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Michel Ney, el mariscal que invadió Asturias

El militar, pieza clave en Waterloo, mandaba las tropas que el 14 de mayo de 1809 entraron en el Principado por Leitariegos

El 14 de mayo de 1809 las tropas invasoras francesas entran en Asturias por la zona de Leitariegos. En apenas cinco días el ejército napoleónico llega a Oviedo. Al mando, un mariscal de apenas 40 años, Michel Ney, militar de carrera meteórica. Había nacido en 1769, el mismo año que Napoleón. Ney, duque de Elchingen, llevaba en España y Portugal desde agosto de 1808. Permanecería hasta 1810, año en que es enviado a París y de ahí al frente ruso.

La vida militar de Napoleón está unida a la de Ney. Ambos se profesaban admiración. Para Ney, Asturias era periferia desconocida. A principios del mes de mayo de 1809 Ney se reune en Lugo con el general Francois Kellermann para diseñar la campaña del norte, en la que se incluía Asturias. Ney entra por el suroccidente y Kellerman lo hará por Pajares pocos días después.

Ney y Kellerman volverían a encontrarse por última vez en la batalla de Waterloo, en el corazón de Europa. Fue en 1815, hace ahora doscientos años.

Michel Ney entró y salió de Asturias a lo largo de varios meses, según las obligaciones y estrategias bélicas. La tradición lo sitúa en 1810 pernoctando en el palacio de Llano-Ponte, en Soto del Barco, conocido popularmente como el palacio de La Magdalena, sobre el río Nalón.

Es el mariscal Ney el que se enfrenta por vez primera a tropas asturianas en la refriega del puente de Peñaflor, en Grado. Fue el 19 de mayo de 1809 cuando un contingente de apenas 500 soldados mal instruidos se enfrentan parapetados en la montaña a unos 3.300 soldados franceses de infantería y caballería. Entre los defensores, un personaje fascinante con protagonismo en las labores de resistencia, el capitán inglés William Parker Carroll, uno de los pocos defensores que lograron salir vivos de aquella encrucijada.

Personajes y sucesos fueron estudiados por la profesora de la Universidad de Oviedo Alicia Laspra, una de las grandes expertas nacionales en la Guerra de la Independencia y autora, entre otros libros, de la edición de "La Gazeta de Oviedo. El primer periódico de Asturias", la voz en papel de los asturianos frente a la invasión francesa.

El periplo de Michel Ney al mando de sus tropas en Asturias fue todo menos cómodo. Aquella máquina bélica con vocación de dominar el mundo no estaba acostumbrada a las escaramuzas de guerrillas, sin contar las peculiares características orográficas asturianas.

Ney tiene un papel decisivo en Waterloo, señala Laspra. Está presente en los momentos cruciales de la batalla. Se puede decir que es él quien inicia Waterloo al ocupar el 15 de junio el cruce de Quatre Bras, punto neurálgico de vital importancia, a medio camino entre Bruselas y Charleoi, ciudad en la que ese día duerme Napoleón.

Las dos primeras batallas de Waterloo se desarrollan en Quatre Bras y en Ligny. "Se libraron simultaneamente, a una distancia de unas siete millas". La decisión de Ney de enviar el grueso de sus tropas a Ligny no gustó a Napoleón quien, no obstante, le iba a ordenar liderar uno de los movimientos clave de Waterloo, la toma de una granja cerca de la localidad de La Haye Sainte. Los franceses atacaron con gran aporte de Caballería pero escaso apoyo de Infantería. Después de lucha encarnizada durante horas los franceses se hicieron con el enclave pero tras una sangría. El propio Michel Ney -"el más valiente de entre los valientes de Francia", en palabras de Napoleón- se puso al frente de una de las unidades de Caballería, que sufrió pérdidas desastrosas.

Echar la culpa a Ney de la derrota francesa en Waterloo es un exceso, pero es verdad que algunas de sus decisiones, nunca aclaradas, sirvieron para inclinar la balanza a favor de las tropas aliadas.

Waterloo se libra en junio, y seis meses más tarde Michel Ney, el hijo de un tonelero, fue fusilado en París por orden del rey Luis XVIII. El hombre que regateó las balas enemigas en Asturias o en las batallas de Jena, Eylau, Borodino o Waterloo, murió frente a un pelotón de los suyos. Fuego amigo. "Apuntad al corazón", aconsejó a los soldados que dispararon contra él. Napoleón le sobreviviría seis años, pero en cierto modo Waterloo también fue su tumba.

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