La figura de la semana | Alejandro Vallaure Alonso Maestre de la Cofradía del Santo Sepulcro

Alejandro Vallaure, el cofrade apasionado que solo suma

Corredor de seguros y paseante nato, se vuelca en los preparativos de su querida Semana Santa y se relaja en una pequeña finca en Deva

El cofrade apasionado que solo suma

El cofrade apasionado que solo suma / Sergio García

Sergio García

"Cuéntame, ¿cómo te ayudo?", reza el estado de WhatsApp de Alejandro Vallaure Alonso (Gijón, 1961). Una declaración de intenciones que da pistas de la personalidad del maestre de la Cofradía del Santo Sepulcro, que estos días prepara una época frenética para él: la Semana Santa. Hombre de profunda fe, transmite pasión en todo lo que hace. No duda en arrimar el hombro para que los problemas se conviertan en soluciones. Por eso, es complicado toparse con alguien que tenga una mala palabra hacia Vallaure, que compagina su entusiasmo por las procesiones con su trabajo como corredor de seguros. Pero sus obligaciones no mitigan ni un ápice su implicación con la cofradía, de la que es maestre desde 2017. Comenzó porteando los pasos hasta que un amigo le convenció para ponerse al frente. Su don de gentes le avalaba.

Nacido en el sanatorio de Begoña, reside en las cercanías de La Acerona, aunque no fue siempre así. Sus primeros años de vida los pasó en Avilés, pues su padre era un alto cargo de Ensidesa. Regresó a su Gijón natal, donde estudió en el colegio de la Inmaculada y en el Instituto Jovellanos. Aún mantiene relación con algunos compañeros. Vallaure es de los que nunca quiere perder el contacto con los suyos. La lealtad es una palabra marcada a fuego en su vocabulario. Una cualidad que intenta inculcar a su hijo Álvaro, de 27 años, que vivió durante un tiempo en Bahréin. Hace un tiempo que regresó y trabaja en una empresa en Avilés, el lugar donde su progenitor dio sus primeros pasos. Un guiño involuntario al pasado. Su mujer, María Mori, abogada y profesora de Derecho en la Universidad y en la UNED, con quien lleva casi 29 años casado, siempre asegura que es un "padrazo". Vallaure tiene dos hermanos y una hermana. Él es el mayor de ellos.

Además de la Semana Santa, de la que se enamoró mientras contemplaba las procesiones cuando su familia viajaba a Granada, también posee otras pasiones. Entre ellas, los coches y las motos, como su querida BMW. Aunque no le hace falta su motor para dar interminables paseos junto a su esposa por la ciudad. Le vale igual ir hasta el Cerro de Santa Catalina que a Somió, mientras sea en compañía de su esposa, bastante atareada estos días porque figura en la lista municipal del PP liderada por Ángela Pumariega. Son unos "locos de caminar". De Vallaure, cuentan que por Gijón parece un rey por la cantidad de veces que saluda en las calles, reflejo de lo hondo que ha calado su espíritu altruista. El deporte es otra de las patas de su vida. Ahora lo practica menos, en parte por una reciente operación en la mano, pero echó largos ratos practicando pádel y esquí en el pasado. Además, sus próximos aseguran que el principal sueño que le queda por cumplir es acudir a Roland Garros, en París, la tierra prometida de Rafa Nadal.

Graduado social por la Universidad de Oviedo y con un máster en Seguridad Social y otro en corredor de seguros por la UNED, tuvo algunas malas experiencias laborales que le sirvieron para crecer. Irradia optimismo por los cuatro costados. La música es otro de sus innumerables entretenimientos, incluso se atreve con el piano y la flauta. Frecuenta los conciertos de la OSPA en el Jovellanos y es un amante de la clásica y el pop. Le chifla "Coldplay". Tampoco se le da nada mal cocinar. Tuvo una efímera etapa de afición por la hípica que no duró demasiado.

Las jornadas previas a Semana Santa son un trajín continuo para Vallaure, empeñado en que todo salga a las mil maravillas antes y durante las procesiones. Por él, la cosa no será. Saca su "núcleo" a trabajar y todos reman en la misma dirección. Se multiplica para ayudar en lo que esté al alcance de su mano. Eso sí, su ajetreada agenda le proporciona algunos momentos de respiro en los que aprovecha para cultivar su creciente afición por el mundo rural. Nunca mejor dicho, ya que lo hace con una pequeña finca que posee en Deva, a la que va junto a su mujer. Le relaja segar.

"Cuando se apasiona, se apasiona", proclaman los allegados de Vallaure, del que ponderan su imperecedera sonrisa, una de las claves de lo adorado que es en las cofradías locales. Aboga por la empatía y trata de levantar el ánimo de quien lo necesita. Para ello, hace gala de una virtud tan valorada: saber escuchar. Las quejas no van con Vallaure, pues donde otros ven un agujero negro, él vislumbra un halo de luz. Su carácter religioso le empuja a confiar en los demás. "Sumar" es uno de los vocablos que más resuenan en quienes más conexión mantienen con el responsable del Santo Sepulcro. También "proactividad", la inquietud y las ganas de hacer cosas son su gasolina diaria. Detesta los enfrentamientos, por lo que si debe ejercer de mediador para poner fin a un conflicto, no titubea. Conciliador, los nervios y la preocupación le invaden cuando se aproxima su periodo favorito del año, con la Semana Santa y sus procesiones, celebración que defiende a ultranza reclamando un mayor apoyo institucional junto a sus compañeros cofrades.

Su solidaridad está cerca de expandirse. Planea cooperar con una organización sin ánimo de lucro. A cualquier actividad en la que se involucra le acompaña un fervor intrínseco a su persona. Es de aquellos que pregonan que, para hacer las cosas mal, mejor no hacerlas. Su energía inquebrantable le ha permitido pasar de vivir la Semana Santa como un mero espectador a ser uno de sus principales motores en Gijón. Ya cuenta los días para poner en marcha toda la maquinaria del Santo Sepulcro.

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