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La arquitectura llora a Mariano Marín, "un referente" que "modernizó" Gijón

Padre del exlíder del PP, ideó el Club de Tenis, la estación de servicio Mayfer y numerosos edificios

Mariano Marín, en su estudio de la plaza de Europa, el año pasado. | | JUAN PLAZA

La mente privilegiada del arquitecto Mariano Marín Rodríguez-Rivas (Gijón, 1926) se apagó ayer tras 96 años sin parar de pensar. El reputado profesional, responsable de espacios icónicos como el Club de Tenis, en Somió, y la Casa del Mar de Ribadesella, era el último de una generación que resultó fundamental para atraer a la región las primeras ideas de arquitectura modernista. Hijo y nieto de otros dos conocidos arquitectos, de quien heredó tanto el nombre como la profesión, era padre del abogado Mariano Marín, exdelegado del Gobierno, exconcejal, expresidente del PP de Gijón y expresidente del Club Rotary de la ciudad. Deja a otros dos hijos, Tomás y María, a su viuda, María Isabel Ballina, y a una legión de arquitectos que consideran la marcha del gijonés como la pérdida de un "referente que trajo la modernidad a Asturias" y que siempre abanderó la "humildad y la discreción" como parte de su trabajo. Será despedido hoy, a las 17.00 horas, en el tanatorio de Cabueñes. Su familia, emocionada, agradeció ayer "las innumerables muestras de cariño" recibidas. "Hay que reconocer su importante labor como arquitecto de gran altura con obras emblemáticas en nuestra ciudad", señaló la alcaldesa, Ana González.

"Debemos reconocer su importante labor; fue el arquitecto de obras emblemáticas en la ciudad"

Ana González - Alcaldesa

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Marín, descendiente de artistas por el lado materno y de arquitectos por el paterno, siempre dijo que echaba de menos el Gijón de su niñez, cuando el mar estaba más picado, sin diques, y cuando muchas se encontraban sin asfaltar. Vivió en la calle San Bernardo, en un edificio con una gran verja de hierro, que, a falta de timbre, había que aporrear. Un golpe al portón significaba una llamada al inquilino del primer piso. Dos golpes, al vecino del segundo. Y así sucesivamente. Cuando salía a la calle, se iba a Begoña, gran espacio de juegos que se compartía con las comitivas fúnebres rumbo al cementerio de Ceares. Una estampa que dejó marcada en la memoria del gijonés la imagen de los caballos con penachos, los tres curas en procesión cuando el muerto era importante y los diminutos ataúdes blancos de los entierros infantiles. En un viejo cine que había donde está hoy la Escuela de Hostelería, Marín se atiborraba a golpe de películas de vaqueros.

"Trajo la modernidad a una Asturias gris; su obra no fue del todo reconocida"

Sonia Puente - Directora general de Ordenación del Territorio

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Hijo y nieto de arquitectos –Mariano Marín Magallón y Mariano Marín de la Viña–, aunque solo le interesaba la mar, decidió mantener el legado profesional de la familia para no decepcionar a sus padres. Hizo la carrera en Madrid y convivió con una de las figuras que marcó su vida: su tío Mariano Rodríguez Rivas, periodista y responsable de la Casa del Greco de Toledo y del Museo Romántico de Madrid, entre otros espacios culturales. En este último, se cultivó la afición de Marín por la música, una pasión que luego jamás le abandonaría. El arquitecto, de hecho, llegó a dirigir en su juventud un programa musical en Radio Nacional. "Pese a que era una persona muy culta, con una formación humanística y técnica muy amplia, fue siempre una persona muy cercana y muy humilde", defiende su amigo y colega de profesión Valentín Arrieta.

