Nueva York / Oviedo,

Agencias / L. M. S.

El Consejo de Seguridad de la ONU castigó ayer el reiterado desafío nuclear de Irán con un cuarta ronda de duras sanciones, que llegan tres semanas después de que Teherán alcanzara un acuerdo con Brasil y Turquía para enriquecer su uranio en el exterior, tal como le había propuesto la comunidad internacional el pasado octubre sin que el régimen de los ayatolás diera su brazo a torcer. Brasil y Turquía votaron ayer en contra de la imposición de nuevas sanciones y Líbano se abstuvo. Irán se mofó de ellas.

Brasil, Turquía y Líbano fueron los únicos países de los 15 que integran el máximo órgano de decisiones de la ONU que no respaldaron la resolución impulsada por Estados Unidos, que ya se había ganado el respaldo de Rusia y China (los más reticentes), así como de Francia, Reino Unido y Alemania.

La embajadora estadounidense, Susan Rice, responsabilizó al régimen iraní de «violar» sus compromisos con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) e ignorar las anteriores resoluciones de la ONU al seguir enriqueciendo uranio.

Por su parte, Brasil y Turquía, miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, argumentaron que las nuevas sanciones son innecesarias tras el acuerdo alcanzado con Irán en mayo, que, a diferencia del que habían propuesto a Teherán las potencias, incluía la garantía de que Turquía devolvería el uranio poco enriquecido iraní en caso de que no se completara el intercambio de combustible nuclear. Este acuerdo fue juzgado insuficiente por la comunidad internacional.

La resolución adoptada establece nuevas restricciones a las operaciones de los bancos iraníes, al tiempo que incrementa el escrutinio de las transacciones en el exterior de todas las entidades financieras del país.

Asimismo, endurece el embargo de armas a Irán y sanciona a 40 entidades del país, entre ellas varias vinculadas a la naviera estatal iraní, así como a la Guardia Revolucionaria. También refuerza el régimen de inspecciones a buques y aviones iraníes.

Con todo, las sanciones son más débiles de lo que EE UU quería. Washington aspiraba a un embargo de combustible, pero se vio obligado a renunciar a él para poder contar con el «sí» de Moscú y Pekín; sobre, todo de este último, principal cliente de la industria petrolera iraní.

El presidente norteamericano, Barack Obama, consideró que la nueva ronda de sanciones supone un «mensaje inequívoco» para Irán, aunque no cierra la puerta a la diplomacia. Sin embargo, el mandatario iraní, Mahmud Ahmadineyad, aseguró que las medidas «no tienen valor» y deberían tirarse «a la papelera como un pañuelo usado», según informa la agencia oficial ISNA. Y siguió con los símiles: «Nos caen sanciones por todos los lados, pero éstas son para nosotros como unas moscas latosas», dijo Ahmadineyad.

Para Israel, el nuevo conjunto de sanciones constituye un «paso importante» para detener el programa nuclear de Teherán, aunque considera que deberán ir acompañadas de medidas «en otros ámbitos internacionales y nacionales».

Las autoridades rusas calificaron de necesaria las medidas de castigo contra Irán. El embajador ruso ante la ONU, Vitaly Churkin, afirmó que las sanciones eran una «medida obligada, la implantación de un enfoque medido de forma cuidadosa y proporcional», informó la agencia Interfax.

Churkin destacó que la participación rusa en la construcción de las instalaciones nucleares de Bushehr, en Irán, es la prueba del apoyo que Moscú brinda a Teherán en su industria nuclear siempre y cuando se desarrolle con fines pacíficos.

El embajador de China ante la ONU, Li Baodong, llamó a la plena aplicación de la nueva ronda de sanciones e instó a Teherán a cumplir con las demandas internacionales en relación con su programa nuclear. «China pide a todos los miembros de la comunidad internacional a que apliquen la resolución de forma integral y de buena fe», declaró Li ante el Consejo de Seguridad.