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Sami Naïr

"El 30 por ciento de los ciudadanos europeos está pagando por los excesos de los bancos"

"El 30 por ciento de los ciudadanos europeos está pagando por los excesos de los bancos" Ricardo Solís

Frente a quienes anticipan el final de los malos tiempos económicos, el politólogo francés Sami Naïr (Tremecén, Argelia, 1946) advierte que esto va a durar mucho y que lo peor todavía está por llegar. Lo suyo, afirma, no es vocación de aguar la fiesta, sino la conclusión del análisis de una realidad en la que observa pocos cambios desde la quiebra del sistema financiero en 2008. "Las causas que han provocado la crisis en la que ahora estamos inmersos persisten", señala el catedrático de Ciencias Políticas y director del Centro Mediterráneo Andalusí de la Universidad San Pablo Olavide de Sevilla. Naïr, que también augura el fracaso del euro si Alemania y el BCE insisten en mantener su fortaleza, huye, sin embargo, del derrotismo y considera posible todavía reorientar el proyecto político de Europa. De todo ello habla "El desengaño europeo" (Galaxia Gutenberg), libro muy acomodado a este recién abierto período electoral.

-¿En qué consiste su desengaño europeo?

-Es el sentimiento que tengo en la fase en que se encuentra Europa, que coincide también con el sentir de la gente. Hay un desengaño generalizado, lo que no significa rechazo de Europa. Se trata de saber por qué se genera este sentimiento y cómo podemos superarlo.

-¿Cree que estas elecciones en las que ya estamos inmersos servirán para constatar ese desapego europeísta?

-Las elecciones van a funcionar como siempre. Los partidos hegemónicos explican que estos comicios son los más importantes desde que se inició el proceso de construcción europea, porque podemos cambiar su orientación. A mí eso me parece mera retórica para legitimar las posiciones de estos partidos en el sistema político. No creo que el señor Juncker (el candidato del Partido Popular Europeo) ni Martin Schultz (a la cabeza de los socialistas europeos), cuyo partido pertenece a un Gobierno conservador como el de Angela Merkel, vayan a cambiar nada. El Parlamento europeo tiene escaso poder, por lo que todo resulta un poco teatral. Pero hay que votar.

-Visto así, al elector le quedan pocas opciones y, quizá, menos ganas de acercarse a la urna.

-Está claro que las opciones son pocas, pero hay partidos que al menos plantean el problema al que nos enfrentamos. La situación es bastante sencilla. Si se quiere continuar con la política de austeridad, habrá que votar a quienes la imponen. Si que quiere cambiar, habrá que apostar por ello. Considero que hay un acuerdo implícito entre los dos grandes partidos hegemónicos. No creo que exista una izquierda y una derecha en el ámbito europeo, sino conservadores y progresistas. Estos últimos son, para mí, los que piden el cese de las privatizaciones, la construcción de un gobierno económico europeo para controlar la política del Banco Central y la defensa de los derechos sociales de las poblaciones maltratadas en estos últimos cuatro años. El 30 por ciento de los ciudadanos europeos está pagando por los excesos de los bancos. Europa no hizo nada y la única medida que proponen los liberales consiste en profundizar en la austeridad. Esta crisis va a durar muchísimo tiempo; y si las élites políticas no toman las decisiones necesarias, entraremos en un período de inestabilidad social y de enfrentamientos peligrosos.

-En contra de quienes ya celebran la recuperación, sostiene que lo peor está todavía por llegar. ¿Es usted uno de esos cenizos de los que habla Rajoy?

-No, no me siento concernido por esa alusión. Soy un intelectual que intenta pensar la realidad en la que estamos y no estoy para apoyar a nadie en detrimento de la verdad. Sé que la situación de Rajoy no es fácil, en una situación dramática para España en la que tiene que intentar poner en marcha políticas para salir de esta situación. Entiendo su difícil papel y creo necesario buscar soluciones en el ámbito europeo. Por ello veo con gusto que Francia, Italia y España están ahora de acuerdo para pedir un euro menos caro. Espero que se constituya un eje París-Roma-Madrid frente al eje Berlín-Banco Central Europeo (BCE). Digo que lo peor está por llegar por dos razones fundamentales: la primera es que no hay posibilidad de resolver la crisis económica sin cambiar la política del euro. Con un euro caro, los países del sur de Europa, y ahora también Francia, no podrán seguir con los recortes sin arriesgarse a un estallido social dramático. Francia es el eslabón más débil, el Estado tiene por tradición una política social muy fuerte y los franceses no van a aceptar medidas de austeridad comparables a las de Grecia, España o Portugal. La segunda razón es que ya se está perfilando a nivel internacional una crisis monetaria. La anarquía que generan un dólar y un yuan chino débiles y un euro fuerte es insostenible. Esta situación beneficia al dólar y los chinos no la aceptan y piden un cambio radical. Ésa será la próxima crisis, aunque no sé dentro de cuánto tiempo. Europa está sufriendo también los efectos de esta salvaje batalla planetaria. Las causas que han provocado la crisis en la que ahora estamos inmersos persisten. El único país que ha puesto en marcha una política más o menos nueva es Estados Unidos al separar las actividades de los bancos de inversión de las de los comerciales y garantizar el instrumento del crédito, algo de lo que nosotros, los europeos, carecemos.

-Usted explica la crisis como el resultado de una gran manipulación de las élites financieras con la complicidad de los gobiernos. ¿Esto no tiene algo de "conspiranoia"?

