A mediados del siglo XVII, Joan Peterson, una mujer que practicaba la brujería, fue acusada del asesinato de otra y condenada a morir en la horca. Sucedió en Wapping, el distrito del este de Londres, al lado de los docklands donde Rupert Murdoch mantiene hoy contra viento y marea «News Internacional», la rama británica de su imperio de la comunicación a punto de hundirse por el escándalo de las escuchas ilegales. El viernes pasado, el día en que la consejera delegada del grupo, Rebekah Brooks, también apodada como Peterson «la bruja de Wapping», era forzada a dimitir por el propio magnate, en medio de una tormenta mediática, el mensaje más seguido en Twitter fue «Ding dong, la bruja ha muerto», de la película «El mago de Oz». Cuarenta y ocho horas después, al tiempo que renunciaba el mismísimo jefe de Scotland Yard, Brooks era detenida para ser interrogada junto a otros nueve implicados en el caso que sacude al Parlamento de Wetsminster y conmueve a la sociedad del Reino Unido.

En 22 años de múltiples servicios a Murdoch, la ambiciosa nueva bruja de Wapping acabaría convirtiéndose en una de las ejecutivas más poderosas de Gran Bretaña. Su latido era el del sistema, por eso cuando estalló el escándalo enseguida surgió como el auténtico villano de la historia. Reconocible por una mata de pelo rojo rizado y una mirada penetrante y acuosa, Brooks, de 43 años, era directora del «News of the World» cuando un investigador a sueldo del repugnante tabloide dominical interceptó supuestamente los mensajes telefónicos de Milly Dowler, menor secuestrada y víctima de un asesinato, en busca de material para hacer información sobre la niña. La historia se repitió con más personas. El escándalo, considerado tóxico para la credibilidad de la prensa, llevó a que Murdoch ordenase el cierre del periódico tras 168 años de existencia. La consejera delegada se aferró a su puesto de trabajo mientras que los periodistas del diario que ella misma condujo al precipicio perdían los suyos. El magnate australiano no ha dejado de disculparse públicamente desde entonces -ayer compareció junto a su hijo James en los Comunes- pero la deriva política y delictiva que ha tomado el escándalo supera ya el ajuste de cuentas deontológico y periodístico, y amenaza con llevarse el dominio Murdoch por delante.

La «bruja de Wapping» recoge en estos momentos los pedazos esparcidos de su meteórica carrera en la News Corporation. Desde los humildes comienzos hasta convertirse en la primera ejecutiva del grupo en Gran Bretaña no ha dejado de cultivar las amistades interesadas y los odios africanos. Brooks ha sido acusada en todo momento de coquetear con el magnate australiano de los medios de comunicación y su círculo íntimo para consolidar su posición en el imperio. Murdoch ha llegado a considerarla una hija y, más de una vez, se declaró el primer admirador suyo. La periodista inició su trayectoria en el «News of the World» después de trabajar brevemente como secretaria del grupo. Desde entonces nada la detuvo.

En 1997, cuando tenía 29 años, Rebekah, de soltera Wade, se desplazó a Westminster para hablar con el diputado tory Jerry Hayes, un excéntrico personaje de la política, antigua pesadilla de Margaret Thatcher. El periódico tenía la intención de contar la historia de un congresista conservador cuarentón y casado, que mantenía un romance con un joven de 18 años. El titular del dominical fue «Tory miembro del Parlamento programado con mujer y amante gay menor de edad». Ni que decir tiene que el efecto resultó devastador para el extravagante Hayes, pero curiosamente éste se mostró tan encantado con la joven pelirroja y su desparpajo que llamó por teléfono al «News of the World» para darles las gracias por el tratamiento de la noticia. Tres años después de aquello, Wade era ya directora del periódico. Menos de una década más tarde, jefa ejecutiva del grupo: un ascenso meteórico atribuido por los observadores, amigos y enemigos, a ese cóctel potente de ojos claros, crueldad y encanto deslumbrante.

Andy Coulson, uno de los principales implicados en el escándalo de las escuchas, director del tabloide entre 2003 y 2007 y posteriormente asesor de comunicación de David Cameron, bromeaba a menudo diciendo que el mérito del periodismo sensacionalista es hacer famoso a alguien un día y que te llame al siguiente para agradecértelo. Un ex empleado de «The Sun», que trabajó con ambos directores, recordó las palabras de Coulson y recalcó que Rebekah Brooks era el máximo exponente de ese arte. Y así lo acreditó en los años en que alternó como directora en el dominical «News of the World», ahora desaparecido, y en el citado «The Sun», el otro tabloide de Murdoch especializado en casquería, hasta que seis años de primicias la llevaron a ocupar un lugar preferente en la gran mesa ejecutiva. Desde allí siguió fabricando titulares, muchos de ellos urdidos durante almuerzos con políticos del primer nivel; otros a costa de pagarlos: las exclusivas se compran en el mundo infecto del amarillismo.

Al igual que su carrera profesional ha acabado en los titulares de la prensa seria, la sentimental habría servido de noticia de portada en los tabloides que dirigió. En 2005, Brooks fue detenida por agredir a su marido, la estrella de la televisión Ross Kemp. No se presentaron cargos en su contra. Al igual que su primer matrimonio le ayudó a mantener una relación con los Blair, utilizó el segundo con el ex entrenador de caballos de carrera Charlie Brooks para codearse con algunos de los políticos más prominentes de Gran Bretaña y dejarse ver en los lugares donde se celebran los actos sociales más relevantes, incluido Windsor. Por razones de vecindad y simpatía, la pareja ha compartido más de un momento con el primer ministro Cameron y su esposa en Oxfordshire, donde ambos tienen residencia.

Pero la encantadora bruja de Wapping también recoge los frutos de sus hechizos maléficos. Chris Bryant, diputado laborista declarado abiertamente gay, la acusó días atrás de homofobia descarada. Reveló cómo ella se le había acercado en una recepción hace años y le había dicho: «Ya es de noche, ¿no deberías estar en Clapham Common?», refiriéndose al mayor y más famoso punto de encuentro de los homosexuales en Londres. «Tendría que haber ido hace mucho tiempo», confesó con cierta melancolía a Sky News después de que Brooks anunciase su renuncia.