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Cuando los asturianos hicieron las maletas para construir Europa

La muestra "Caminos de ida y vuelta" rememora la emigración en el franquismo

Emigrantes asomados a la ventanilla de un tren Revista Carta de España

La emigración es una constante en la historia de Asturias. El deseo de prosperar, la mera supervivencia o el ansia de libertad han sido algunas de las motivaciones, acaso las principales, que han llevado a millares de asturianos a abandonar sus raíces para buscarse la vida en el extranjero, primero en ultramar, cuando se registró la gran migración a América en el sigo XIX y principios del XX, y luego por toda Europa, especialmente en la década de los sesenta y primeros setenta del pasado siglo. Un fenómeno, este último, del que da cuenta la exposición "Caminos de ida y vuelta: Emigración asturiana a Europa y retorno", que se inaugura este jueves en el centro municipal integrado Ateneo de la Calzada, en Gijón.

Coordinada por los historiadores Rubén Vega e Irene Díaz y organizada por la Asocición AFOHSA, -en colaboración con la Asociación Emigrantes Españoles y Retornados de Asturias (AEERA) y la Dirección General de Emigración y Cooperación al Desarrollo, y subvencionada por la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón-, la exposición recoge el testimonio de trece emigrantes que retornaron a la región tras haber residido en Francia, Bélgica, Suiza o Alemania, principales destinos de los asturianos.

Ellos son Carmen Burón (emigrante en Suiza), Concepción Menéndez (emigrante en Alemania), Pilar Burgo Arenas (emigrante en Bélgica), Roberto Ignacio Trueba (emigrante en Bélgica), Emilio García Tuñón (emigrante en Bélgica), José Luis Huerga (emigrante en Francia, Suiza y Argelia), José Manuel Castaño (emigrante en Alemania), Luis Álvarez Ania (emigrante en Suiza), Manuel Martínez Boces (emigrante en Francia), Herminio Álvarez Vila (emigrante en Bélgica), Manuel Ruiz García (emigrante en Bélica), María Luisa Padín (emigrante en Bélgica) y Emilia Niembro Velasco (hija de emigrados a Alemania). A través de sus relatos, de sus recuerdos de la emigración, se articula una exposición cuyo principal atractivo son las numerosas imágenes, extraídas de archivos familiares y colectivos, de aquella diáspora asturiana que fue protagonista en un momento clave de la construcción del proyecto europeo, pero también del llamado "milagro económico español", ya que el dinero que enviaban a sus familiares ayudó a traer la prosperidad a esta tierra.

Pero todo eso se logró a costa de un gran sacrificio personal, como relatan en la muestra los emigrados, retornados todos ellos por iniciativa propia -bien fuese al alcanzar cierto bienestar económico o bien al recuperar España la senda de la democracia- o por necesidad -obligados tras perder su empleo a consecuencia de la recesión de 1973-.

Algunos de estos relatos resultan conmovedores. Como el de Carmen Burón, cuando cuenta cómo tuvo que separarse de su hija: "A los dos meses de nacer mi hija en Lucerna, la mandé a España. ¡Fíjate el sacrificio que teníamos que hacer! Para poder seguir yo trabajando allí, porque si la mujer allí no trabajaba, estábamos lo comido por lo servido. No ahorrabas nada. Entonces yo para poder seguir trabajando allí mandé a mi hija, con dos meses, con mis cuñadas y mi suegra y entonces, como al año y medio vine a verla y mi hija me miraba? y se abrazaba a la tía, que para ella era su madre".

Las historias se entrelazan con las imágenes de despedidas en el andén, de trenes atestados y negocios y fábricas en países extranjeros, los lugares donde los asturianos trataban de ganarse la vida. Instantáneas en blanco y negro que dialogan con los retratos actuales de los emigrantes, realizados por el fotógrafo Álex Zapico. Muchos de ellos se convirtieron en hormigas, viviendo apenas para trabajar y ahorrar, siempre con la idea de volver. Pero otros tuvieron un mayor contacto con las sociedades que les acogieron, y trajeron consigo algo más importante que el dinero:

"Hay gente que, al salir de España, descubre que en esos países hay libertad política, hay elecciones. Se va generando una sociabilidad política democrática que luego, cuando vuelven, será algo que traigan consigo. Vienen contando cómo son las condiciones de trabajo y sindicales. Son un factor de democratización", concluye Rubén Vega.

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