De aula en aula

Compañerismo a la máxima potencia

El centro de La Camocha usa una dinámica de trabajo por grupos y bloques de 15 minutos en los que los alumnos interactúan y participan las familias

Pablo Palomo

Pablo Palomo

A veces, todo es cuestión de perspectiva. Y si no, que se lo digan al alumnado del colegio Jacinto Benavente, un centro que ha implementado una curiosa dinámica para fomentar el aprendizaje de alto nivel, la convivencia y cuestiones éticas. Se trata de los grupos interactivos, una moderna y puntera dinámica que no solo implica a los estudiantes, sino también a las familias y a los docentes del centro. Parece un juego, hay dados, los niños cambian de sitio cada cierto tiempo, interactúan unos con otros, pero en realidad lo que están haciendo es un trabajo de alta intensidad en materias instrumentales. Es decir, lengua y matemáticas. "Aporta una alta intensidad de trabajo", explica Xandru Armesto, uno de los tutores encargados de la actividad.

Los grupos interactivos son en realidad una forma de organizar el aula. En vez de haber una clase magistral en la que un tutor habla y 20 niños escuchan, en la forma de trabajar del Jacinto Benavente lo que se hace es dividir al alumnado en grupos de cuatro a cinco muchachos que deben resolver una tarea. Hay un tiempo limitado, de entre 12 y 15 minutos y cuando se acaba, tienen que emprender otra actividad. También hay un voluntario, que suele ser un padre o una madre del centro, aunque también puede ser un docente. Su tarea no es resolver el problema, sino mediar. Procurar que nadie se quede atrás y que todos dialoguen. El colegio también tiene aulas tradicionales. "Yo podría ser voluntario de un grupo de física cuántica porque no hace falta tener nociones de la materia", detalla Armesto.

¿Y cómo lo ven los protagonistas? Pues divinamente. Gala Casado tiene 9 años y está feliz de poder formar parte de los grupos interactivos. "Es mucho más divertido. Me gusta más aprender así", explica. Cardiel Arismendi es muy bueno en matemáticas, así que procura ayudar a los compañeros que no son tan duchos en la materia. "Que vengan voluntarios de fuera del cole es algo que me gusta mucho", dice. Mientras, Ayalga Álvarez prefiere uno de los bloques en los que se tiran dados para resolver un problema matemático. "Ojalá las clases fueran siempre así", expresa. En lo que coinciden los tres estudiantes es en un concepto. "Parece un juego", afirman convencidos los tres.

Esa idea no se le escapa a Armesto. "Creen que están jugando, pero en realidad están trabajando a un nivel muy alto", detalla el docente. "Estamos logrando un alto rendimiento porque están mucho tiempo trabajando en una tarea de mucho nivel", comenta. "Encima, mejoramos la convivencia y los valores éticos entre ellos, porque todos tienen que participar, dialogar y respetarse entre ellos", apostilla el profesor. Todo esto, por si alguien lo dudaba, se desarrolla en un aula completamente normal del colegio. Es decir, hay alumnos con un nivel muy alto y otros a los que les cuesta un poco más dar con la solución. Lo bueno es que todos colaboran para ello.

"En muy poco tiempo resuelven muchas tareas. Nuestro trabajo es más bien ejercer como mediadores", resalta Ruth García, que es una madre de un alumno de otro curso, pero que el miércoles pasado le tocó ejercer como voluntaria. Esta apuesta la implementó el Jacinto Benavente el año pasado y en este curso la están puliendo. Lo cuenta su directora, Elisabeth Rodríguez, que llegó al cargo en septiembre. "Es una apuesta y no es algo al uso que se vea todos los días. Esta forma de trabajar está basada en evidencias científicas y ha requerido una formación de todo el profesorado", apunta la responsable del centro, ubicado en La Camocha y donde los valores de compañerismo están siempre a flor de piel.

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