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Memorias 1 | IGNACIO LÓPEZ-ARANGUREN | Economista y ex consejero delegado de Ensidesa-Corporación Siderúrgica Integral, hoy Arcelor-Mittal

"Con un absentismo laboral de hasta el 40%, Suecia puso en crisis su Estado del bienestar"

"Vi la llegada del hombre a la Luna estando de cuartelero; me colé en el bar de oficiales para asistir al acontecimiento y había un capitán con bastantes copas pegando gritos diciendo que era todo falso y propaganda yanqui"

Ignacio López-Aranguren, en los jardines de la Reina de Gijón, durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA. juan plaza

Con 25 días, en Gijón. "Mis padres se casaron en 1940 y el primer disgusto que tuvieron fue oír el diagnóstico de un gran ginecólogo que les comunicó que mi madre no podía tener hijos, pero eso parece que los animó y tuvieron ocho seguidos. El bueno del doctor pasaba el verano en Fuenterrabía y era nuestro vecino, pero cada vez que veía a mi madre rodeada de críos cruzaba de acera y se ponía colorado. Fui el cuarto de ocho hermanos (aún todos vivos, gracias a Dios), de los cuales siete somos varones. Tuve la suerte de llegar antes de mi hermana, que era la quinta, con lo cual pasé perfectamente inadvertido; yo casi no existía porque toda la atención la concitaba la única chica. Nací el 10 de junio de 1946, y tengo una foto sacada en el paseo de Begoña de Gijón, con un ama que me tiene en brazos y mis tres hermanos mayores. Mi padre escribió en el reverso: 'Gijón, 05.07.1946'; yo tenía menos de un mes cuando vine a Gijón y ahora espero no tener que moverme nunca de aquí".

Estado de justicia social. "Mi padre y su hermano eran inseparables, pero completamente diferentes. Mi tío era un pensador, humanista y filósofo vocacional, y mi padre era lo contrario, deportista, extrovertido, abierto. Las dos familias vivíamos en la misma casa en Velázquez y recuerdo a mi tío en un gran despacho, con luz eléctrica, con las cortina echadas, rodeado de libros, siempre con corbata y hablando con sacerdotes o monjas, me figuro de cosas trascendentes. Sus grandes maestros y amigos fueron José Ortega y Gasset, Xabier Zubiri y Eugenio D'ors. Sacó la cátedra de Ética y Sociología en la Universidad de Madrid y aquello fue muy disputado porque lo hizo contra un catedrático de Valencia, el jesuita. En 1965, Tierno Galván y Agustín García Calvo y mi tío se ponen al frente de una manifestación masiva a la que yo asistí siendo estudiante y como consecuencia fueron expulsados de sus cátedras por el régimen. José Luis marchó a la Universidad de Santa Bárbara, en EE UU, y sufrió una transformación increíble. Regresó al morir Franco y le restituyeron en la cátedra. Volvió vigoroso, comunicativo, descorbatado y con los pelos largos. Sus ideas y los temas de reflexión eran novedosos y acordes con el momento que vivíamos, y creo que conectó, al igual que Tierno, con la juventud y los progresistas. En 1995 le concedieron el premio "Príncipe de Asturias" de Comunicación y Humanidades y tuve la suerte de recibirle, a él y a mis primos. Les guiamos por Asturias y quedaron prendados. Fue un placer, porque hacía tiempo que no tenía la oportunidad de charlar mano a mano con él. Ahora que estamos en momentos de incertidumbre y cambio y que ponemos en cuestión la forma de entender el Estado del bienestar, quizá sería bueno reflexionar sobre el desarrollo intelectual que hizo mi tío: una contraposición del Estado del bienestar con el Estado de justicia social, basado en la ética y en los valores cristianos, y huyendo de cualquier intervención totalitaria del Estado".

Muerte a los 65. "Después de casarse, mi padre estudió Ciencias Económicas, en la primera promoción que hubo en la Facultad, y se hizo cargo de una empresa entonces de pequeña dimensión pero que pensaba que podía tener mucho futuro, como así fue. Funtam (Funciones y Talleres del Manzanares), se dedicaba a la calderería y galvanizado, y con el desarrollo de las redes eléctricas y saltos de agua se hizo muy importante. Mi padre murió jugando un partido de tenis con mi hermano Gonzalo en el Club de Campo. Para él fue una forma de desaparecer magnífica: no se dio cuenta de nada, pero para la familia fue un mazazo. Acabo de cumplir hace unos días 69 años y mi padre murió con 65, en plenas facultades y dejando en todos los conocidos un gran recuerdo como persona y como profesional. Todavía me emociono al recordar algunos de los pésames que recibí y todos los hijos llevamos algo de lo que él realmente fue. Mi madre murió hace unos años, con 94, en plena lucidez. Era, como decía mi padre, 'un diamante en bruto', y una extraordinaria compañera para él".

