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El Papa se acerca a la ciencia

La encíclica "Laudato Si" asume las conclusiones de los científicos sobre el calentamiento del planeta y sus consecuencias

El Papa se acerca a la ciencia

"El hombre es insignificante al lado de la infinitud del universo, pero es una caña pensante, en eso reside su grandeza: puede ser doblegado con facilidad por la naturaleza, sin embargo, ella desconoce su fuerza y el sí sabe de su pequeñez". Cuando Pascal escribió esto no se podía imaginar el poder destructivo que adquiriría el hombre. Su vida fue una tortura física e intelectual, asediado por dolores permanentes, ni un solo día estuvo libre de ellos, y por sus dudas y conflictos religiosos. Era un científico destacado que, como todos en su época, sabía conciliar ciencia y religión. Eso es lo que hace el Papa Francisco en su reciente encíclica.

Me gusta imaginar cómo sucedieron las cosas en el cónclave que lo eligió. Primero la curia hizo un retrato robot del Papa que necesitaban para reforzar una Iglesia que en muchos sitios se tambalea. Especialmente en Iberoamérica, donde otras confesiones cristianas afines le están comiendo el terreno. Un Papa de esa región sería una buena estrategia, ahora bien, había que satisfacer a la curia romana porque hacía años que Italia no tenía un Papa. Lo encontraron en un italo-argentino que tenía a su favor ser jesuita, una orden religiosa con prestigio intelectual y capacidad de acercarse al pueblo. Nunca había habido un Papa jesuita, demasiado poderosa la compañía, con una historia imborrable de proximidad y ejercicio del poder terrenal. Tenían la solución, bastaba que el Papa se rebautizara Francisco como señal de que su mandato estaría en la órbita de los franciscanos, la renunciación cristiana. No sé si algo de esto es cierto, lo que sí puedo decir es que el resultado ha sido y es muy bueno. Basta leer la nueva encíclica para darse cuenta de que el Papa está en este mundo.

Es primera página del "New York Times" por su nueva encíclica, "Laudato Si". El titular dice que acusa a los economistas de crear un mercado tóxico con el CO2. En el texto describe la encíclica en la que en una primera parte, de fundamento, acude a las pruebas científicas para demostrar que el calentamiento de la tierra es consecuencia de la acción del hombre, sin embargo, no descarta otras influencias como los volcanes. Ahí quizá el Papa toma una posición demasiado prudente porque las pruebas son cada vez más sólidas en el sentido de que los fenómenos naturales si algo hacen últimamente es enfriar la tierra. Es el CO2 resultado de la acción humana lo que produce el calentamiento, como bien dice el "Lancet" en su último número advirtiendo de que es el reto más importante para la salud en este siglo.

El mayor énfasis lo pone el Papa en las consecuencias para los pobres, los que más sufrirán a pesar de apenas haber contribuido al desastre que se avecina. Acusa de ello al capitalismo, a las fuerzas de mercado y al consumismo. No es el primer Papa que se inmiscuye en los asuntos de ese mundo. Ya lo hizo León XIII a finales del siglo XIX cuando las condiciones de los trabajadores habían llegado a extremos insoportables. En la famosa encíclica "Populorum Progressio" se abogaba por los derechos de los trabajadores a la vez que se certificaba, en un momento de creciente socialismo, el derecho a la propiedad privada. Se constituyó el eje de la doctrina social de la Iglesia y no sé cuánto contribuyó a ese movimiento tan interesante de los curas obreros en la segunda fase del franquismo. Esta encíclica, que trata de un tema quizá tan candente como la devastación que producía en los obreros el capitalismo salvaje del XIX y principios del XX en Europa, demanda acción, un cambio en la forma de vivir, una exigencia que se centra en los países ricos, los que llevaron a la tierra a este estado y los que tienen ahora que pagar por ello sacrificando su bienestar y consumismo.

La Biblia dice que el mundo ha sido creado para el hombre. Entonces apenas contaba con tecnología capaz de poseerla. Ahora la capacidad de destruir este medio ambiente donde el ser humano y tantos otros pueden vivir, pero no por eso es una amenaza para la tierra, ella seguirá su curso sin nosotros, como lo hizo cuando enormes meteoritos causaron la extinción masiva de especies. El Papa reflexiona sobre la capacidad creativa del ser humano, sobre la necesidad de desarrollar todos sus talentos a la vez que debe buscar un equilibrio con el medio. No deja fuera temas tan complicados como la agricultura y los organismos genéticamente modificados. Piensa, como Montaigne, que el bien y el mal en todo ello está en su uso. Franciscano más que jesuita, habla del hermano río, la hermana luna. El problema, creo yo, es que la razón no es suficiente para abarcar todas las consecuencias de la cada vez más potente capacidad del hombre de modificar el medio ambiente.

Hay muchos documentos escritos por paneles de científicos que ya no se ocupan tanto de demostrar que es el comportamiento del ser humano el que está causando el calentamiento como de las posibles estrategias para evitar la catástrofe. Éste junto con el del "Lancet" espero que influyan definitivamente en la cumbre de París.

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