La historia de Kiko podría empezar por el primer “porro”. Tenía catorce años. O por el día que tocó fondo, tras un lustro viviendo en la calle. Pero es mejor que empiece por lo bueno: Kiko se ha rehabilitado y ahora es uno de los tres usuarios del piso del Colectivo Nacai. “Hacía mucho tiempo que no estaba así”, afirma Kiko, y abarca con las manos el salón-comedor de la vivienda. Hoy se ocupa de la comida, anda pendiente de los fogones: “A mí del día a día, de las cosas que hay que hacer, no me cuesta nada. Lo paso mal aquí”, apunta a la cabeza. “A veces pienso que me pueda volver a pasar, que puedo volver a caer”. Su historial con los problemas de adicción es largo. A los catorce años probó la marihuana, poco después la heroína. “Antes de ir a Palencia, viví cinco años en la calle”, afirma. En Palencia fue a terapia, tenía que alejarse de todo: “No puedo juntarme con nadie de mi pasado. Tengo que rehacer mi vida”.

Esta es una de las historias que LA NUEVA ESPAÑA se ha encontrado en su visita al piso del colectivo Nacai, en el barrio de La Calzada (Gijón). Puedes leerlo, completo, aquí.