"Pese a ser una persona muy culta, con gran formación humanística, siempre fue humilde"

Valentín Arrieta - Arquitecto y amigo

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Marín se sacó sin problemas la carrera y, aunque nunca sacó notas de sobresaliente, presumía de ser el único de su clase con la titulación de capitán de yate y con la capacidad de diferenciar una pieza de Bach de una de Haendel en los primeros acordes. Solicitó después una beca en Estados Unidos, con pocas esperanzas, pero logró una entrevista presencial. Y Marín, cultísimo desde bien joven, se puso a chapurrear inglés para explicar a los tutores sus conocimientos sobre Faulkner, por Tennessee Williams, por O’Neill. Y se los metió en el bolsillo.

Eligió hacer su máster en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), un centro del que casi no sabía nada, pero con la referencia de un amigo que le había dicho que al lado, en Boston, estaba la mejor orquesta sinfónica del mundo. Dudó si debía quedarse a hacer carrera en Estados Unido o volver a Gijón, pero fue pragmático: su ciudad, por el legado de su padre y su abuelo, le daba unas cartas de juego más favorables. No se daba cuenta por entonces que su formación en el extranjero le aportaba mucha ventaja en Asturias: sus ideas de diseños modernistas calaron pronto en una región hasta ese momento más clásica. El Club de Tenis es buen ejemplo de ello. "Su modelo perdurará en la futura remodelación del club", dijo ayer Tito Cueto-Felgueroso, presidente de la entidad.

"Fue un vanguardista; su modelo perdurará tras la reforma del Club de Tenis"

Tito Cueto-Felgueroso - Presidente de Club de Tenis

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Durante su trayectoria profesional, Marín fue en dos ocasiones decano del Colegio de Arquitectos de Asturias: de 1976 a 1978 y de 1983 a 1985. Miguel Casariego, actual decano, valoraba ayer así la trayectoria del fallecido: "Era un hombre muy bien preparado, muy serio. Sin duda, un profesional de prestigio para todos. Lamentamos muchísimo su marcha". "Fue una persona honesta en su profesión y que siempre procuró trabajar bien con los demás. De él, solamente se pueden decir cosas buenas", coincide el también arquitecto Arturo Gutiérrez de Terán. Sonia Puente, directora general de Ordenación del Territorio, cree que la muerte de Marín supone la marcha "del último arquitecto de toda una generación". Del gijonés destaca "su buen hacer y su compromiso con la arquitectura de calidad", con la que "contribuyó a traer la modernidad a la Asturias gris de la época". "Hombre sabio, inteligente, divertido, trabajador incansable, vitalista... Su obra no es del todo conocida ni reconocida", se lamenta Puente, que dice quedarse con el "consuelo" de haberle podido conceder en 2017 –siendo ella decana del gremio– el primer Premio Castelao del grupo.

"Fue un profesional de prestigio, serio y muy preparado; lamentamos mucho su marcha"

Miguel Casariego - Colegio de Arquitectos

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La firma de Marín está en proyectos como la sede del Club de Tenis (1963), la estación de servicio Mayfer de la avenida de Portugal (1960), el edificio de la calle Ramón y Cajal número 38 (1961) y el edificio de la manzana de Los Campos. Pero el propio Marín matizó hace años a este periódico que el que más le enorgullecía era el edificio en el que se ubicaba su estudio, en la plaza de Europa número 14, aunque él creía que "no le gusta a nadie". "Es mi mejor obra, sobria, disciplinada, rigurosa, con unos aparejos estudiados hasta lo más profundo", decía. Jorge Hevia, otro compañero del gremio, asegura que Marín fue "un pionero de la arquitectura moderna" en Asturias y un profesional "impecable". José Ramón Puerto añade: "Fue uno de los mejores representantes de lo que fue la segunda generación de arquitectos asturianos que introdujeron los movimientos modernos, detrás de gente como Vaquero y Castelao". Fernando Nanclares añade: "Siendo muy buen arquitecto, tenía cierta distancia con la arquitectura y con la vanidad habitual de aquella época. Era así, rompedor y entusiasta, pero discreto y cercano".

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