el sector industrial y 1,5 veces en el de los servicios. Si España tuviese el mismo tamaño medio de empresas que Alemania, tendría su misma productividad", afirmó.

La ausencia de mercados competitivos favorece, dijo, "los mercados cautivos" y esto, sostuvo, "destroza la legitimidad y valoración del empresario porque" en esos entornos "priman los buscadores de rentas".

Alentó por ello el apoyo a las empresas exportadoras e internacionalizadas. Y también porque "el futuro se define en el exterior. Si eres global, sobrevives". No cree, por el contrario, que se deban privilegiar unos sectores sobre otros porque "cualquier actividad puede tener futuro con un buen modelo de negocio". "Lo que debe hacerse es definir entornos favorables". Sectores que se dieron por acabados (como la construcción naval y el textil españoles), hoy tienen -indicó- operadores competitivos.

Esto conlleva la necesidad de adaptarse a los cambios, incluidos los tecnológicos, frente a los cuales caben tres actitudes: aceptarlos, posponerlos o incentivarlos. Cuervo abogó por la tercera, a sabiendas de que "nadie quiere ni acepta los cambios" porque incomodan y conllevan exigencias. De aquí, argumentó, que "sólo existan estímulos al cambio cuando se siente su necesidad, y esto ocurre en los mercados abiertos y competitivos, en los que o cambias o desapareces". "En los mercados regulados y bajo concesiones no hay cambio, y las empresas que aplazan los cambios acaban pidiendo cuotas y subvenciones alegando su carácter estratégico", sentenció.

Cuervo relativizó la importancia de las infraestructuras ("no creo en ellas per se, sino en los flujos de transporte"), reclamó una "mayor integración" de los modos de transporte e identificó como "un problema serio en España" la "pérdida de cuota del transporte de mercancías por ferrocarril". Sobre la Variante de Pajares, fue crítico con la desmedida apuesta española por el AVE, cuyos efectos "no son todos beneficiosos". Así puso como ejemplo que "la llegada del AVE a Valladolid ha supuesto la succión por Madrid de parte del negocio vallisoletano de comercio, ocio y hostelería, desplazó consumo". Además apuntó que el AVE ha contribuido a "marginar las mercancías" y tiene un coste muy elevado (precisa subvenciones que "pagan ciudadanos que no lo usan") en el que otros países con más habitantes y corredores más densos no han incurrido.