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Cortocircuito

Justo cuando el sector teatral profesional asturiano se encontraba en su punto álgido de concordia, con la unificación de las dos asociaciones de compañías en una nueva, Escenasturias, justo en el momento más dulce y prometedor en años, se abre una vía de agua por el lugar más insospechado: el Circuito asturiano de teatro cambia las reglas del juego. El caso merece una reflexión, es francamente interesante porque desde nuestro contexto minúsculo de comunidad uniprovincial se puede trasladar a cualquier otra escala administrativa para demostrar la importancia de la táctica en la gobernanza, basada en una equilibrada combinación entre imaginación y realismo.

No es que la administración regional vaya a reducir los dineros que anualmente asigna en sus presupuestos para fomentar la contratación de compañías de teatro, particularmente asturianas. No hay recortes, el presupuesto será el mismo e idéntica la filosofía: sufragar una parte del caché de las compañías que son contratadas por los ayuntamientos de la región. Lo que cambia es el cómo, pero eso lo cambia casi todo.

De hecho, las empresas teatrales asturianas se han apresurado a vaticinar la virtual desaparición del circuito como consecuencia de la nueva forma de hacer llegar los dineros a compañías y ayuntamientos. Quizás no sea para tanto pero los municipios más modestos lo tendrán más difícil porque si antes pagaban la mitad del caché a una compañía ahora han de sufragarlo íntegramente y luego esperar a que les llegue en forma de subvención el dinero adelantado, es decir, financiado.

Para las compañías aparentemente supone una simplificación en la gestión de los cobros puesto que cuando antes facturaban a dos administraciones ahora lo harán a una. Sin embargo, han sido las primeras en dar la voz de alarma; saben muy bien lo que es un ayuntamiento atascado en pagos que no puede afrontar. Le ha costado el cierre a muchas productoras teatrales a lo largo y ancho de nuestro país y las que han sobrevivido aún conservan facturas que saben que nunca cobrarán porque al ayuntamiento deudor le ha dado tiempo incluso a cambiar de legislatura y eso hace imposible lo que ya se había puesto épico.

Así que con los mismos recursos e idéntica voluntad de ayudar que antes, el efecto puede ser justo el contrario: ayuntamientos que se descuelgan del circuito y menos trabajo para las compañías. Toda una paradoja.

Llama la atención que ahora que la capacidad de interlocución con la industria teatral asturiana es inmejorable, con una única asociación, recién estrenada su directiva, deseosa no sólo de pedir más sino también de optimizar aquello con lo que se cuenta, no se sondea su opinión para modificar el sistema. Quizás pensando que al no ser un recorte económico sino un cambio en el procedimiento no es relevante; pero quien maneja dineros escasos sabe de la importancia no sólo de tenerlos, también de que estén a tiempo. Eso multiplica su efecto.

El propio circuito cuenta con una comisión de seguimiento integrada por representantes de todas las partes, que bien podría haber sido el foro de debate sobre la medida aunque luego la última palabra la tenga quien pone los recursos.

Quiero creer que a las tormentas del verano les sucederá la reflexión a la que invita septiembre y el regreso a las rutinas, el curso educativo y político, la temporada cultural de otoño-invierno. Que no habrá cortocircuito, se repensará la medida y se estrenará interlocución con estas gentes extrañas que quieren ganarse el pan dando incansablemente el espectáculo.

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