Opinión | Nuevas epístolas a "Bilbo"

Poesía: caso práctico

Si en la epístola anterior balbuceaba sobre la poesía, "Bilbo", ahora te muestro ejemplos prácticos porque, además de predicar, conviene dar trigo.

El autor se limita a anotar en una plantilla del ordenador el título de la película recién visionada. A partir de ese momento, los neurotransmisores operan a su antojo y en torno al título anotado comienza a fluir un texto sencillo, una historia corriente que nada tiene que ver con la película (o sí), bajo el influjo de las conexiones neuronales, fenómeno que en biología se denomina sinapsis. Lo que viene a probar que la neurosis y la literatura ocupan a veces zonas fronterizas sin necesidad de distorsionar el lenguaje o incurrir en los vicios del preciosismo vacuo, del surrealismo onírico o del malditismo provocador.

Ruge la marabunta

Dentro/ de la celda monacal,/ Juan de la Cruz sucumbe/ ante un manojo de delirios/ místicos./ Afuera,/ el poeta se aturde/ por los estruendos del camión de/ la basura/ que le impiden soñar a sus/ anchas./ Se tapona los oídos./ Acaricia la nuca del perro/ adormilado./ Ese es todo su caudal de/ oniromancia.

Yo soy la Juani

Un viejo que leía al sol en uno de los bancos de aquella plazoleta observaba con el rabillo del ojo a la choni del barrio subida a horcajadas al balancín. Despendolada. Disoluta. Las miradas furtivas del viejo que leía al sol arrojaban ternuras, casi tantas como las que destinaba a su perro. Casi infinitas. El viejo que leía al sol en uno de los bancos de aquella plazoleta ondeaba la bandera blanca de la rendición. Se sumergía, de ha poco para acá, en estados de dejadez, de abandono de toda pugna por vivir. Aspiraba a que la hija le dedicara un canto y el hijo le pasara el brazo por los hombros. Ansiaba únicamente que ambos le acompañaran un rato al sol en uno de los bancos de aquella plazoleta. Mientras leía.

Bajocero

Se equivocan los geólogos/ al situar la gelidez extrema en la/ Antártida./ La máxima frialdad/ reposa en mi propia sepultura./ Desde esa gruta helada/ escribo la carta de amor de un/ desconocido./ No soy Stefan Zweig./ No sabré estremecerte./ Cómo tejer y destejer tu cabello/ con mis dedos,/ si no admites melindres./ Cómo andar cogidos de la mano,/ si tu paso acelerado me aventaja./ Cómo restituir los besos/ frustrados,/ si me quitas la cara./ Desisto./ No soy Stefan Zweig./ No sabré estremecerte./ A qué seguir con torpes escrituras/ si me reconozco incapaz de elegir/ las palabras adecuadas/ que puedan transmitir la confesión/ tardía,/ desde este frío sepulcral, del/ desconocido/ con quien conviviste no menos de/ medio siglo./ Resumo:/ Tú fuiste mi aventura/ interminable.

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