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Billete de vuelta

Gijonesismo y vuvuzelas

Gijonesismo y vuvuzelas

Gijón es, con frecuencia, una visión del mundo. Y en estos días de exaltación futbolística, incluso una visión particular del Mundial. Resulta inevitable que el gijonesismo, como seña de identidad de sustancial arraigo, se manifieste delante del televisor al tiempo que la selección española inicia con mal pie su andadura sudafricana. Presenciar el partido del debut mundialista con un grupo de gijoneses de distinto pelaje da para una crónica a caballo entre los ecos de sociedad de la prensa de la víscera -«Casillas, da-y tira a la Carbonero»- a la gacetilla de sucesos -«Cagun ros, Torres, voy matate. Ésa la enchufa hasta Barral»- pasando por las páginas de color salmón -«¿Fijástete? El Empufo esi empufole la reforma laboral a Zapateru, que nun la quier colar por la escuadra»-. Pronunciada cada frase a tal volumen que podría llegar a oídos de Del Bosque o del jefe de los zulúes. No se olvide que, cuando un gijonés discute acerca de lo divino, lo humano o lo balompédico, su parlamento alcanza decibelios de vuvuzela.

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