Oviedo, Luis MUÑIZ

Convergència i Unió (CiU) hizo buenos ayer todos los pronósticos y logró una victoria sin paliativos en las novenas elecciones autonómicas catalanas al obtener 62 escaños (38,48% de los votos), seis menos de la mayoría absoluta, en unos comicios que registraron un porcentaje de abstención del 40,05%, muy inferior al que se esperaba, y en los que el PSC retrocedió con claridad al perder nueve de los 37 asientos que obtuvo en 2006.

La amplia victoria de CiU, que superó de largo el millón de votos (1.197.644 sufragios), le permite gobernar en minoría con apoyos puntuales de otros grupos, pero también puede buscar un acuerdo estable con ERC, que fue la gran derrotada de la noche: los republicanos se desploman y de los 21 diputados que sacaron hace cuatro años se quedan con sólo 10.

El PPC fue el único partido que, aparte de CiU, incrementó su número de apoyos: pasó de 14 a 18, lo que vuelve a colocar a los populares como la tercera fuerza más votada en la comunidad, con 383.746 sufragios y el 12% de los sufragios. Son los mejores resultados de su historia, superando incluso en un diputado a los logrados en 1999 por Alejo Vidal-Quadras.

Ciudadanos mantiene sus tres parlamentarios y Solidaridad catalana por la Independencia, la formación política del ex presidente del Barça Joan Laporta, consigue un sorprendente y exitoso resultado al entrar por primera vez en el hemiciclo con nada menos que cuatro diputados y 102.166 votos.

Todas las fuerzas políticas que integraban el tripartito presidido por José Montilla acusan el desgaste producido por la acción de gobierno, pero, de las tres, la más castigada fue, de largo, ERC, que ve mermadas sus filas en 11 parlamentarios y pierde 200.000 votos. Le sigue muy de cerca el PSC, que se queda con 28 diputados y obtiene 230.000 sufragios menos. El mejor resultado de los tres fue el de ICV, que sólo perdió dos escaños (pasa de 12 a 10) y 52.800 votos.

Los resultados cosechados por el PSC son los peores de su historia, ya que no sólo se queda muy lejos de los 37 asientos que obtuvo en 2006, sino por debajo incluso de los 33 que sacó en las primeras elecciones autonómicas, celebradas en 1980, una renta que, hasta ayer, era su peor registro.

La debacle electoral del PCS fue anoche de tal calibre que sólo cinco minutos después del cierre de los colegios electorales, su viceprimer secretario y portavoz, Miquel Iceta, reconocía la derrota y tendía la mano a CiU para «colaborar responsablemente en el combate de la crisis». Bastó con la difusión del sondeo a pie de urna encargado por TV3 y Catalunya Ràdio que daba a CiU entre 63 y 66 escaños y al PSC, entre 24 y 27, para que los socialistas catalanes dieran por enterrada cualquier posibilidad de seguir al frente de la Generalitat.

Y es que CiU y su candidato, Artur Mas -que ya lo había intentado dos veces-, protagonizaron ayer una contundente victoria, con una ganancia de 14 escaños con respecto a 2006. De la rotundidad de su triunfo da idea el hecho de que los convergentes superan en 14 asientos la suma de los parlamentarios de los tres grupos del difunto tripartito.

La victoria permite a Mas, como él quería, gobernar sin ataduras, y, aunque se queda a seis escaños de la mayoría absoluta, no parece probable que busque un acuerdo con ERC -la fuerza política que ayer sufrió el castigo más severo-, pese a la sintonía nacionalista que hay entre ambos partidos.

Parte del castigo infligido a ERC debe ser achacado a la espectacular entrada en política de Joan Laporta, con sus cuatro diputados, y a la escisión del grupo de Joan Carretero, cuyo Reagrupament no consiguió representación parlamentaria. Como tampoco la lograron UPyD, con Antonio Robles, la Alternativa de Govern, de Montserrat Nebrera, y la xenófoba Plataforma per Catalunya de Anglada.

CiU, además, fue la formación más votada en las cuatro provincias y sacó 35 diputados en Barcelona y 9 en cada una de las otras tres.

La participación fue del 59,95 por ciento, más de tres puntos superior a la de hace cuatro años (56,77 por ciento) y se sitúa en un término medio entre las registradas en las elecciones catalanas desde los comicios de 1980, que van desde el 64,3 por ciento de las elecciones de 1984 al 54,87 por ciento de las autonómicas de 1992, las citas con las urnas que contaron con un menor número de electores.