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GREGORIO MORÁN SUÁREZ | Periodista, presenta la reedición de "El precio de la Transición"

"En la Transición lo que se planteó es que el único que podía robar era el Rey"

"De Podemos asusta todo, incluso su propia existencia; está fuera de control y no hay cosa más peligrosa que un enemigo desconocido"

Gregorio Morán, ayer, en Gijón, con un ejemplar de "El precio de la Transición". MARCOS LEÓN

En 1991 el periodista Gregorio Morán Suárez (Oviedo, 1947) publicó el libro "El precio de la Transición". El año pasado sacó a los anaqueles una nueva edición de la obra, en la que pasa revista a lo que fue el paso de la dictadura franquista a un sistema democrático. Morán presentó ayer la reedición de "El precio de la Transición", en el colegio público Jovellanos, invitado por la Sociedad Cultural Gijonesa, y hoy, en Oviedo, hará lo mismo, a las siete de la tarde, en el local de Cambalache, a través de La Ciudadana Asociación Cultural.

-¿Qué le quedó en el tintero?

-Hay un prólogo nuevo y cortes que hubo que reponer. Pero, prácticamente, es el mismo libro, pero cuando apareció en 1991, además de matarme a hostias, decir barbaridades sobre el autor y que gente como yo no debía vivir en España, ahora es visto por las nuevas generaciones como capital. El problema no es mío, es lo que pasó en la gente de las nuevas generaciones.

-¿Cuál fue el precio?

-El precio sigue siendo el mismo, pero en 1991 no había precios, la Transición era una operación angelical y maravillosa, hecha por unos personajes encantadores y patriotas, era una competición de patriotas, pero, sin embargo, el precio seguía siendo el mismo. Pero ahora la gente empieza a preguntarse y, en algún caso con exceso, achaca todo al desastre de la Transición, y no, la Transición salió muy bien para algunos y mal para muchos, pero no resolvió absolutamente nada.

-¿Como escribió Lampedusa, fue cambiarlo todo para no cambiar nada?

-Tampoco fue eso, realmente no se cambió nada, sencillamente dejó de haber un dictador y subió un rey. La frase de Lampedusa tiene mayor fuerza, exige Garibaldi e, incluso, la estafa de una revolución, pero aquí hubo una tranquilidad y un silencio acojonantes, los sindicatos se comportaron como ni siquiera los laboristas británicos, y así sucesivamente. Los partidos aceptaron las condiciones y, además, fue un periodo muy breve, que va desde la muerte de Franco, en noviembre de 1975, hasta la victoria electoral del PSOE, en octubre de 1982. Sin embargo, ahora parece que es un fenómeno trascendental, y lo fue, pero hay una cuestión fundamental, que es a la que nadie le da importancia: cuando el señor Rodolfo Martín Villa (ministro del Interior) dio la orden de quemar los archivos. No hubo ningún historiador que saliera al paso, todos estaban tan contentos con la Transición, les parecía maravilloso que se quemaran los archivos. La verdad es que uno se queda perplejo por la cantidad de barbaridades que se hicieron como si fuera la cosa más normal del mundo.

-¿Por qué?

-Pues era conseguir pasar a la libertad con la liquidación del dictador, y con eso se compensaba todo.

-¿Los lodos de la crisis institucional actual son consecuencia de los polvos de la Transición?

-Es verdad que del análisis de la Transición se detecta, de una manera muy clara, nuestra crisis actual. Se detecta en unos partidos que salen del franquismo con una fragilidad enorme. El momento clave de la Transición es cuando ocurre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y nadie sale a la calle, es más, hubo que esperar dos días para que se montara una manifestación; pero que toda España estuviera esperando a lo que dijera el Rey creo que, con la perspectiva de los años, conmueve.

-Las encuestas electorales dan mayoría otra vez al PP, ¿qué le parece?

-Lo mismo le podría decir respecto al PSOE, que también permitió niveles de corrupción en zonas determinadas, como es el caso de Asturias con el SOMA-UGT. Pero es que la gente seguirá haciendo lo que puede, perpleja, sorprendida, burlada, pero en esta crisis política no ha quedado bien nadie, por no decir que todo el mundo ha quedado rematadamente mal. ¿Por qué en un país más trabajado como es Italia se votaba a Berlusconi?, pues debido a que daba seguridad. La idea del voto ruptura es muy radical y el voto es para buscar seguridad, pero es verdad que por primera vez en España hay un volumen de gente asentada que tiene miedo, miedo a que se lo quiten, y estas cosas no se plantearon en la Transición, en la Transición lo que se planteó es que el único que podía robar era el Rey y los demás hacían lo que podían, pero poco.

-¿La corrupción es el sistema?

-Sí, por lo tanto por eso es tan difícil erradicarla, pero no es sólo un problema de la clase política, también del empresariado, quien paga son ellos.

-Desde Barcelona, donde vive, ¿cómo ve la situación política actual?

-La catalana la veo muy difícil y la española pendiente de las decisiones de los grandes partidos. Hay una especie de la doblez en la clase política catalana, que por un lado dicen que no quieren saber nada de Madrid, pero por otro están pendientes permanentemente de lo que se haga en Madrid.

-¿Y a la sociedad española?

-Sobre todo lo que hay es una especie de decepción absoluta. La idea más clara de lo que sucede la da el País Vasco, donde cómo es posible que un partido como Podemos, que en el País Vasco ni tiene infraestructura ni dirigentes ni hizo propaganda, de pronto se convierte en la primera fuerza política. Esto significa un rechazo de la ciudadanía a la clase política.

-¿Por qué a tantos asusta Podemos?

-De Podemos asusta todo, incluso su propia existencia; está fuera de control y no hay cosa más peligrosa que un enemigo desconocido.

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