La extenuante campaña electoral a la que asistimos admite un análisis dual en torno a un bloque de derechas (Cs, PP y Vox) enfrascado en apelaciones identitarias en torno a la unidad de España, y la izquierda (principalmente el PSOE) intensificando sus propuestas en relación con la mejora de la vida de las personas. Dos formas de entender la política con reminiscencias decimonónicas, pero de plena actualidad entrado el siglo XXI.

La lectura del programa político de VOX, (asumido "de facto" por PP y Cs ), desprende un aroma inequívoco a "romanticismo nacionalista" en el que la idea de la defensa de la nación (entendida como superorganismo) prevalece relegando el bienestar de las personas que lo integran. En definitiva, el ethos de la sangre y la tierra, frente a la defensa del progreso humano a partir de la razón.

La inflamación nacionalista desatada en Cataluña le ha brindado a la derecha española la excusa para abordar la confrontación política en el terreno en el que se encuentran más cómodos, cual es el enfrentamiento identitario, apelando a una hipotética (imaginaria) ruptura de la unidad de España.

Como quiera que esta tesis no puede prosperar frente a un PSOE que ha hecho de la Constitución del 78 un fortín inexpugnable, a la vez que ha marcado con firmeza las líneas rojas infranqueables, las tres opciones de derechas se han asociado en una estrategia basada en sustituir la propuesta y el debate por la mentira, la calumnia y el insulto personal, (incluyendo la exhumación de ETA), replicando la campaña de Donald Trump, (parecen compartir asesor en la persona del Sr. Bannon) plagada de groserías y mentiras sin parangón en la historia de las democracias occidentales.

Ignoro los resultados electorales que la "coalición de derechas" va a obtener de una campaña planteada en tales términos, aunque parece que la sociedad española está optando -así lo señalan todas las encuestas- por otorgar mayoritariamente su confianza al partido (PSOE) que encarna la centralidad institucional y la moderación política.

La campaña, así concebida e implementada, resulta esterilizante, anodina, y deslucida. Esto seria el mal menor, si no fuera porque se está inoculando en la sociedad española el virus del nacionalismo supremacista, adornado de populismo, autoritario y regresivo, que se sostiene sobre la base de ideas caducas, irracionalidad y planteamientos apocalípticos, en un contexto de agresividad y vehemencia, reproduciendo esquemas que han provocado el fenómeno del resurgimiento de los partidos populistas europeos, engendrado atolladeros como el Brexit, y que han llevado a presidir países a personajes tan detestables como Bolsonaro o el propio Trump.

La sociedad occidental ha vivido durante el siglo XIX y primera mitad del XX las experiencias de los estados nación compitiendo entre si, con el resultado de millones de muertos, guerras, enfermedades y miseria. De esta experiencia se concluyó un nuevo orden internacional basado en el entronizamiento de los derechos humanos universales, leyes y organizaciones transnacionales, (entre ellas la Unión Europea), que ha supuesto más de 70 años de paz y progreso en Europa, todo ello, eso sí, pretiriendo y domeñando los excesos del estado nación.

El riesgo de involución existe, y el fenómeno de renacionalización de las políticas, que fomentan los partidos populistas europeos, y que en España abandera VOX -con el acompañamiento del PP y de Cs, en una actitud incomprensible y dañina- en cuyo ADN palpita la destrucción de la propia Unión Europea, compromete gravemente la paz, la seguridad y el progreso que -no lo olvidemos- no son logros de derecho natural, sino consecuencia de las políticas aplicadas de las últimas décadas, iluminadas por el humanismo y la razón, frente a los sesgos emocionales y los arrebatos irracionales, tan presentes aquí y ahora en la política europea y española.

"Nada hay en la naturaleza humana que impida que una persona sienta orgullo al mismo tiempo de ser francesa, europea y ciudadana del mundo". Permítame el prestigioso filósofo anglo-ghanés Appiah -autor de la frase- apropiarme de la misma para con ella ilustrar, a modo de cierre, cuanto he querido trasladar al lector.