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JOSÉ MIGUEL FERNÁNDEZ SUÁREZ, "CHECHU" | Expresidente de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto de Jovellanos

"Nuestra asociación tiene que proteger y difundir el proyecto de Jovellanos"

"La prueba del nueve de que todo funcionó es que entré hace ocho años en la presidencia de 'bombero' y ahora hubo dos candidatos"

José Miguel Fernández Suárez, ayer, frente a Fomento. ÁNGEL GONZÁLEZ

El economista, por la Universidad Complutense, José Miguel Fernández Suárez, "Chechu" (Gijón, calle del Instituto, 1942) se encontraba de vacaciones en Argentina cuando le comunicaron, por mensaje telefónico, que acababa de ser "designado" presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto de Jovellanos, donde estudió. Ocho años después dejó el cargo y la pasada semana fue elegido para sustituirle Manuel Santiago López, que es profesor en el citado centro docente. "Soy partidario de no agotar los tiempos. La frontera entre que te dicen quédate y márchate es muy fina", afirma Chechu, que fue director general de Aceralia Transformados.

-¿Cuando recibió el SMS la asociación estaba en la UCI?

-Digamos que estaba en una situación muy delicada. Al fallecer Alfredo Villa (anterior presidente y durante muchos años secretario del Ayuntamiento de Gijón) la asociación no tenía muchos socios y eran bastante mayores, además de que también se quedó sin liderazgo por la muerte de Villa. Pero tengo muy buenos recuerdos del instituto y me convencieron.

-¿Se cumplieron los objetivos que se marcó?

-Creo que conseguimos lo que nos proponíamos. La asociación supervivió gracias, sobre todo, al interés que pusieron Manuela Díaz y Ana Calleja en la junta directiva. Primero, revitalizar la asociación, y luego conseguir la medalla de oro de Gijón para el Real Instituto de Jovellanos, incrementamos el número de socios y los premios anuales de nuestra asociación tienen un gran prestigio en la ciudad, lo que también da visibilidad a la asociación, que es muy importante. En estos ocho años también fue un placer trabajar con los miembros de la junta directiva, compañeros todos de clase o de cursos muy próximos, lo que, en cierta forma, fue revivir los tiempos de estudiantes. Y la prueba del nueve de que todo funcionó es que hace ocho años entré en la presidencia de "bombero", no había candidatos, y ahora se presentaron dos (Manuel Santiago López y Juan José García Rúa), que es un triunfo y una tranquilidad de que la asociación queda en buenas manos. Ambos son muy solventes y, al final, Rúa tuvo la grandeza de ver que dos candidaturas podrían levantar algún resquemor y retiró la suya, "chapeau" para él.

-¿Cuántos socios?

-En estos últimos ocho años, contando las bajas vegetativas, el número creció en un setenta por ciento. Ahora somos unos trescientos cincuenta socios, pero cotizantes, de los de verdad.

-¿Cuesta hacer nuevos socios?

-Por ejemplo, en el colegio de los jesuitas los chavales cuando terminan los estudios salen como antiguos alumnos, lo que no ocurre en el Instituto de Jovellanos. Pero ahora, con el nuevo presidente, se facilitará que se hagan más socios. Soy partidario de que a los chavales, según salen, se les haga socios sin pagar cuota, y cuando tengan cuarenta años, con la vida ya hecha, que decidan si quieren seguir o no como socios cotizantes. Por otra parte, tratamos de que la asociación no fuera sólo para merendar una vez al año y, por ello, el trabajo fundamental de los últimos ocho años fue darle visibilidad.

-Por ejemplo con los premios que conceden anualmente...

-Claro. Como había un fondo de gente muy importante que había estudiado en el Instituto de Jovellanos merecía la pena aprovecharlo. Formamos un jurado muy potente con Aurelio Menéndez y otra gente con mucha solvencia científica en todos los ámbitos del saber y, a partir de ahí, los socios presentaban las candidaturas. Así fueron premiados, entre otros, la profesora María Elvira Muñiz, el historiador Luis Suárez, Vicente Álvarez Areces, el médico Pedro Sabando, Sergio Marqués, el cardiólogo José María Valle, el biólogo José Luis Jorcano, el físico Enrique Fernández o Manuel Martínez, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

-¿Valoran los gijoneses en su justa medida lo que fue y es el Real Instituto de Jovellanos?

-Por eso, precisamente, nuestra asociación tiene que proteger, difundir y expandir lo más posible el proyecto de Gaspar Melchor de Jovellanos. Gijón no está sobrado de actividades culturales importantes, y mucho menos históricas. Por eso nuestra asociación reúne las dos condiciones: es un proyecto histórico y cultural. Cuando Jovellanos pensó en el instituto en 1794, Gijón tenía seis mil habitantes y había sólo dos personas que se dedicaban a la enseñanza. Lo que se va a poner en los nuevos estatutos de la asociación es la importancia que tuvo el Real Instituto de Jovellanos en el desarrollo social, cultural y económico de Gijón.

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