La figura de la semana

Enol Borrego, un rapero con pegada

Exluchador de kick boxing y a punto de lograr el título de Derecho, ha llenado en dos ocasiones la sala Albéniz y sueña con actuar en El Bibio

Enol Borrego visto por Mortiner.

Enol Borrego visto por Mortiner. / Mortiner

Gabriel Cuesta

Su pasión por la música se desató desde bien pequeño, pero nada hacía presagiar que acabaría sucumbiendo a las bases y el flow. En los altavoces del rapero Enol Borrego Cano (Mieres, 1998) sonaban Melendi, "Estopa", "El canto del Loco", "Maldita Nerea"... Casi todo lo que viene siendo pop–rock español puro y duro. Hasta que se coló en su cuarto el estadounidense Eminem, uno de los mejores raperos de todos los tiempos. A Enol, su también nombre artístico porque "es peculiar", le enganchó al momento su particular voz y su vertiginoso ritmo. Por algo a "Slim Shady", como se conoce popularmente a este icono de la música, se le atribuye en gran parte la popularización del hip hop en Estados Unidos. También plantó su semilla en el barrio de El Natahoyo.

Nacido en Mieres, al poco se instaló en Gijón. Entonces, el joven Enol, que con ocho años ya tocaba el piano y formaba parte del coro de la Escolanía de la ciudad, se asomó de lleno a la música urbana. Seguramente, por ser "la más asequible para hacer en casa con tus propios medios", como él mismo reconoció en una entrevista a LA NUEVA ESPAÑA. Fue un completo autodidacta. No tenía ni estudios musicales ni acudió nunca al conservatorio, pero enfocó todos sus esfuerzos en el rap, dejando de lado el deporte. Decidió convertir en decibelios la pegada que tenía en el cuadrilátero cuando peleaba en kick boxing, modalidad en la que llegó a competir en los mundiales. "Musicalmente me he criado en la cultura del esfuerzo", defiende.

Enol Borrego visto por Mortiner.

Enol Borrego visto por Mortiner. / Mortiner

Todo el día sonaba música en su cuarto, en sus auriculares... Y ese trabajo constante desde los 17 años, entre rimas y bases, acabó dando sus frutos de forma progresiva. Tampoco perdió de vista sus estudios en el Instituto Emilio Alarcos y, posteriormente, en la Universidad de Oviedo, donde cursa la carrera de Derecho. Solo le quedan un par de asignaturas para graduarse. Ya con 22 años, consiguió dedicarse a la música urbana. Su éxito no es la historia de un boom de una canción que lo "pete" con 50 millones de reproducciones. Es una recompensa de pico y pala. De verso a verso. Dicen sus amigos que el premio le ha llegado "por disfrutar el camino y no pensar en la fama". Fue en su Gijón cuando se dio cuenta de que podía hacer "algo grande". En la sala Buddha, concretamente. Lleno total con 200 personas. Unas cifras difíciles de conseguir para un artista del género urbano. "Al principio, alquilamos una sala varios amigos para divertirnos rapeando. Algo muy entre nosotros. Y, poco a poco, Enol ha ido evolucionando hasta llenar salas que nunca antes hubiésemos imaginado", dicen algunos compañeros de escenario de esos inicios. Luego llegaron las paradas nacionales: Toledo, Valladolid, Zaragoza... Y grandes festivales como el Arenal Sound. ¿Su sueño? "Actuar en la Laboral o El Bibio", ha reconocido. De momento, ha llenado en dos sesiones la sala Albéniz, con capacidad para 650 almas.

Pese a su juventud, ya suma tres álbumes. Alzó el vuelo por primera vez en 2019 con "Aeropuertos", reclutó más fans con su segundo trabajo "Casi Superstar" y este año llegó su tercera propuesta, "Ocho estrellas". Dice hacer "música muy sincera" con "relatos de mi vida, pedazos que me van pasando". Esa forma de canalizar sus sentimientos a través del rap ha atrapado a su público. Lo refleja un dato objetivo: el de las estadísticas de reproducción dentro de una industria emocional como la de la música. Su tema "Éramos dos" roza los tres millones de reproducciones y "La Herida" supera los dos millones y medio en la principal plataforma musical, que le atribuye un cuarto de millón de oyentes mensuales.

Siempre con el móvil en la mano para cazar cualquier rima que le venga a la mente en un momento de inspiración, este rapero de El Natahoyo huye de etiquetas de géneros musicales: "Cada vez están quedando más obsoletas. Trabajamos codo con codo con muchos productores así que experimentas y bebes de muchos géneros". Y trata de tener "los pies en el suelo". "Sigue siendo el mismo chaval de barrio, el de siempre. No ha cambiado y sigue haciendo la vida de hace cinco años", subraya. Le gusta quedar con sus amigos de toda la vida, ver fútbol, ir al gimnasio... Y no pierde una oportunidad con sus colegas: "Se apunta a todas. Si le dices que has visto un vuelo barato para irnos el fin de semana a Londres, se apunta siempre de cabeza".

La realidad es que no renuncia a sus orígenes a pesar del éxito. Muchos artistas musicales optan por mudarse a Madrid, el gran epicentro de la música en España. Vinculado al importante sello musical Warner Music, él lo evita y pasa temporadas largas en Gijón "currando" en el estudio de su casa", fuera de los periodos de grabación. Lo hace a pesar de ser muy crítico con el escenario musical de la región. "Asturias tiene tradición cultural, pero le falta infraestructura para la música, cosa que no sucede en Madrid, que ahora mismo es una referencia en música urbana", reitera constantemente. Sus rimas le recuerdan de dónde viene.

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