-No es una visión "complotista", no hay ningún complot, es una observación de la realidad. Estados Unidos revirtió en 1991 la separación entre bancos de inversión y bancos comerciales adoptada tras la crisis de 1929 para evitar nuevas burbujas especulativas. Eso nos ha conducido a la situación actual, a una crisis que es el resultado de la actividad de unas élites financieras que han destrozado la economía real. Y han destrozado también el propio capitalismo, el capitalismo bueno que producía trabajo y riqueza. El mejor análisis que se ha hecho de este asunto es la última película de Martin Scorsese, "El lobo de Wall Street". Las élites políticas, en Europa, no se han opuesto a esta situación; al contrario, han ido al rescate de los bancos a costa del dinero de los ciudadanos, de los impuestos destinados a sufragar unos servicios que se les recortan con medidas de austeridad. Las élites políticas que defienden ese camino comparten la misma orientación ideológica de las élites financieras que nos han metido en este agujero.

-¿Podemos decir entonces que los grandes capitalistas son en estos momentos los mayores enemigos del capitalismo?

-Me parece una muy buena forma de decirlo. El capitalismo financiero ha destrozado el capitalismo, no hay una verdadera relación entre la creación de riqueza, los precios y el funcionamiento del sistema financiero. Los gobiernos han dado dinero a los bancos y no sabemos adónde ha ido, por eso tenemos que someterlos a tests de resistencia para conocer la calidad de sus activos. No hay una alternativa al capitalismo, algo que se pueda considerar factible de manera seria, pero hay que inventarla desde el progresismo, desde el humanismo, desde la igualdad y la solidaridad. Confío en las nuevas generaciones para hacerlo.

-Usted habla, en el caso español, de una "complicidad inconfesable" de la derecha y la izquierda para no tocar la banca.

-Son impotentes y no se oponen a ese sistema. No digo que haya un complot porque he luchado durante años contra quienes sostienen esa visión del sistema, que es más irracional, imprevisible, fluido y complejo de lo que esas interpretaciones consideran. En estos momentos las diferencias entre ambas opciones en Europa son muy pocas: se reducen a diferencias cuantitativas, pero no cualitativas.

-También reprocha a la izquierda su sumisión política e ideológica.

-Sí. Lo primero que hay que hacer es poner un piloto en el avión. Hay que acabar con el actual sistema de acatamiento al BCE y a Alemania, para crear un gobierno económico europeo que pueda dibujar orientaciones para la política monetaria de ese Banco Central. Ahora, por ejemplo, la alta cotización del euro está castigando a los países más débiles de Europa. No podemos seguir en manos de tecnócratas libres de todo control que son los que ahora marcan la pauta de la construcción europea. Y que en muchos casos están a merced de la coacción de los 3.000 "lobbies" que se mueven en Bruselas. No quiero que la magnífica idea de Europa desaparezca por causa de esa política antisocial. Europa es algo más profundo, es un destino, una civilización, una identidad.

-¿La unión monetaria ha agrandado la brecha de las diferencias entre los países europeos?

-Por supuesto. Un financiero como George Soros, especialista en apostar contra los gobiernos y las divisas nacionales, advierte de que con esta política del euro fuerte los países del sur de Europa van a acabar en el subdesarrollo. La situación en España hoy es peor que en los años noventa o a comienzos de este siglo.

-En su libro va más allá y atribuye a la entrada en el euro la regresión industrial de España. Incluso apunta a que las ayudas europeas para infraestructuras lo que han conseguido es que Alemania mueva mejor sus productos en la Península.

-Supongo que no hay un español que no sepa que el dinero recibido de Europa no ha sido el dinero del corazón y que estaba destinado a crear un mercado para Alemania y Francia. Sabemos en manos de quién está aquí la gran distribución y los bancos de esos dos países han aprovechado de manera extraordinaria la situación. La construcción de Europa, para España, ha supuesto recibir mucho dinero y, al mismo tiempo, otorgar su mercado a las grandes corporaciones europeas, eso está claro. La industria española está casi desaparecida, cuando antes había una capacidad de exportación muy importante. Éste es un país en el que la gente trabaja y donde hay un dinamismo económico muy fuerte, muy distante del país de los perezosos que describe la señora Merkel. Pero aquí la derecha y la izquierda han apostado por una gran construcción de infraestructuras, han dejado desarrollarse ese sector sin ningún tipo de restricción y han permitido a los bancos una política de endeudamiento bastante irresponsable cuyas consecuencias padecemos hoy.

-Al escucharle queda al menos el alivio de que no culpe a la propia población de todo lo que estamos soportando.

-Efectivamente, hay quien lo hace; pero eso forma parte de la misma estrategia orientada a salvar el sistema bancario.

-Y ahora responda su propia pregunta: Europa ¿para qué?

-Porque vivimos en un mundo globalizado en el que necesitamos una unión de naciones europeas. Compartimos los mismos valores y los mismos intereses. Lo que nos falta es controlar nuestro sistema económico y a nuestras élites financieras. El mundo necesita de Europa, pero no como mercado sino como proyecto de civilización. Tenemos los valores para seguir siendo el gran continente que ha defendido los ideales de la Ilustración. Cuando la gente se considera europea, no es para asumir los postulados de la extrema derecha o del conservadurismo oscurantista, sino para defender esos valores de luz y solidaridad.

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