Opinión

La población civil: el arma democrática contra la desinformación

La desinformación como arma de engaño no es nueva pues contribuyó al éxito para que los aliados derrotaran al nazismo en la II guerra mundial. Se usó de manera relevante e instructiva en falsear mensajes y códigos transmitidos entre los mismos operadores con el objetivo de engañar al enemigo y obligarlo así a modificar y a revelar el auténtico frente militar de operaciones. Al final de la guerra, las fuerzas aliadas, reconocieron a esta técnica como arma de justa legalidad, quizá, con visión autocomplaciente, la bautizaron “arma de la desinformación”.

Con el correr del tiempo, la citada técnica, se ha introducido de forma torticera, sin ajustarse a ley ni razón en el orden mundial de la política de manera oral, redes sociales y páginas web como arma ponzoñosa para descalificar instituciones y adversarios políticos tendente a embarrar y crispar la vida pública a base de bulos, mentiras, espionaje y escuchas ilegales. Trump y Bolsonaro recurrieron de forma basta y grosera a la desinformación mentirosa negando el veredicto electoral surgido de las urnas en EE UU y en Brasil respectivamente. El difundo de la mentira es su máxima pues con ello niegan la realidad de su propia derrota. Con este espíritu incendiario de violencia llamaron a sus partidarios a tomar por la fuerza ambas cámaras legislativas con el fin de que no se produjera la investidura de Joe Biden y de Lula da Silva alimentando la sospecha de fraude electoral.

En fechas más recientes el parlamento europeo ha tenido que blindarse para que la desinformación toxica-engañosa de los hackers (piratas informativos) filtrada desde naciones externas no minara el funcionamiento de la cámara europea. Asimismo, ha tenido que acorazarse ante los discursos ultra xenófobos de la extrema derecha sustentados en la blasfemia de la mentira. Pero, la desinformación en forma de pandemia se expandió y también llegó a España a velocidad del AVE coincidente más o menos, en el tiempo, con la llegada de los dos mandatarios indicados a la presidencia de sus respectivos países. 

PP, Vox, y afines, como discípulos aventajados de aquellos inician la operación de desinformación difamatoria y obscena que desmerece a la prensa veraz, honesta y objetiva y a los reporteros comprometidos con estos valores. Por lo tanto, la sociedad civil está viendo como el grupo patriótico de padrinos y topos de la desinformación es acosada con mensajes encriptados de bajeza política, de nula credibilidad y olor a rancio.  Utilizan la técnica de la mentira para la cacería personal y política sin reparar en el medio cuando su único fin es la okupación del Palacio de La Moncloa para gestionar intereses que profesan la misma fe. El engranaje económico, mediático y judicial lubrificado de fango y estiércol todo lo juega a esa carta.

Viene esta argumentación a raíz del periodo reflexivo de cinco días que Pedro Sánchez adoptó para decidir si seguía o no al frente del Gobierno después de que un juez admitiera a trámite una denuncia contra su mujer formulada por el sindicato ultracatólico Manos Limpias. PP y Vox no desaprovecharon la ocasión para tachar a Sánchez de melodramático, de irresponsabilidad política y de dejación de funciones durante esos cinco días en que puso en vilo al país. Sin embargo, el que el país esté cinco años sin renovar el Consejo General del Poder Judicial, secuestrado por el PP, no les preocupa tanto ni el vilo ni la inestabilidad judicial.

Es evidente que Pedro Sánchez no puede caer en el trastorno de personalidad narcisista. Si de verdad ve irrenunciable reformar la justicia y regenerar la vida política como ha manifestado debe proyectarse más allá de él y apoyarse en la sociedad civil que confía en la expansión democrática en permanente recorrido perfeccionista para desarmar a los que quieren (PP, Vox) enajenarla de todos sus valores a través de la desinformación fangosa y podrida.