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Denuncia año y medio de espera para ser atendida en la unidad del dolor

"El sufrimiento llegó a gobernar mi vida", indica una paciente con severas molestias vertebrales que pide la segunda inyección de su tratamiento

Gloria Peláez, en su domicilio, con las citas médicas. ÁNGEL GONZÁLEZ

Dieciocho interminables meses pasaron desde que la gijonesa Gloria Peláez se viera obligada a coger una baja por dolores vertebrales hasta que, finalmente, comenzó el tratamiento en la unidad del dolor de Cabueñes. Los primeros diez sucedieron a la espera de acudir a la primera consulta y los siguientes ocho hasta que comenzó de forma efectiva el tratamiento, con la primera de las infiltraciones vertebrales que tiene que recibir. El pasado 24 de febrero debería de haber recibido la segunda, pero aún no lo ha hecho. La espera aún no ha terminado.

Su historia comenzó en 2015, cuando sufrió el primer "bloqueo". "Siento que no puedo moverme, no puedo hacer nada, ni valerme por mí misma, tienen que vestirme, calzarme y asearme y ni siquiera nadie puede tocarme por el dolor", explica Peláez. Desde entonces y hasta el momento actual ha sufrido otras siete situaciones similares, en su puesto de trabajo o en su domicilio.

Sin embargo, eso no es lo peor. Peláez sufre una hernia discal en las vértebras lumbares L2 y L3, dos abombabientos entre la L3 y la L4 y la L4 y L5 y, además, un pinzamiento en la L5. Ese es el diagnóstico médico. Ella le pone otro nombre mucho más sencillo de entender: "dolor".

"El dolor llegó a gobernar mi vida, me acabó dominando", relata Peláez, "tenía que caminar encorvada y no podía descansar". Sin embargo, lo peor ocurre por dentro. "El dolor te va minando, acaba incluso cambiando tus relaciones con los demás", detalla la paciente, "yo salía de casa para ir a trabajar y, al acabar no te apetecía hacer nada, el cuerpo solo te pide descansar". Y eso lo notan también sus personas más cercanas: "Les llegaba a decir que no me hablaran, porque no me aguantaba ni yo". Al final, tras un año de baja y reincorporarse al trabajo, "te acabas acostumbrando, pero cuando ya lo tienes dominado empieza aún más fuerte".

Tras el diagnóstico, los médicos se lo dejaron claro: "La lesión no es operable". De ahí que los tratamientos buscaran, únicamente, paliar el dolor. "Me dieron medicamentos que eran opiáceos y antiepilécticos", explica Peláez, "pero tienen muchos efectos secundarios como fecalomas que me obligaban a ir a urgencias".

Y eso no es todo. "Más que medicamentos eran drogas", sentencia la paciente, "me producían aturdimiento y sueño, llegando a dormir hasta veinte horas seguidas". El relato va a más: "Me desconectaban de mi entorno. Yo estaba pero no era. No era parte activa de mi vida. Ni siquiera sé si me dolía o no en esos momentos, porque no estaba, no me enteraba".

Un suplicio que tocó a su fin cuando, el pasado 24 de enero, comenzó el tratamiento en la unidad del dolor, con infiltraciones vertebrales. "Me ponen la epidural y me inyectan anestésico y corticoides", resume la paciente, que ahonda: "No creo en los milagros, pero fue un milagro, fue como la cara y la cruz".

La mejoría fue notoria para Peláez: "El tratamiento me permite volver a ser lo que desde un principio era: sociable, amigable, activa, positiva, poder trabajar a gusto y, en definitiva, ser feliz", explica la paciente, "ya no tengo que caminar encorvada y, aunque los dolores nunca llegan a desaparecer del todo, noto una gran mejoría que me permite volver a vivir mi vida".

Por ello, solicita que el tratamiento continúe en los plazos proyectados. Para ello, debiera haber recibido la segunda infiltración el 24 de febrero, un mes después de la primera, y la próxima en otros cinco meses. Unos plazos que ya no se están cumpliendo. "Confío plenamente en la sanidad pública y soy consciente de los recortes en medios y personal que se está realizando", indica, "pero ruego que me programen el tratamiento según lo previsto, ya que la mejoría es notable". La mujer entiende que "el buen trato sanitario debería ser para todo el mundo por igual, ya que es un derecho de todos" y, enfatiza que "no pierdo la esperanza". Ni siquiera tras año y medio de espera para que el tratamiento diera comienzo.

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