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Gijón en retrovisor

Pedro de Silva intentó crear la Universidad Iberoamericana en la Laboral

El entonces presidente contó con el respaldo de Pedro Masaveu y la Fundación Príncipe de Asturias, pero la oposición en Oviedo fue total

Pedro de Silva, en una reunión, con su primer Gobierno, en el que estaba Jesús Fernández Valdés.

El primer presidente del Consejo de Gobierno del Principado de Asturias tenía muy claras dos cosas: la austeridad en su gobierno -sus consejeros solamente cobraban ciento cincuenta mil pesetas y les dijo en un encierro de trabajo en el hotel "San Ángel" en Colombres que el que quisiera ganar dinero que se fuese a la empresa privada- y la imaginación para sacar adelante una región que se encontraba en una profunda crisis industrial, por lo que precisaba urgentemente de nuevos estímulos intelectuales y económicos.

Consecuente con todo ello, al poco tiempo de tomar posesión, Pedro de Silva llevó discretamente en su coche privado -un R12- al presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, Pedro Masaveu, a recorrer juntos sin mirar el reloj y en solitario -sin escolta, ni cortejos oficiales- la antigua Universidad Laboral. Pedro Masaveu captó muy pronto el mensaje que Pedro de Silva le transmitió: había que dar una mayor utilización a aquella joya arquitectónica y una excelente iniciativa sería crear allí la primera universidad iberoamericana de España, como una gran operación de alta política de Estado, a modo de preludio de la conmemoración del V Centenario del descubrimiento de América. A fin de evitar una nueva guerra de localismos entre Oviedo y Gijón, una de las cosas en las que se hizo especial hincapié fue que esta singular universidad iba a ser la universidad de la Corona, de ahí que nadie pudiera discutir el emplazamiento, al ser el Principado de Asturias el origen del Reino de España. Así no solamente se trataba de que la opinión pública asturiana comprendiese y asumiera que los edificios, instalaciones y terrenos que tiene la Universidad Laboral eran una oferta inmejorable, sino que fuese también un elemento disuasorio para frenar las aspiraciones de otras regiones españolas.

El rector Marcos Vallaure estaba de acuerdo. Dada la sintonía total entre el gobierno del Principado de Asturias y la Fundación Príncipe de Asturias se contrastó el proyecto con el rector de la Universidad de Oviedo, Alberto Marcos Vallaure -cuya Junta de Gobierno lo aprobó- y se encargó un informe a un equipo de profesores bajo la dirección de Rodrigo Uría. En treinta folios se plasmó aquella excelente idea de crear la Universidad Iberoamericana Príncipe de Asturias entre cuyos objetivos estaba: impulsar la formación científica y la investigación al más alto nivel, así como también promover la plena incorporación de España y de la comunidad iberoamericana de naciones del mundo en la ciencia moderna; además de la formación de doctores en las diversas disciplinas de licenciados universitarios iberoamericanos que estuviesen en posesión de excepcionales expedientes académicos. Todo ello para intensificar las relaciones entre España e Iberoamérica desde una plataforma nueva: la generada por el cultivo de la Ciencia y la Cultura de nuestro tiempo.

Pedro de Silva había logrado entonces la cuadratura del círculo para abrir nuevos escenarios a la anquilosada mente de la sociedad asturiana: una idea renovadora de los endogámicos conceptos universitarios con la utilización de las abandonadas instalaciones de la Universidad Laboral, el respaldo de la Corona a través de la Fundación Príncipe de Asturias y lo que es fundamental: la financiación que iba a aportar el Instituto de Cooperación Iberoamericana, gracias al apoyo del asturiano universal nacido en El Franco, Enrique Iglesias.

