El presidente peruano, Ollanta Humala, reveló ayer que entre los nueve mineros rescatados ayer sanos y salvos figura un ex artillero del Ejército, al que no quiso identificar, que lo acompañó durante la rebelión que protagonizó en el año 2000 contra el Gobierno del entonces mandatario, Alberto Fujimori. Con Humala viajarán a Ica los ministros de Poblaciones Vulnerables, Energía y Minas y Salud.

Oviedo / Lima,

L. M. S. / Agencias

Esta vez fue en Perú, no en Chile, y el infierno «sólo» duró siete días, no setenta; sin embargo, en ambos casos había un presidente esperando en la bocamina, dispuesto a aprovechar el momento del rescate para ganar popularidad. Los equipos de salvamento lograron ayer recuperar con vida a los nueve mineros peruanos que habían quedado atrapados el pasado jueves, tras un derrabe, en la mina de cobre Cabeza de Negro, en la región de Ica, en el suroeste del país.

La operación se llevó a cabo ante la expectación de los peruanos, que la vieron en directo por televisión, y en presencia del presidente, Ollanta Humala, como mandan los cánones desde que el chileno Sebastián Piñera subió como la espuma en los índices de aprobación al convertir en una gesta patriótica el rescate de los 33 trabajadores de la mina San José de Atacama que vivieron en el infierno durante más de dos meses en 2010.

Los mineros peruanos rescatados ayer son Jacinto Pariona, de 59 años, y su hijo Roger Pariona, de 32; Félix Cucho Aguilar, de 41; Edwin Bellido, de 34; los hermanos Santiago y Juan Tapia, de 22 y 23 años, respectivamente; Carlos Huamaní, de 47; Jesús Capatinta, de 35, y Julio César Huayta, de quien no fue facilitada la edad.

Al finalizar la operación, dos de los trabajadores afirmaron a la emisora Radio Programas del Perú que vivieron un «infierno» durante los siete días que permanecieron atrapados. Bellido relató que dentro del socavón disponían de un área de unos 50 metros, y que por ella bailaban y corrían para pasar el tiempo. Era «un lugar feo, de barro. Nos contábamos chistes y por la manguera preguntábamos qué día era», explicó. «Que se sientan contentas mis hijitas, porque casi he vuelto a vivir», agregó Bellido.

Jesús Capatinta dijo que él y sus compañeros habían hecho frente a «un infierno y un calvario», aunque anunció que espera seguir trabajando en las minas. Eso sí, con mayores medidas de seguridad.

La mina de cobre fue abandonada en los años noventa del pasado siglo, pero su entrada no fue dinamitada, como exige la ley, por lo que los denominados mineros «informales» (ilegales) siguieron entrando en ella. Humala advirtió ayer del riesgo que éstos asumen y destacó los esfuerzos que hace su Gobierno para regularizar esta actividad.

El presidente peruano avanzó que la Fiscalía General y el Tribunal de Cuentas de Perú tendrán que actuar contra las empresas mineras ilegales que están «explotando» a los trabajadores.