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Latidos de asturianía en la Laboral

El historiador Miguel Álvarez recupera para su tesis doctoral el origen de la obra de Enrique Segura en el teatro del complejo de Cabueñes

Miguel Ángel Álvarez posa ante un boceto realizado para el frontispicio.

Asturias late con fuerza en las pinturas murales realizadas por el artista Enrique Segura Iglesias para el teatro de la Universidad Laboral de Gijón. Según Miguel Ángel Álvarez, historiador e investigador asturiano que se encuentra redactando su tesis doctoral sobre el afamado retratista, y que mañana impartirá una conferencia en el marco de las actividades del 60.º aniversario de la fundación de la Laboral organizadas por la asociación de exalumnos, Segura recogió magistralmente la esencia de la sociedad asturiana gracias a sus continuos y exhaustivos contactos con la ciudadanía, dibujando y esbozando sin cesar por todos los rincones de nuestra región, con el objeto de plasmar su forma de vida, sus costumbres, y ante todo, el espíritu genuino que caracteriza al asturiano.

Los numerosos análisis y estudios que realizó desde 1953 le sirvieron de base para reinterpretar la idea y traducirla al lenguaje pictórico en un encargo que le habían solicitado los responsables del proyecto de la Laboral de Gijón. Así, tras haberle sido contratados servicios profesionales por parte de la Fundación "José Antonio Girón", Segura codificó ese lenguaje pictórico hasta dar forma a unas pinturas que meses después pudieron ser contempladas en el frontispicio del Salón de Actos de la Universidad donde trató de expresar plásticamente que es posible la nivelación de las clases sociales por medio de la cultura generosamente alardeada. A juicio del joven historiador asturiano, Segura cumplió "con nota y de manera magistral" el papel que le había sido encomendado de trasladar a la sociedad la importancia social del proyecto educativo de Gijón.

De esta forma, el lienzo de pared de 120 metros cuadrados fue tomando cuerpo y recogió de forma alegórica y simbólica las actividades laborales más genuinas de nuestra comunidad como la minería, la pesca, la agricultura, la ganadería, y la producción industrial. La autenticidad de los personajes recogida en multitud de bocetos quedó reforzada con la captación de los modelos humanos en las cuencas mineras, en los puertos marineros, en la Asturias más profunda y rural cargada de gentes humildes dedicadas a los quehaceres locales. Tras meses y meses de trabajo, con docenas y docenas de apuntes acumulados, dibujos y magníficos bocetos, que incluso podrían haber permitido en aquel momento crear un auténtico museo acerca del mundo laboral de la época, como apunta Álvarez, el pintor sevillano aglutinó el material conformando un verdadero mosaico en vivo caracterizado por la riqueza del dibujo y del color. El naturalismo y el realismo presentes tanto en los bocetos previos como en las pinturas realizadas, le permitieron trasladar las ideas de vida y movimiento gracias a la "palpitación de las carnes" presentes en cada personaje.

A este elevado grado de asturianía presente en la pintura mural de Segura, hay que sumar la importancia de todos los personajes incluidos en la misma; por un lado, en calidad de patronos del proyecto, ideólogos, empresarios, y otros colaboradores. A petición expresa de la "Fundación José Antonio Girón", Segura tuvo que incluir plásticamente al arquitecto y responsable del proyecto Luis Moya Blanco, al arquitecto gijonés al cargo de la ejecución de los trabajos José Marcelino Díez Canteli, al afamado y notable escultor asturiano Manuel Álvarez Laviada, y así mismo en calidad de autor del frontispicio, autorretratado, como lo habían hecho anteriormente grandes artistas a lo largo y ancho de la Historia del Arte Universal.

La habilidad de artista en el manejo de la paleta hizo que desde mediados de julio de 1953, y en tan sólo tres meses, concluyese su trabajo en el frontispicio recibiendo de forma inmediata importantes muestras de admiración. Cuenta Álvarez que los elogios hacia "esta acertada obra pictórica, sin precedentes en nuestra región, coparon páginas y páginas cargadas de historia, nuestra historia, y la de un gran proyecto educativo".

Pocos meses después, y con la idea de reforzar la riqueza pictórica y ensalzar la imagen artística del centro educativo, se planteó un nuevo proyecto para escenificar la Historia de la Laboral de Gijón a través de una nueva pintura mural, en el conocido Salón de Recepciones, actual Sala de Pinturas. Para ello, además de Segura, como candidato firme para su realización por la buena imagen cosechada en el proyecto anterior, el patronato quiso contar con otros artistas de reputado prestigio. En los primeros momentos, Moya mantuvo contactos profesionales con Salvador Dalí en su estudio de Cadaqués, con el objeto de cerrar las premisas básicas para la realización de "un salón hecho por el más discutido y estupendo pintor del momento", cerrando incluso la cuantía económica que llevaba aparejada. Fueron posiblemente las mejoras ofrecidas por Enrique Segura, rebajando voluntariamente el coste, y el grado de satisfacción general que causó en el Patronato la obra ya ejecutada, lo que motivó el desinterés final hacia la participación de Dalí.

El tema pictórico del nuevo proyecto que fue aprobado por el Patronato contando con el visto bueno de Moya, incidía en la plasmación de la historia de la Laboral como motivo esencial, y como complemento del mural del Salón de Actos, a través de un nuevo mural de unos 450 metros cuadrados. La pintura a realizar debía transcribir el destino social de la institución, cuyo objeto inicial era reparar en parte los daños causados y originados en los accidentes de la minería y la pesca de nuestra región, así como atender a los imperativos de la justicia social. En el panel principal el pintor transmite la "Lucha entre el Bien y el Mal", y sus figuras crecen sobre cimientos de raza, religión, patria, y de asturianía, con la Santina en lo alto.

Tras concluir sus trabajos en la Laboral, Segura descubrió que su arraigo en nuestra región era mayor del esperado. Su hijo Javier Segura Coronado, nació aquí durante la realización de la Sala de Pinturas, lo que le condujo tiempo después a establecer su segunda residencia en la zona oriental asturiana, en el concejo de La Franca donde residió muchos años, y le permitió mantener un contacto cercano con el paisaje y la riqueza cultural de nuestra región. Llanes, Cangas de Onís, Covadonga, Cabrales?, no le quedó ningún rincón por conocer. Aunque sevillano de nacimiento, Segura siempre se ha sentido asturiano de corazón. El contacto pleno que mantuvo con Asturias, con sus gentes, y con su ambiente, le fueron conquistando, mientras que la luz y el paisaje fueron cautivando a su paleta pictórica, hasta el punto que en su prolija producción tiene un amplio elenco de paisajes y bodegones asturianos, y como no, de personajes retratados.

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