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ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT | Escritora, presentó ayer "Mi querido asesino en serie"

"No mataré jamás a Petra Delicado"

"Tampoco pasaré a la inspectora a la reserva porque los seguidores te exigen; la autora ya no cuenta"

Alicia Giménez Bartlett, ayer, en la "Carpa del Encuentro" de la "Semana negra", con un ejemplar de su última novela. MARCOS LEÓN

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Es la gran dama de la novela negra española. Un fenómeno editorial (en Italia la adoran) por la serie de la inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón. Y ha ganado, además, el "Planeta" y el "Nadal". Alicia Giménez Bartlett presentó ayer en la "Semana negra" la décima pesquisa de su lúcida investigadora. "Mi querido asesino en serie" (Destino) no defrauda a los lectores fieles a la serie.

-¿Cómo ha ido cambiando Petra Delicado?

-Es una pregunta difícil, porque las señas del personaje no se han alterado básicamente. Se hace mayor y tiene quizás reacciones más suaves, aunque sigue siendo peleono y cabezota. Tal vez su sentido del humor es más cáustico.

-Parece que con esta novela quisiera romper el tópico de que España no da asesinos en serie.

-Está ahí, sin duda. Hay un poco de parodia de las películas y series americanas, llenas de asesinos en serie. Parece que en el sur de Europa es más difícil encontrar asesinos en serie. Juego con esa idea y la adapto a la escena española.

-Uno de los temas de fondo es el de la soledad de las mujeres: emigrantes, viudas... ¿Fue el motor de la historia?

-Sin duda, pero la soledad en las ciudades. Sigo vinculada a Barcelona, aunque ahora vivo en el campo, en Vinaroz. Me llama la atención que la gente se para y charla, algo que en una ciudad es cada vez más impensable. Y no sólo mujeres, hombres que van a desayunar a un bar sólo por ver a alguien. Es grave.

-Algo paradójico en tiempos en los que todo el mundo está en alguna red social...

-Pero tal vez provoca un efecto engaño en mucha gente: tengo muchos amigos pero para "visitarlos" he de estar todo el día encerrado en mi casa. Todo eso provoca un desgaste emocional: encontrar a los amigos en un ordenador, en un teléfono, no cara a cara. No poder compartir con ellos un café deja un rédito muy dramático y preocupante.

-¿Empezó a escribir la novela desde esa preocupación?

-Sí, a partir de que una amiga me habló de agencias matrimoniales. Me reí y le dije que era algo del pasado. Respondió que no. En Barcelona hay muchas, así que investigué: nueve agencias presenciales, doce o quince virtuales y legales, y además las piratas. Hablé con la directora del gremio y resulta que todas tienen clientes. La gente busca compañía, amor.

-¿Cuál es el remedio a esa soledad de fondo en los tiempos digitales?

-No lo sé. La amistad, que es muy importante. Y el contacto físico, que también lo es. Las redes sociales no sustituyen nada de lo que es auténtico. Pese a los consejos de mis editores, soy una escritora que no está en ninguna red social.

-Casi una excepción...

-Lo sé; ni lo estoy, ni lo he estado nunca. Me produce una sensación de falsedad. Y es, además, un mostruo de vanidad que debes alimentar tú mismo. Tengo un sentido de la estética que me lo impide.

-Otra cuestión que está en la novela: a Petra Delicado no le gusta nada que le pongan un inspector de los Mossos d'Esquadra en la investigación del caso. ¿Una reproducción de las tensiones por el conflicto catalán?

-No me hable. La novela se empezó a escribir dos años antes.

-Pero esa tensión está en el libro...

-Sí, sí. Cuando salió, decía a mis amigos que el libro había pasado de ser una novela negra a otra de ciencia-ficción. Hay otra cosa: la competitividad entre los distintos cuerpos policiales es un tema clásico. Lo vemos mucho en las películas americanas. Me gustaba jugar con eso y al final, de manera indeseada, se ha convertido en un tema de actualidad.

