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El primer gijonés empadronado en un barco: "He cumplido mi sueño"

Josu Jiménez logra que su domicilio oficial quede fijado en su velero, amarrado en el puerto deportivo

A la izquierda, Josu Jiménez muestra los papeles de empadronamiento, con el “Mugalari” detrás.

Valientes los que se atreven a vivir un sueño. Como Josu Jiménez que, durante el confinamiento de la crisis del covid-19 en su anterior domicilio se hizo una promesa: “Cuando esto pase, me iré a vivir a mi velero”. Lo dijo y lo hizo. Es la primera persona que se ha empadronado en Gijón en un barco.

Abre la escotilla, saluda a las visitas. “Pasa, baja por las escaleras con cuidado”, avisa. Dentro del velero, el espacio es más amplio de lo que parece desde el pantalán: cocina y sala de estar, un aseo con ducha y tres camarotes. Uno de ellos lo usa como “trastero”, aunque todo está muy ordenado. Cada metro cuadrado aprovechado al máximo. “Para mí, esto es hacer realidad un sueño que tuve siempre”, cuenta.

Desde niño. Porque Josu Jiménez se crió en una familia marinera por parte de madre. Nació en el País Vasco, aunque lleva más de treinta años en Gijón. “Estuve en la marina mercante casi siete años, luego ya me quedé en tierra”, explica. Siguió navegando por placer, siempre que podía. Ahora lleva la casa en las travesías: “Si es algo que no te gusta, da igual cómo lo venda. Pero, la verdad, estar aquí es como vivir en plena naturaleza en la ciudad”.

Llueve fuera, las gotas golpean los portillos. “El confinamiento se me hizo muy largo, quería venir al barco”. Es un barco que se compró hace poco: “Antes tenía el ‘Audaz’, que ahora es de uno de mis dos hijos. Éste –abarca con las manos la sala– está preparado para cruzar el océano. Lo compré de segunda mano, tiene unos treinta años”.

El interior del velero de Josu Jiménez. Marcos León

Un libro de Saramago reposa sobre la mesa. “Tenía muchísimos libros, ahora unos treinta. Los que quiero conservar de verdad, el resto los regalo después de leerlos”, explica. Porque ese fue el primer paso para mudarse al barco: “Tuve que dejar casi todo lo que tenía en tierra”. Se quedó con sus libros de navegación favoritos, con la ropa que más le gusta, con los recuerdos que de verdad significan algo.

Y una vez instalado, fue al Ayuntamiento de Gijón. “No es que fuera difícil empadronarme, pero sí que se quedaron un poco descolocados”, afirma este trabajador del HUCA. Jiménez llegó al censo con un decreto del año 2015 impreso: “Dice que todos los ciudadanos tienen derecho a empadronarse allá donde vivan, incluso en el banco de un parque”. También aportó un escrito del Puerto Deportivo que acredita que la “residencia habitual” de Jiménez es su barco. Lo hizo oficial del todo: “También me he cambiado la dirección en el DNI, aunque no sabían como encajarla para que entrara todo”. De número de portal le pusieron uno de cuatro cifras. “No sé por qué me asignaron ese número tan largo”, afirma.

El barco se balancea: “¿Te mareas? A veces cuesta un poco acostumbrarse al movimiento del barco, pero luego lo que se te mueve es la tierra”. Sigue lloviendo, ya en el pantalán Josu Jiménez hace un último apunte: “Me duele que la gente vea este mundo, el de la navegación, como un mundo elitista. Aquí hay de todo, solo hay que sentir pasión por la mar para disfrutarlo”. Su barco tiene un nombre pintado en azul. En euskera, “Mugalari”. El que cruza la frontera.

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