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La figura de la semana || Juan Ignacio González | Escritor, acaba de ser galardonado con el Premio de la Crítica de Asturias y con el “María Elvira Muñiz”

Lecciones de un poeta “de calle”

Extrovertido e inquieto, es fanático de la música de cantautor y lleva tres décadas publicando de forma altruista a noveles

Nacho González

Dicen que una de las claves de que pueda aunar sus facetas de docente y poeta es que apenas duerme porque nunca parece estar cansado. Que a las seis de la mañana puede estar ya en su oficina preparando escritos y por la tarde participando en un recital sin ningún atisbo de cansancio. Pero tras haber recibido dos de los premios literarios más reputados de la región en una sola semana, el gijonés de adopción Juan Ignacio González (Mieres, 1960) debería poder dormir hoy a pierna suelta. Además de profesor de Trabajo Social de la Universidad de Oviedo, se ha ido ganando en los últimos años un refrendo unánime como escritor que, según su entorno, podría haberle llegado bastante antes si le hubiese dado por presumir. Al contrario, los que le conocen aseguran que el escritor se ha ido labrando un sinfín de amistades casi sin darse cuenta, y que esa buena fama es la que le ha ayudado a ir sumando lectores.

Extrovertido por naturaleza y con una cierta fobia a quedarse quieto, este vecino de Gijón desde hace ahora casi medio siglo, pese al aprecio de los suyos, ha podido confirmar esta semana que la buena crítica de la que goza no es ni de lejos una cuestión de amiguismos. Ha recibido en los últimos días el premio de promoción a la lectura “María Elvira Muñiz” y el Premio de la Crítica de Asturias. El primero, por su labor al frente de los cuadernos “Heracles y nosotros”, que lleva editando él mismo desde hace cosa de 30 años. El segundo, por su libro “Los jardines en ruinas”. Uno lo ganó este pasado lunes y el otro, el miércoles. “Estuvimos esos días con la broma de que a ver qué otra cosa podían darle de viernes, ha sido una casualidad estupenda”, aplauden desde su entorno.

Para González fue especialmente emocionante que su proyecto de “Heracles y nosotros” goce por fin de algún tipo de reconocimiento. “Lleva tantos años dando una oportunidad a escritores noveles... Y lo ha hecho siempre de forma totalmente altruista. Hace el trabajo de recopilación y luego los imprime allí en su despachín y los grapa por su cuenta. Y luego regala un montón de ejemplares a cada autor. Es todo un acierto que este tipo de reconocimientos le hayan llegado en vida, como tiene que ser”, agradecen sus amigos. “Los jardines en ruinas”, por su parte, vio la luz el año pasado con una gran acogida por parte de los lectores. “Él tiene su público porque es un hombre muy generoso y eso le hace ser muy querido”, concretan sus allegados.

No han sido estos dos galardones las únicas sorpresas recientes para el escritor. Tuvo otra el pasado mes de septiembre, durante un acto de celebración por el cuarto aniversario de Bajamar, la editorial que publica actualmente al poeta. Él fue uno de los invitados como ponente para leer alguno de sus textos, pero no sabía que su editor, Pascual Ortiz, junto a varios amigos de profesión, llevaban un tiempo trabajando a sus espaldas para publicar toda su obra reunida. Le entregaron un ejemplar al final del acto envuelto en papel de regalo y aprovecharon para vender ya las primeras unidades a los asistentes.

Aunque original de Mieres, González emigró con su familia siendo aún un niño hasta Bruselas. Iban buscando trabajo y, tras una breve estancia también en la ciudad de Barcelona, regresaron definitivamente a Asturias en los años 70. Desde entonces, el escritor es un orgulloso vecino de El Coto y un gijonés “de calle”.

El tema de las letras le salió bien casi a la primera, cuando siendo aún veinteañero la sociedad cultural Gesto, presidida entonces por el popular Juan Garay, convocó a buena parte de los poetas jóvenes de la ciudad para organizar recitales. Así entró en contacto con autores como José Carlos Díaz, uno de sus mayores amigos y coautor en varias publicaciones, además de compañero de partidas de fútbol en el extinto Club Vanguardia. Gracias a Gesto pudo publicar siendo aún veinteañero y siguió haciéndolo hasta principios de siglo. Después, vino un parón de casi una década y, en 2013, salió a la luz “El cuaderno de la ceniza”, la primera gran publicación que le hizo atraer a nuevos lectores. Ahora, con sus 60 años, González recoge por fin los frutos de casi cuatro décadas jugando con las letras. Y lo hace con una trayectoria literaria muy vinculada a lo clásico, pero ”terrenal”, sin florituras.

En lo personal, desde el entorno del poeta dicen muchas cosas. Que es “un relaciones públicas” porque su carácter extrovertido le hace caer bien a cualquiera. Que es un gran aficionado a la música de cantautor y que no sabe tocar la guitarra, pero la toca igual para cantar con sus alumnos canciones de Paco Ibáñez y de Sabina. Que parece que siempre está despierto y con proyectos pendientes. Que de joven fue buen estudiante, pero no “empollón” porque “si tocaba farra, había farra”. Y que su labor hace años al frente de casas de acogida para menores de familias desestructuradas le ha dejado un poso de altruismo y sacrificio social “sobrehumano”. Es un “maestro”, dicen, tanto en las letras como en las aulas.

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