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El gijonés que proclamó la Tercera República

Paco Prendes, cronista oficioso, erudito antimonárquico, lo sabía todo sobre los dos últimos siglos de la vida política y social de esta ciudad

Francisco Prendes Quirós. ÁNGEL GONZÁLEZ

Sentado al ordenador, a hora bien temprana, seguramente pergeñando un nuevo artículo para el periódico, su periódico, el nuestro y el de ustedes, donde tiene asiento de preferencia como dilecto articulista desde hace años; tal vez hilando pompas fúnebres literarias sobre la figura mastodóntica de Tini Areces, falleció ayer Francisco Prendes Quirós, abogado con mando en plaza en la protoautonomía asturiana y cronista oficioso de Gijón, o Gigia, como gustaba escribir.

Ha muerto Paco Prendes, republicano convencido de buena familia del que llegó a decirse que era el único socialista asturiano que sabía usar adecuadamente los cubiertos del pescado; un dandy como Juan Ramón Pérez Las Clotas, con quien compartía chismes y sapiencias de un Gijón que ya no existe, poblado, como el Comala de "Pedro Páramo", por fantasmas de reconocido pedigrí que ambos sacaban a flote en conversaciones eruditas e irrepetibles, a la hora del vermú en una terraza de la plaza del Seis de Agosto, frente a los ojos vigilantes de San Jovellanos. Tan antimonárquico era que se atrevió a proclamar el Estado republicano en un acto celebrado en 2007 en un salón municipal abarrotado, en presencia de su buena amiga y entonces alcaldesa Paz Fernández Felgueroso, durante la presentación del libro "Demócratas de antaño. Republicanos y republicanismos en el Gijón decimonónico". Al acabar el evento literario sacó a pasear a su inseparable "Colás", ese perro impolutamente blanco, y un amigo -un ciudadano, como Paco diría- le salió al paso y le preguntó que de dónde venía. Y él respondió con solemnidad característica de patricio romano: "De proclamar la III República".

A nadie extrañe semejante bravuconada -que viniendo de Paco era gentil humorada- si se tiene en cuenta que proceden del histórico presidente del Ateneo Republicano de Gijón, del hombre al que le hubiera encantado dar un giro radical a la historia de España con un simple cambio de términos: "Fernando VII murió en la cama y Riego en la horca. Mejor le iría hoy a este país si Riego hubiera muerto en la cama y el funesto monarca en la horca". Del mismo personaje que, año tras año, con un grupo de fieles menguante, organizaba en Llueves (Cangas de Onís) un acto en desagravio del oso que mató a Favila, el plantígrado regicida del que repartía, entre sus fieles, camisetas.

No puedo olvidar, sin que asomen lágrimas por la pérdida del buen amigo de sabiduría enciclopédica, por la ausencia ya para siempre de esta humana fuente inagotable de datos y sentencias, las comidas en el Baizán con Julio Puente, de las que tanto jugo y enseñanzas extraje a lo largo de esta última década, de las que surgieron excusas para decenas de artículos. Siempre le encargaba a Flor tortilla de merluza y solía bautizar con agua un vino peleón para frenar la intemperancia de la gota. Paco ejercía sobre los periodistas de esta casa el magisterio aristotélico de la cátedra de gijonismo, de la mano de un conocimiento asombroso del pasado político y social de esta ciudad, con nombres y apellidos. Una vez, a la vista de cómo mezclaba en sus artículos a personajes ilustres de antaño con protagonistas del presente, le pregunté: "Oye, Paco, ¿tú estas historias de gente pudiente del Gijón de los dos últimos siglos te las inventas?". Y respondió con sonrisa socarrona, a la gallega manera de la marina lucense: "Algunas sí y otras no".

Hubiera sido, sin duda, el mejor cronista oficial de Gijón, el glosador más eficiente de los sucedidos costumbristas de dos siglos de la ciudad, pero la derecha rancia y curandiega no lo habría consentido; y cierta izquierda tampoco, por aquello de lo bien que utilizaba los cubiertos del pescado (broma extendida que, por otra parte, nunca le hizo pizca de gracia).

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