-Petra Delicado y Roberto Fraile, con el trato, llegan a conocerse y a apreciarse. Igual es lo que necesitamos catalanes y el resto de españoles...

-Estoy convencida. Ahora estamos en un momento de mala convivencia.

-De lamentable mala convivencia.

-Tampoco crea que se nota tanto en las calles de Barcelona. No, aunque tienes miedo de hacer comentarios, de herir susceptibilidades. Y eso es grave: así se empezó en el País Vasco.

-Petra Delicado envejece, pero afina quizás la ironía. ¿A los españoles nos sobra mala leche y nos falta capacidad irónica?

-La ironía es la manera de decir lo que piensas sin ofender a nadie. La retranca era, siempre, un valor nacional. Me hacen gracia las referencias al humor inglés, cuando Cervantes es un humorista y un irónico fino. Reivindico la ironía como un arma casi de convivencia. Y de inteligencia. Los campesinos aquí han sido siempre irónicos, no nos volvamos todos de repente más gilipollas.

- "Influir en lo realmente importante nos está vedado", dice Petra en un momento de la novela. ¿Es así?

-Me temo que sí. Se ve en nuestra Unión Europea. El ciudadano tiene unos cauces que no controla hasta el final. Nos movemos en el espacio que nos dejan. Hay que ser conscientes de que tenemos un margen de influencia mínimo. Eso no quiere decir que debamos ser escépticos totales respecto de la política.

-Hay otra notable opinión de la inspectora: Internet ha sustituido a la política y a la religión.

-Es verdad. A mi me da pánico Internet. Ha subvertido cosas como la política y la religión. Uno, de repente y desde su rincón, organiza su república interna. ¿Es bueno o malo? Ni idea, pero estamos en ese mundo. Me han invitado desde una universidad italiana a un debate sobre el narcisismo de las masas, un título que asombra pero que es verdad.

-¿Las redes sociales alimentan ese narcisismo?

-Sin duda. La gente sube fotografías íntimas, luego, el narcisismo se ha extendido. Desde mi dormitorio puedo influir: "youtubers" e "influencers". A mí eso me suena a chino.

-Petra dice que ve el mundo más enloquecido que nunca. Otra seña de la lucidez de la inspectora.

-Muchas gracias en nombre de Petra. Hay generaciones que entendemos lo que sucede pero que no podemos compartirlo. Hay una discrepancia. Y, pese a que somos una generación potente, que hizo posibles grandes cambios en este país, parece que se nos escapan de las manos todas estas nuevas tendencias. Tenemos miedo a hacer esa crítica porque hemos sido muy progres. ¿Lo critico? ¿No será que me he vuelto viejo y no lo entiendo?

-¿Su generación evita la crítica a todas esas novedades por miedo a ser respondida?

-Estoy convencida. Se ve en los escritores: el único que sigue cabreándose es Javier Marías, que lleva razón muchas veces.

-Volvemos a la novela. Hay un homenaje al fallecido Paco Camarasa, habitual de la "Semana", y a la que fue su librería, "Negra y Criminal".

-Paco era único. Sabía lo que nadie, y sin ordenador y no necesariamente de novela negra. Tenía criterio. Ese texto de la novela lo escribí antes de su fallecimiento. Tuve miedo: él me dijo que creía que no saldría adelante y le llamé. Le conté que hacía un cameo en el libro. Lo vio. Quería que él supiera que dejaba huella entre quienes lo tratamos. Sé que fue una de sus últimas satisfacciones.

-¿Seguiremos sin pasar a la reserva a Petra Delicado?

-De momento, no. Tiene seguidores, y al ser una serie, los seguidores te exigen. El autor ya no cuenta. A mí los lectores no me conocen por mi nombre, sino por el de Petra Delicado. Todo eso impacta: te das cuenta de que has creado vínculos con la gente.

-Conan Doyle tuvo que resucitar a Sherlock Holmes.

-A Petra no la mataré jamás. Y lo de pasarla a la reserva suena poco romántico.

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