El Pilar de los Marianistas. "Tuvimos unos padres con sentido común y buenos principios, y que trataron de educarnos austeramente, sin lujos y siendo exigentes con los estudios. Todos los chicos fuimos al Colegio del Pilar, de los Marianistas, y tenemos un récord: hubo un año en el que los siete hermanos estábamos a la vez en el colegio, desde parvulitos al Preu. La formación de los pequeños estaba en manos de Marianistas jóvenes que nos moldeaban según sus criterios éticos y cristianos, con pocas prácticas piadosas, pero mucho respeto por el prójimo. A medida que los cursos avanzaban, todas las asignaturas clave nos las daban profesores externos especializados por materias y muy buenos enseñando. El nivel medio del colegio era casi tan bueno como el del mejor centro educativo de España, el instituto Ramiro de Maeztu, heredero de la Institución Libre de Enseñanza. El Pilar era además un colegio bastante liberal y en 11 años nunca escuché ninguna exaltación patriotera o del régimen. Con el paso del tiempo fui consciente del entorno en el que vivíamos, de la suerte que tuvimos y de que fuimos privilegiados en una España en la que había una gran desigualdad. Creo que la igualdad de oportunidades es una utopía mientras no se dé la posibilidad de acceder a la misma calidad formativa. En el Pilar, mis hermanos eran estudiantes excepcionales, de modo que yo parecía el 'porras', pero la verdad es que tampoco me mortificaba gran cosa. Maduré algo más tarde que ellos y estaba muy ocupado soñando con aventuras bélicas y el deporte, y mi interés por el estudio se reducía a no tener problemas con los suspensos. Es curioso, pero al cabo de los años me he encontrado viviendo en Asturias al menos con tres compañeros: Perea, Caicoya y Llanos; dos son arquitectos y otro anticuario".

Rebajado a sargento. "A los 16 años terminé el Preu y mi padre me comentó que debería pasar por la Escuela de Minas de Madrid para matricularme como mis tres hermanos mayores, como él y como dos primos suyos. 'Padre, haré cualquier cosa, menos Minas', le dije, y él se llevó un cierto disgusto. Creo que más tarde me arrepentí, porque me parece que la mejor formación para un puesto de gestión es una ingeniería superior complementada con estudios económicos, financieros y de derecho. Estudié Ciencias Económicas en la Complutense y eran tiempos convulsos en los que se cerraba continuamente la Facultad y se suspendían las clases. Pude compaginar la carrera con un trabajo en el Banco Ibérico y asistía a clase por la noche, turno en el que nos dieron clase muchos de los grandes profesores: Rojo, Albiñana, Velarde Fuertes, Fuentes Quintana, José Luis Sampedro, Tamames?, personas muy interesante que después destacaron como profesionales o políticos durante la Transición. Me gradúe también en el primer máster de ESIC (donde mis hijos Iñaki y María lo hicieron 25 y 30 años más tarde). Hice las Milicias Universitarias en La Granja, donde éramos 3.000. Yo iba para alférez, pero unos días antes de terminar me pillaron al volver de noche sin permiso y me rebajaron a sargento. Hice las prácticas en El Goloso (Madrid), cobrando unas 12.000 pesetas mensuales, que era un dineral. Un recuerdo imborrable fue ver por la televisión la llegada del hombre a la Luna; esa noche me tocó de cuartelero y me colé en el bar de oficiales para asistir al acontecimiento; por cierto, había allí un capitán con bastantes copas pegando gritos y diciendo que era todo falso y propaganda yanqui".

