El caso de Ana Tuya, la gijonesa fallecida en el accidente de Avilés, es uno de los más tristes conocidos tras el siniestro. Un amigo de esta asturiana ha enviado la siguiente carta al periódico:

"Tengo el corazón destrozado. Un lazo negro oprime mi garganta. No me lo puedo creer. El domingo nos puso un wasap desde las Rías Bajas y ayer le dimos tierra. Ana Tuya era una mujer moderna, muy inteligente, con el ratón en la mano. No guardaba para ella secretos el ordenador. Se había adaptado a un espacio viral. Vivía llena de bondad en el mundo virtual de las redes. Se movía por internet como Pedro por su casa. Sobre todo, más allá de su inteligencia, tenía un corazón magnífico. Una superdotada a pesar de haber padecido una enfermedad infantil que la dejó en parte sorda. Luego recuperó el oído y hablaba a la perfección tras su tratamiento con un logopeda. Estuvo en nuestra boda y se comunicaba con regularidad con mi mujer. Era la hija de nuestro tío Pepe de Gijón y de la tita Marylen. Algunos veranos, cuando mis hijos eran niños, íbamos a visitarlos para acariciar el samoyedo -por "Yuri" atendía aquel magnífico ejemplar de la raza canina- y dábamos una vuelta por la playa de San Lorenzo o la calle Corrida.

Era una magnífica profesional de la fotografía. En mi archivo guardo algunas capciones que ella nos envió. Sabíamos que Ana era feliz desde que conoció al hombre de su vida hace unos seis años.

Una tarde vinieron a verme al Rellayo y yo les regalé un ejemplar de mi novela. Escribo distorsionado por la emoción, confuso ante un absurdo suceso que no acabo de entender, y casi en estado de shock. No comprendo lo que pudo haber pasado. Ana Tuya era muy regular en su vida y costumbres. Al salir de la tienda, se fue a la estación a tomar el coche de línea que la devolvería a su casa en la Villa de Jovellanos. Poco trecho después de abandonar la Villa del Adelantado, se produjo el terrible percance. Ana no se merecía un lunes tan amargo tras las vacaciones y vuelta al trabajo.

Elegante, sonriente y triunfal, una guapa asturiana a la que recuerdo llevando nuestras arras el día de nuestra boda. Estamos, tanto MJ como mis hijos, consternados. Al no poder desplazarnos al tanatorio para ir al sepelio hemos optado por la oración. Mi hija Cris dirige el rezo del santo rosario que por ella rezamos en familia. Dios guarde su alma. Esperamos reencontrarla en el Cielo. Creo que a estas horas se habrá reunido con su padre, Pepe, y con su hermano gemelo, Juanín, que tanto la quería, y con Gabriel Tuya, hermano mayor (mi suegro), una familia muy querida y arraigada en Oviedo desde hace cinco generaciones. Ana, descansa en paz. El Señor te dio el don de una muerte fulminante. Nos dice la Guardia Civil que el tránsito se produjo sin apenas dolor. Es nuestro único consuelo en momento tan amargo". Antonio Parra, Cudillero.