Eloy MÉNDEZ

Como no querían otra Nochevieja al uso, con turrones y peladillas en la mesa y un programa de actuaciones musicales enlatadas en la televisión, José Luis González y Ana Cuervo montaron a sus hijas Ylenia y Aleida en el coche a las once de la noche rumbo a Gijón. «Nos enteramos por Internet de que en la plaza Mayor hacen todos los años una fiesta por todo lo alto», decía él nada más finalizar su viaje desde Grado y tras hacerse un hueco frente al Ayuntamiento. Pertrechados con un «kit» festivo que consístia en botella de cava, doce uvas por cabeza y gorritos de payaso, los cuatro miraban atentamente al reloj de la casa consistorial, que les iba a anunciar en apenas cuatro minutos la llegada de 2010. «¡Cuánta gente hay!», dijo uno de las niñas. «Más que nunca», le respondió una mujer autodefinida como «una fija» de la fiesta.

En otro punto de la abarrotada plaza, Miguel Cifuentes y cuatro amigos hacían cola delante del puesto donde se repartía el «cotillón oficial». No habían sido tan previsores como la familia González Cuervo, por eso se tenían que conformar con unos atuendos festivos mucho más modestos: nariz de payaso, gorro de cartón, collar de colores y matasuegras. «Decidimos venir aquí hace un cuarto de hora», decía Cifuentes, algo afectado ya por varios brindis consecutivos, mientras recogía las doce uvas que la organización repartía en pequeños envases de plástico. «Deja algo de propina», le sugirió uno de sus amigos. Él reaccionó y metió un euro en una de las huchas de la Asociación Gijonesa de la Caridad.

Junto a ellos, Laura García se desgañitaba con un mítico tema de Mecano que sonaba por megafonía: «Cinco minutos más para la cuenta atrás...». «¡Esto empieza!», gritó emocionada cuando se acabó la canción y se apagaron las luces.

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