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Acoger y despenalizar

Acoger y despenalizar

Un libro sobre la parroquia, recién publicado, y las manifestaciones de alegría de la Iglesia de México por la despenalización de la migración ilegal me dan pie para el comentario de hoy. Acoger y despenalizar es puro Evangelio.

parroquia hoy

Tengo sobre la mesa un libro recién publicado «A vueltas con la parroquia: balance y perspectivas» y a mí, que creo en la parroquia y la amo, me está encantando. La parte histórica está muy bien tratada, su origen se remonta al siglo IV, cuando, al reconocer por el Edicto de Milán a los cristianos como ciudadanos del Imperio Romano, favoreció que se pudieran mover libremente.

En los siglos XVIII y XIX la parroquia vive la influencia de los cambios sociales y se empieza a ver la importancia de los laicos en la acción pastoral y la necesaria independencia de la Iglesia respecto de los poderes públicos. El Concilio de Trento también reformó la parroquia, dice de ella que es la unidad pastoral más importante y da mucha relevancia a la práctica sacramental, que felizmente sigue siendo lo que más une a los cristianos con la parroquia.

En Francia, en los años cuarenta, un fuerte movimiento misionero planteó una revisión del modelo de parroquia y movió hacia un tipo de la parroquia abierta a la sociedad, y nacen llenas de vitalidad actividades parroquiales para acoger a jóvenes, marginados, etcétera.

En la parroquia se dan los elementos fundamentales que constituyen la vida cristiana: palabra de Dios, sacramentos, comunidad, ministerios y atención a los necesitados. En la práctica, la parroquia es la referencia más cercana y común para los creyentes. En el Concilio Vaticano II se define a la parroquia como parte de la diócesis y como comunidad de fieles que se reúne para la Eucaristía, da testimonio del Señor resucitado y evangeliza el entorno.

Nuestras parroquias deben sentirse comunidades en estado de misión y deben ayudar a superar el divorcio entre la Iglesia y la sociedad.

Despenalización de la Migración ilegal

La Iglesia católica en México ha visto con buenos ojos las recientes reformas migratorias aprobadas por el Congreso del país mediante las cuales en la ley general de Población se despenaliza la migración ilegal. En ese país ingresan miles de centroamericanos de manera ilegal, para cruzarlo e intentar llegar a los Estados Unidos; pero muchas veces reciben amenazas y malos tratos en México, lo que ha hecho levantar la voz a la propia Iglesia en numerosos foros.

La revista «Desde la Fe» el órgano de comunicación de la Archidiócesis de México, dice que la aprobación unánime de diputados y senadores sobre la eliminación de cargos penales a indocumentados que ingresen a México, y la posibilidad de levantar sanciones en contra de las casas de auxilio a migrantes, que solidariamente ayudan a mejorar las condiciones dramáticas en las que se realiza la movilidad humana, es un gran avance humanitario sobre este fenómeno social. Pero también advierte dicha publicación sobre el aumento de casos de secuestro, extorsión y crimen organizado generados en torno a la migración -muchas veces bajo complicidad de autoridades- y siendo los niños y las mujeres los más afectados por su grado de vulnerabilidad ante crímenes como la trata de personas, las redes de pornografía, el comercio sexual, el abuso y el maltrato.

Cuando la Unión Europea está tratando de tomar medidas más duras contra los emigrantes llamados ilegales, me alegra la actitud de los hermanos mexicanos. Una ex ministra de Exteriores noruega, Janne Haaland Matlary, decía hace unos días: «Es tan elevado el grado de relativismo que en las políticas occidentales, en particular en las europeas, ya no existen valores fundamentales comunes desde el punto de vista antropológico, hasta el punto de que parece imposible descubrir qué es un ser humano».

José María Díaz Bardales es párroco de Fátima, en La Calzada.

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