Los del "Oviedo de toda la vida" desenterraron el hacha de guerra. Pero todo se vino abajo cuando en Oviedo desenterraron el hacha de guerra y la Fundación Príncipe de Asturias tuvo que quemar apresuradamente todos los folletos que habían editado para la convocatoria de becas que no nos iban a costar una peseta a los asturianos porque las pagaba el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

Las hemerotecas son implacables y hasta se opuso la enteléquica Asociación para el Progreso de la Universidad (APU) con argumentos tan peregrinos basados en estas ridículas tesis: "Trasladar a España la formación de futuras clases de dirigentes de los países iberoamericanos que actualmente estudian en París, Londres o Moscú, espíritu muy alejado del deseable espíritu de cooperación entre pueblos hermanos en lengua y cultura y que trasluce un proteccionismo delirante mezclado con una buena dosis de grandonismo de provincias? Sin saber en quien iban a recaer las enormes partidas económicas en un momento de situación de depresión económica en Asturias".

Muy triste, pero así fue y aquel gran proyecto quedó olvidado para siempre en un cajón. Nunca se van a dar circunstancias similares.

Dos ovetenses convierten a Gijón en la capital de los jóvenes. Por aquellos tiempos había -no obstante y afortunadamente- personas pensantes que comprendían que Oviedo y Gijón eran ciudades complementarias. El imaginativo ovetense Ignacio Quintana -contando con la gran capacidad creativa del también ovetense residente en Gijón, Juan Cueto Alas- desarrolló un espectacular despliegue de iniciativas como director general de la Juventud. Tras convertir a Cuenca en la capital de la polifonía, a Salamanca en la capital de la pintura y a Almagro en la capital del teatro volvió sus ojos hacia Gijón para convertirla en capital de la juventud. Con un presupuesto de veinte millones de pesetas y el lema "Aterriza como puedas" con el que se pretendía estimular la espontaneidad quiso que Gijón fuese la universidad de verano de todos los jóvenes por lo que ubicó los encuentros en las magníficas instalaciones de la Universidad Laboral, al calificarlas de completas y flexibles. Debido a ello utilizó como argucia el nombre de "Cabueñes 83", como truco publicitario para animar a los jóvenes a ir hacia lo desconocido.

Ya entonces se afrontaron temas como el Medio Ambiente -hasta se hicieron gestiones para que el barco "Sirius" de "Greenpeace" hiciese escala en el puerto de El Musel como respaldo a las jornadas ecologistas- y los horizontes políticos que se abrían con los movimientos sociales alternativos.

El Ayuntamiento dispuso de quinientas plazas en los colegios nacionales y también pensó en la solución de la acampada como medio más barato, por lo que creó un camping en Las Mestas, a medio camino entre el centro de la ciudad y la antigua Universidad Laboral.

Ray Charles actuó en la plaza de toros. Como entonces tampoco había buenas conexiones aéreas el encargado como conductor del coche más lujoso que se pudo alquilar de ir a buscar a Ray Charles al aeropuerto de Bilbao fue Paco Currás -su elección fue debida a que hablaba perfectamente inglés- y su sorpresa fue mayúscula cuando vio que al famoso pianista y cantante de jazz ciego desde la infancia, lo metieron en el coche como un guiñapo. Ni una palabra pronunció en todo el viaje por lo que no precisó de intérprete alguno y cuando llegaron a Gijón el misterioso asistente que le acompañaba le puso una inyección antes de entrar al escenario del coso taurino. Entonces Ray Charles resucitó o algo así, claro.

Aunque Ignacio Quintana era consciente de que algunas de las conclusiones de las jornadas podrían ser críticas con el gobierno del PSOE creyó que habría que crear este punto de encuentro para saber por dónde van los tiros de las ideas de los jóvenes, para los que recomendó que había que tener más fe, esperanza y caridad. El director general de la Juventud se limitó a cuestiones de intendencia en aquellas jornadas con las que se pretendía que se hablase de Gijón y de Asturias en toda España. La gran incógnita que tenían los organizadores era la de la participación a la hora de la verdad.

Al final no acudieron masas incontrolables, pero entre aquellos primeros encuentros y los que se organizaron después fue, desde luego, algo así como pasar del cielo a la tierra.

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