Opinión | Nuevas epístolas a "Bilbo"

Cervantes y Garcilaso vs Rosalía y "Los Chunguitos"

"Y aun no se me figura que me toca

aqueste oficio solamente en vida,

mas con la lengua muerta y fría en la boca,

pienso mover la voz a ti debida.

Libre mi alma de su estrecha roca,

por el estigio lago conducida,

celebrándote irá, y aquel sonido

hará parar las aguas del olvido".

La octava real que te acabo de recitar, "Bilbo", de resonancias modernas como "la voz a ti debida" o "parar las aguas del olvido", figura en el capítulo LXIX de la segunda parte del "Quijote", allí donde la pérfida doncella Altisidora discurre un montón de artimañas crueles, desalmadas con el fin de doblegar la fidelidad a Dulcinea del más célebre caballero andante. Trata de llevárselo al huerto, sin éxito, mediante el despliegue de toda una panoplia de tretas y requiebros. Conseguir no lo consigue, pero su indomeñable empeño le lleva a simular, despechada, sus propias exequias, a fingir su propio entierro a modo de escenificación de un reproche furibundo, de una burla despiadada contra el desamorado don Quijote.

Pero la razón poderosa, que reza en el título de la carta, por la que reproduzco esos versos reside en que la tal estrofa es copia literal de la que aparece en la "Égloga III" de Garcilaso de la Vega. Hete aquí que los exégetas de la obra cervantina coinciden en atestiguar que cuando Cervantes copia -con todo el morro-, lo hace como muestra de admiración hacia el escritor plagiado. Nada que ver si se compara con las reacciones viscerales de ahora que imputan y condenan a Rosalía, por ejemplo, por un presunto delito de apropiación intelectual, musical, artística, cultural y hasta étnica cuando osa versionar –de forma admirable y respetuosa, dicho sea de paso– una canción de Los Chunguitos: "Me quedo contigo". Va a ser verdad eso de que los tiempos cambian que es una barbaridad. Como seguramente lo es que, si la ración de copieteo se produjera más al sur de la península ibérica, en Marruecos por citar un reino, a un manco de Lepanto cualquiera, copión de tres al cuarto, de medio pelo o, mejor, de media pluma, le raerían el brazo sano, previo juicio sumarísimo. El bueno de Sancho sentenciaría el asunto con esa otra resignada verdad que dice eso de que quien no se consuela es porque no quiere.

Por acabar el pastiche como se inició, con buen sabor de boca, con un sorbo risueño, cópiese sin rubor lo que escribe Cervantes de la perversa Altisidora, al desmantelarse el simulacro de entierro: […] "que debía estar cansada, por haber estado tanto tiempo supina".

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