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Memorias 1 | MARÍA DOLORES FERNÁNDEZ VEGA | Exprofesora del colegio de las Teresianas e hija del hostelero de Casa Tuto

" 'Las chicas sois menos inocentes', dije en clase, y una me llamó machista"

"Mi padre prohibía cantar o discutir de política y fútbol y los clientes se quejaban: '¿Qué vamos a hacer en un chigre?', y él replicaba: 'Esto es Casa Tuto, y en casa de Tuto se hace lo que dice Tuto'"

María Dolores Fernández Vega. rubén ibáñez

Oviedo

María Dolores Fernández Vega nace en Oviedo, el 18 de julio de 1925, y su vida recorre dos grandes periodos en tensión recíproca: por una parte, es hija de Restituto Fernández Alvaré, el hostelero de Casa Tuto, la célebre sidrería y restaurante de la calle San Francisco, y, por otra, estudia con las religiosas Teresianas desde 1934 hasta que obtiene el título de Magisterio, con lo que descubre su verdadera vocación, es decir, ser profesora en el colegio de sus queridas Teresianas. El primero de esos periodos llega hasta 1972, cuando María Dolores traspasa Casa Tuto cuatro años después de que falleciesen sus padres, y el segundo tramo se inicia en ese momento, cuando se incorpora por completo a la docencia en dicho centro. Así, la hija de Tuto se convertirá en apreciada profesora a la que varias generaciones de ovetenses recuerdan hoy como persona entrañable. En estas "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA -en la entrega de hoy, más otra, mañana, lunes-, evoca hechos como que "mi padre prohibía cantar o discutir de política y fútbol, y los clientes se quejaban: '¿Qué vamos a hacer en un chigre?', y él replicaba: 'Esto es Casa Tuto, y en casa de Tuto se hace lo que dice Tuto'". O episodio educativos del siguiente tenor: "'Las chicas sois menos inocentes', explique un día en clase, y una me llamó machista".

De marmitón a maître de hotel. "Mi padre, Restituto Fernández Alvaré, no Álvarez, 'Tuto', había nacido en 1892 en Siones, por arriba de Caces, en el concejo de Oviedo. Con doce años a mi padre lo trajeron interno para el hotel Covadonga, que estaba en la calle de Mendizábal, donde hoy está el banco BBVA, y que regentaba la familia Fernández Doral. Cuando ese hotel se incendió, en 1906, la misma familia se hizo cargo del hotel Principado, en la calle San Francisco. En el Covadonga estaban las hermanas Encarnación y Cándida Fernández Doral y como entonces no había escuelas de hostelería, esos 'grados' de aprendizaje los había que pasar en un hotel, por ejemplo. Así que mi padre entró de chavalín y la primera cosa que le mandaron hacer fue pelar fresas y arvejos, y él no sabía, pero como su madre, Emilia Alvaré, vino con él, le enseñó. Luego pasó a marmitón, que era como un pinche ayudante de cocina; luego pasó a ayudante de cocina y, por fin, a cocinero. Y cuando ya estaba servido en la cuestión de cocina, le pasaron al comedor, de camarero, y así llegó hasta que llegó a maître de hotel. Después, tuvo ganas de poner él mismo un hotel, pero no fue posible".

Traspaso y 90 pesetas de renta. "Tuto se casó el 3 mayo de 1916 con mi madre, Neri Vega Gutiérrez, que era de la calle del Rosal, y a los cuatro o cinco meses cogieron el traspaso del negocio del Cándido Muñoz, en el número once de la calle de San Francisco, al lado de la Universidad. Cogieron la planta baja y el piso primero, como restaurantes (el de abajo, con mesas corridas y para diario, y el de arriba, para eventos, bodas o banquetes), más la vivienda familiar, en el segundo. Tuto había terminado su 'graduación' en el hotel Covadonga y las mismas hermanas Doral le dijeron: 'Mira Tutín, si te estableces ahí, estamos nosotras cerca y en contacto contigo'. Incluso le dieron dinero, porque él no tenía para hacer el traspaso completo. Cándido Muñoz tuvo luego el Hotel Francés y su hijo, Ángel Muñoz, llevó el restaurante La Granja del Campo San Francisco, en el Bombé, y en el edificio que hoy es biblioteca. Ángel tuvo hijos: Angelín Muñoz, Cándido Muñoz, Juan Carlos?". Cuando se puso con el negocio, mi padre pagaba 90 pesetas de renta a la propietaria del edificio, doña Quintina Isla, viuda de Quirós, madre de Pedro Quirós, el psiquiatra, y abuela de Pedrín Quirós, el actual psiquiatra. No había contrato, solamente un trato de tú a tú, de doña Quintina a Tuto, como eran antes las cosas, que se daba una palabra y se cumplía. Al mes le dijo mi padre: 'Toma Quintina, 100 pesetas y no me dé la vuelta; es lo que le voy a pagar'. 'Pero Tuto, ¿vas a poder pagarme esta cantidad?'. 'Sí, doña Quintina, podré'. Y ésos eran los pagos. Después, fueron subiendo a medida que a mi padre le parecía".

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