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Señales de fatiga global

El PIB español se desaceleró en 2018 (2,5%), pero evitó el acusado enfriamiento de la economía europea

La economía española consumó en 2018 un lustro de crecimiento, con un impulso del 2,5% anual. De este modo, España prolonga la fase expansiva con tasas aún intensas, pero lo hace con un sesgo decreciente: 2018 fue el tercer ejercicio consecutivo de desaceleración con datos anuales y el cuarto año de atenuación de su avance en tasa intertrimestral.

Esta propensión a la ralentización se confirmó en 2018, con un pérdida de cinco décimas en comparación con el crecimiento de 2017 (3%) y de una respecto al grueso de las previsiones para 2018, que habían aventurado una progresión del PIB nacional en el pasado ejercicio del 2,6%.

Este objetivo no se consumó pese a que en los tres últimos meses del año la economía española repuntó una décima y logró situarse en el 0,7% de incremento intertrimestral, superando así el 0,6% al que avanzó España en los dos últimos trimestres de Mariano Rajoy y en el primero de Pedro Sánchez.

Con todo, España sigue creciendo a una velocidad de crucero superior a la media europea y a la de las otras grandes economías del área. Según Eurostat, la UE y la Eurozona avanzaron el 0,3% y el 0,2% en el último trimestre, y el 1,9% y el 1,8%, respectivamente, en tasa anual. Alemania (la locomotora europea) y Francia están perdiendo pulso y sólo prosperaron el 1,5% interanual (la menor expansión germana desde 2013) e Italia ha entrado en recesión tras encadenar dos trimestres de decrecimiento.

El contexto de debilidad y las señales de agotamiento desbordan el ámbito europeo: China desacelera (se dejó otras dos décimas, hasta el 6,6%, su menor impulso en 28 años), EE UU también crece menos aunque a un ritmo aún alto (lo hizo al 3,4% en el tercer trimestre, 8 décimas inferior al del procedente), y la Reserva Federal de EE UU, el Banco de Japón y el Banco Central Europeo optaron en la última semana por enfriar las expectativas de retirada de estímulos ante el empeoramiento del entorno y las señales de debilidad global.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una suavización adicional del PIB mundial este año de seis décimas (el Banco Mundial sólo resta una) y la Organización Mundial de Comercio (OMC) predice una aminoración de los intercambios globales de 0,2 puntos.

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, dijo el pasado día 28 en el Congreso que España prolongará su "fase expansiva, aunque a un ritmo menor que en los últimos años como consecuencia, entre otros factores, de un entorno exterior menos favorable, de la atenuación progresiva del impulso monetario de los últimos años y de un aumento de la incertidumbre acerca del contexto global".

Los datos avanzados el jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan a que las tensiones y las dudas sobre el contexto internacional están actuando como principales lastres, de modo que la demanda nacional aportó 2,7 puntos al crecimiento interanual y la externa restó 0,3 puntos, mientras que, probablemente por el empeoramiento de las expectativas globales, la formación bruta de capital, aunque al alza, pierde fuerza tanto en inversión en activos fijos materiales como en maquinaria y bienes de equipos.

Detrás de la suavización de la fase de recuperación poscrisis (que en EE UU empezó en junio de 2009 y en la UE, en el segundo trimestre de 2013) se perciben, entre otras causas, la fatiga tras un periodo largo de restauración de daños y de recuperación del impulso (EE UU alcanzará en julio su más larga etapa de crecimiento continuo desde mediados del XIX), el agotamiento de los efectos aceleradores del inaudito estímulo monetario aplicado, el gradual endurecimiento de las condiciones financieras, el estrechamiento o cierre de la brecha de crecimiento (la diferencia entre el PIB observado y el potencial), el incremento de las medidas proteccionistas y el daño causado en las expectativas por la incertidumbre. Y en este último epígrafe se entremezclan causas económicas y políticas: desde el aplanamiento de la curva de los tipos de interés en EE UU (que suele ser antesala de frenazos agudos) al temor a una guerra comercial a gran escala, el riesgo de un Brexit duro y sin acuerdo, el ascenso de los extremismos y fuerzas disidentes en puertas de las elecciones europeas y la inquietante perspectiva de una completa normalización monetaria y subida de tipos generalizada en algún momento del ciclo y cuando la deuda mundial se ha encumbrado a niveles sin precedentes.

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