Un ataque más sobre Rafah. Esta semana y entre ruinas y devastación el desgarro de la despedida a los muertos, ya 26.000. Los heridos llegan en burro a hospitales devastados y en el aire la misma angustia desde hace tres meses. No hay ningún lugar seguro en Gaza. Las familias que huyen del complejo de la ONU asediado por Israel en Jan Younis lloran en el camino con sus niños y sus enfermos a cuestas, sin un destino cierto. Acampados entre plásticos, niños palestinos comparten la comida, una al día, y su madre, con rabia, enseña las alubias enlatadas, el único alimento que puede conseguir. Un pediatra palestino acaba de pesar a un bebé que ha perdido dos kilos. La hambruna afecta más a los niños que a los adultos. Y en Gaza, desesperados y sin comida han empezado a moler como harina piensos para animales, hacinados en las calles de Rafah en condiciones miserables e insalubres, bebiendo agua contaminada. Por todo esto, la Corte Internacional de Justicia ordena a Israel impedir el genocidio en Gaza.