Compras de crudo. "Antes de hacer las prácticas de Milicias me fui a Inglaterra. El nivel de francés al salir del colegio no era malo, pero el inglés lo tenías que estudiar por tu cuenta. A pesar de los cientos de horas que he dedicado toda mi vida a recibir clases, siempre he tenido la desventaja de no dominarlo como los nativos y sus allegados, nórdicos y algunos centroeuropeos. Es mi asignatura pendiente, pero estoy encantado de haberme jubilado, porque pude dejar de estudiar inglés. Empecé a buscar trabajo y me ocurrió algo impensable hoy día: tuve que escoger entre Arthur Andersen, Unión Española de Explosivos y Cepsa. Con ciertas dudas entré en Cepsa y creo que acerté. Era 1970 y me incorporé a la dirección de compra de crudo. Aprendí muchísimo al relacionarme con las compañías petroleras americanas y europeas. España destilaba entonces unos 25 millones de toneladas de crudo (siete barriles y pico eran una tonelada). Viví la primera gran crisis del petróleo, cuando el barril pasó de 0,60 dólares a 1,10, luego vino la escalada: en 1973 pasó a cinco y seis dólares, y en el 1981-82, a 32 dólares. Yo era un jovencito imberbe en un mundo que quizás no me correspondía, ni por edad, ni por saberes, ni por gobierno, pero tuve la suerte de contar con la confianza de esa gente y empecé a moverme por el mundo. Me dejaban comprar barcos de 25.000 toneladas, y de 40.000 o 50.000, que llegaban directamente del lugar de origen a las refinerías. En España comprábamos crudo Ural, ruso, que era de pésima calidad, pero como estaba en rublos no eran tan complicado de negociar como con los dólares. El gran importador de todo este crudo era Ramón Mendoza, que luego fue presidente del Madrid. Luego me lo encontré de nuevo porque también tenía la exclusiva de importación de rodamientos rusos y un hijo de Carrillo trabajaba con él".

SKF, el rodamiento. "Al cabo de casi cuatro años en Cepsa pasé al grupo multinacional SKF (Svenska Kullagerfabriken), cuyo fundador, Sven Wingquist, fue el inventor del rodamiento autoalineable de dos hileras de bolas. Junto con la máquina de vapor, el rodamiento fue el gran propulsor revolución industrial. SKF era y es una gran compañía y una de las pocas que dio nombre al producto, porque el cliente, cuando iba a comprar, no pedía un rodamiento, sino un SKF. Me tocó inicialmente poner orden en las compras, sobre todo de materias primas y componentes de importación. Al poco tiempo de entrar, se incorporó un donostiarra de nacimiento y asturiano de corazón, Javier Vega de Seoane, que primero se hizo cargo de la dirección comercial y después de la dirección general. Debía de tener unos 31 años, uno menos que yo. Me envió a Bilbao, donde estaba ubicada la dirección norte, que comprendía el País Vasco, Navarra y resto del norte de España, incluyendo, claro está, Asturias. Fue cuando tuve muchos contactos con Ensidesa, que con sus trenes de laminación era el primer consumidor en España de rodamientos, junto con CAF, el fabricante de trenes. Fueron cinco años de auténtico vértigo y apasionantes, que coincidieron con el despegue de las grades fábricas de línea blanca (Fagor y otros fabricantes de electrodomésticos), con el acero eléctrico, la construcción de máquinas herramienta, la industria naval? Pasamos por lo menos dos crisis y dos recuperaciones".

Fábrica con botijos. "En 1981 pasé a Madrid, donde hice el IESE, apoyado por la empresa. Las clases eran en el hotel Monterreal, donde se concentraba el Real Madrid, que jugaba la Copa de Europa, así que los miércoles allí me encontraba con Juanito, Amancio y todos aquellos jugadores. Añado que soy del Sporting y del Real Madrid. Después empecé con labores ejecutivas de gestión y la primera fue ocuparme de la fábrica de Madrid, en pleno cinturón rojo y politizada al máximo. Se pasó de una fábrica en la que abundaban los botijos a una en la que se obligaba el calzado especial y gorros en la cabeza. Al mismo tiempo se construyó la fábrica más moderna y eficaz de rodamientos cónicos de todo el grupo, en Tudela, y en una zona desértica industrialmente, pero con una buena situación logística. Todo ello coincidió con la llegada de Ford y General Motors, que fue providencial para la industria auxiliar, pues nos enseñaron a trabajar".

Crisis sueca del Estado del bienestar. "Iba con mucha frecuencia a Suecia. En una de mis estancias coincidí con el cambio de conducción de la izquierda a la derecha; fue una operación titánica que paralizó el país durante una semana. Recuerdo las noches de junio, en las que no se ponía el sol en un país sin cortinas. Y el día de Santa Lucía, a las seis de la mañana, te despertaban unas jóvenes rubias vestidas de blanco, cantando con velas encendidas en la cabeza y que te ofrecían un vino dulce que sabía a rayos. Y recuerdo una visita a una fábrica cuyo director me atendió totalmente desfondado porque ese día había tenido un absentismo del 40 por ciento y tuvo que pactar personalmente y puesto a puesto, en presencia de los sindicatos, las condiciones de cada uno de ellos para esa jornada. La media anual de absentismo era del 28 por ciento en aquella fábrica y, claro está, cerró al cabo de dos años y la producción paso en parte a España. Así empezó en Suecia la crisis del Estado del bienestar malentendido. Luego ya corrigieron el tiro y hoy es un país modélico en muchísimos sentidos".

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