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Juan Manuel Moreno Cubino

La pobreza que Enrique Ossorio no ve

Las críticas del portavoz del gobierno de Díaz Ayuso al informe de Cáritas

Enrique Ossorio consejero de Educación y portavoz del ejecutivo de la comunidad de Madrid ha frivolizado con el informe de Cáritas que sostiene que el 22% de la población madrileña se encuentra en riesgo de exclusión social, es decir, en el umbral de la pobreza. Dicho informe subraya que son 370.00 personas más que al inicio de la pandemia.

Cómo, puede haber tan excesiva desvergüenza y falta de comedimiento político decir que por mucho que mire al suelo de Madrid no ve a ningún pobre. Cómo, tanta bajeza moral e intelectual. Cómo, tanto descaro para cuestionar el informe de Cáritas (nada sospechoso de comunista) Cómo, negar los testimonios y pruebas que refleja el equipo de investigación. Cómo quiere que nos creamos que la pobreza en Madrid es cosa inventada por la izquierda radical que todo lo emponzoña al no soportar que la comunidad sea una región rica y que da soluciones a los más vulnerables. Solo se explica desde el más feroz negacionismo utilizado desde el estatus político y social de la opulencia que a él y al gobierno de la comunidad se le atribuye. Supuestamente, también para no admitir que su gobierno no tiene proyecto político ni interés en erradicar la cada vez más creciente pobreza. La Comunidad y el Consejero la niegan para así esconderla. Le recuerdo a este individuo que Esperanza Aguirre tampoco quería mendigos en la calle porque ahuyentaban a los turistas y, muy al estilo de Gil y Gil, recurría a las estaciones de viajeros, les pagaba el billete de ida y los despedía con un hasta nunca.

Ossorio busca al pobre por las calles de Madrid y no lo encuentra. Puede que sea porque la pobreza está en él. Quizás si buscase entre los pobres mismos se encontraría al fin.

Con razón decía Baroja que se oyen más los ladridos de los perros de jauría que la de los perros vagabundos. Los primeros, tienen amos a quienes estar agradecidos. Los segundos, los que no tienen nada que agradecer, acaso ladren a la luna desde una soledad compartida, pero se agradece mucho más oírlos. Es tal la abyección existente que el perro jauría no concibe la existencia de un perro vagabundo, porque en el caso que se percate de ello, dejaría de ser lo que es.

El informe de Cáritas lo que está diciendo a individuos como Ossorio es que teniendo la responsabilidad de ser útiles a la sociedad para acabar con la pobreza y no lo hacen se convierten en parásitos sociales a cuenta de lo público. Son incapaces de comprender que los desperdicios que arrojan a la basura en las casas pudientes y de exquisito lujo y comodidades (como supuestamente las suyas) no aflojan la ansiedad del hambre de los que se disputan esos despojos. Quizá su formación política-religiosa-emocional les hace creer que los ricos se relajan viendo como los restos de su comida son aprovechados por los más míseros.

Lo más importante de una persona y, en mayor medida de un político, es ponerse al lado de la gente que no tiene nada. Necesitan a alguien que esté a su lado dispuesto a acompañarlos en su sufrimiento y satisfacer sus necesidades básicas. Enrique Ossorio, ni está a su lado, ni satisface sus necesidades, sino que de manera cínica como si de un Judas Iscariote se tratara los niega. Al apóstol solo se le recuerda por una cosa: su traición a Jesús. Al postulado Ossorio se le recordará por negar y traicionar la existencia de cientos de miles de pobres ávidos de anhelo profundo por disponer de algo, como mínimo, la comprensión de individuos como Enrique Ossorio que solo se preocupa de sobrevivir políticamente. La fundación Cáritas sabe de todo esto y sabe también que en las cocinas de los ricos no saben si los padres le han dado de comer o no a un niño y si este se despierta con más hambre que la que tenía al acostarse.

Siendo muy loable la pedagogía de auxilio que prestan Cáritas u otras oenegés a los más necesitados, de muy poco servirán si se topan con políticos incultos dispuestos a negar todas las noticas que les sacan los colores para envolverse con el ropaje del cinismo y de la frivolidad.

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