J. M. CEINOS

En el Oviedo ya prácticamente cercado por las milicias republicanas al comienzo de la Guerra Civil, el diario «Región» abrió su primera página del 23 de julio de 1936, a las cinco columnas, con el siguiente titular: «Gijón, bombardeado por una escuadrilla leonesa». Más abajo, en sendos sumarios, informaba: «Los aparatos volaron previamente sobre Oviedo entre el entusiasmo de la multitud», y terminaba con dos mensajes desafiantes del coronel Antonio Aranda -máxima autoridad militar de Asturias que se había sublevado en la capital contra el Gobierno frentepopulista republicano- dirigidos al alcalde de Gijón (Jaime Valdés Estrada). El primero: «Se habrá usted convencido de que tengo aviación», y el segundo: «Pronto verá usted que dispongo de buques de guerra».

«Región» recogía las palabras de un mensaje de Aranda radiado a las seis y media de la tarde del 22 de julio, hora y media después de que aviones nacionalistas, procedentes del aeródromo militar leonés de La Virgen del Camino, dejaran caer varias bombas sobre Gijón, en concreto, atendiendo a la información del rotativo ovetense, «tres impactos en el cerro de Santa Catalina, dos en los alrededores del Ayuntamiento y otro en una casa de la subida al citado cerro». Fue el primer ataque aéreo nacionalista de la guerra contra la villa.

Por la mañana ya habían volado sobre Gijón aparatos nacionalistas, lanzando «unas proclamas invitando a abandonar su irresponsable empeño» a los milicianos y fuerzas republicanas que sitiaban a las tropas sublevadas que estaban atrincheradas en el cuartel de El Coto, en la cárcel y en el antiguo colegio de los jesuitas, convertido en acuartelamiento del Regimiento de Infantería de Montaña «Simancas» número 40.

Antes, a eso de las diez de la mañana, tres aeroplanos Breguet XIX habían sobrevolado Oviedo, donde lanzaron mensajes tales como «Viva España digna. Viva el Ejército. Viva la República», aunque también otro de índole privada y que contó «Región» así: «Dirigido a don Ángel Bravo, padre de uno de los aviadores, está concebido en los siguientes términos: "Estoy bien. Vencimos en toda España. Avisa a Maruja. Viva España. Ángel"».

La caída en manos de los sublevados, el 21 de julio, del aeródromo de La Virgen del Camino fue determinante para los bombardeos nacionalistas sobre Gijón de todo aquel mes y del de agosto, especialmente el raid del día 14, el más sangriento que se conocería hasta entonces en la ciudad.

El 28 de julio, en su última página, el diario gijonés y leal al Gobierno de la República «El Noroeste» ya informaba de «la traición de los aviadores leoneses» y relataba que en la base aérea «el fuego de los miserables tuvo eficacia porque consiguieron que el martes (21 de julio) a las cinco de la mañana fueran sitiados los leales por fuerzas de la Guardia Civil y Asalto, que también habían hecho causa común con los enemigos del régimen democrático».

En La Virgen del Camino tenía su base el Grupo 21 de reconocimiento, al mando del comandante Julián Rubio López. Sus aparatos eran Breguet XIX de bombardeo ligero y reconocimiento, entonces ya anticuados, pero capaces de transportar casi media tonelada de bombas (en su versión de bombarderos) y armados con varias ametralladoras operadas por el piloto y por el observador/bombardero.

Y el día 29 «Región» titulaba, haciendo efectiva la amenaza radiada del coronel Aranda: «Hoy llegarán a Gijón barcos de guerra» que «invitarán a los sindicatos a rendirse», pero de lo contrario «bombardearán la población». Llegó un buque, el crucero ligero «Almirante Cervera», procedente de la base naval de Ferrol, que había quedado en poder del bando nacionalista.

Al día siguiente, el periódico ovetense relataba que «desde el cuartel del Coto han visto caer diez y ocho proyectiles en el cerro de Santa Catalina, tres en la Casa del Pueblo, dos en el Ayuntamiento y dos en el cuartel de Asalto». Por su parte, el diario gijonés «La Prensa» recogía la noticia de que el bombardeo naval había causado «dos docenas de víctimas», así como que «a las tres de la tarde la radio comunicó que por el Ministerio de Marina se había dictado hoy un decreto por el cual queda borrado de la lista de los buques de nuestra escuadra el crucero Almirante Cervera que se ha sublevado contra la República, declarándolo barco pirata».

Llegó agosto. El día 6, Gijón volvió a ser bombardeado desde el aire y también desde la mar por el «Almirante Cervera». Al día siguiente «El Noroeste» relató que «por lo que respecta a las bombas arrojadas por los aparatos facciosos, se sabe que una de ellas cayó en la estación de Langreo...».

Pero el 14 de agosto sería un «viernes negro». Hacia las doce y media del mediodía aparecieron varios aviones sobre el cielo de Gijón procedentes, una vez más, de La Virgen del Camino. El bombardeo aéreo duro pocos minutos, pero alcanzó de pleno al centro de la villa. Los aeroplanos arrojaron bombas sobre la estación del Ferrocarril de Langreo, en El Humedal; en la calle de Pí y Margall (ahora de los Moros); en la cuesta de Begoña (calle de Fernández Vallín); en la calle de Jovellanos (frente al Real Instituto, entonces cuartel de la Guardia de Asalto) y en las proximidades del hospital de Caridad, que estaba ubicado en la actual plaza del Náutico. Se registraron, contó la prensa gijonesa republicana, «54 muertos y 78 heridos, muchos de ellos graves».

El raid aéreo se repitió por la tarde. Cayeron bombas en un edificio de las inmediaciones del parque Infantil, en la calle Corrida, en un edificio anejo al teatro Robledo; en la calle de Covadonga y en la del 14 de Abril (la actual calle de Begoña) y dos más otra vez en la zona del hospital de Caridad, a cuya morgue habían sido trasladados los muertos del primer ataque. El médico forense Honorio Manso contó el ingreso de 91 cadáveres en el depósito aquel día, en el que, como represalia por el raid aéreo, fueron fusilados decenas de prisioneros nacionalistas que estaban retenidos en la iglesia de San José, en El Humedal.

Durante la evacuación de los heridos del primer ataque, en la calle de Jovellanos, al miliciano Faustino Cima, cerca del cuartel de la Guardia de Asalto, se le cayó la cartera, y por ello pedía al día siguiente en la prensa que la entregara quien la hubiera recogido. También el mismo día 14, pero en Madrid, el gijonés Bernardo Casielles, el mejor matador de toros que dio Asturias, era ascendido a capitán de milicias tras ser herido de gravedad en el frente de la sierra madrileña.

Anécdotas de un día trágico aparte, el 18 de agosto, «El Noroeste» señalaba como «autor moral y se supone que material» del bombardeo del día 14 al sargento de Asalto «Arcadio Rubio, que estuvo durante ocho años en Gijón (...) Y dada la forma en que se desarrolló la canallesca acción, es de suponer que a bordo de uno de los aparatos viniese ese nefasto y criminal sargento de Asalto».

Un año después del bombardeo, en el diario «Avance», que se editaba en Gijón, se publicaron varias esquelas de aniversario de víctimas del raid: las de Luis Valdés Alonso, Azucena Robés Huergo (de 14 años de edad), Pepín Menéndez Montero, Nieves Fernández Rendueles (operaria de la Fábrica de Tabacos), Eduardo Rodríguez Cid, Gerardo Piñera Campos y Faustino Rodríguez Rodríguez (guardia de Asalto). Los bombardeos siguieron hasta octubre de 1937. El día 21 los nacionales entraban en Gijón.