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Memorias 1

"En la Escuela tuve grandes compañeros como Gabino de Lorenzo, Enrique Álvarez-Uría, Luis Tejuca y Silverio Castro"

"Los exámenes de Matemáticas de Carlos Conde empezaban a las nueve de la mañana y salías a las seis de la tarde, comías sobre la marcha; ponía seis problemas y tres ejercicios de teoría, uno detrás de otro"

José Pedro Sancho Martínez, el pasado jueves, en Oviedo. julián rus

Los mejores del Loyola. "Mi padre, que se dedicaba a la enseñanza privada y pública, fundó con otros profesores el colegio San Agustín, que estaba en la Corrada del Obispo, en lo que ahora es la Casa Sacerdotal. Era muy malo. Mi madre, al poco, quiso sacarme de ahí. Me enviaron al Loyola, que estaba donde está, en Ciudad Naranco. Después dio clase allí mi padre. Entré en tercero de Bachillerato. Es mi colegio. Con profesores como don Primo, don Vidal, el señor Cabezas, el padre Marciano, el Echanojáuregui que llamábamos "el piji". Teníamos el mayor patio de todos los colegios de Oviedo. Y encontré compañeros como Chema García Pérez, ingeniero de telecomunicaciones, número uno de su promoción, o el brillantísimo matemático Juan Luis Vázquez, que iba un curso detrás. Vivía en los alrededores de Oviedo, iba al colegio con una fardelina, con un morral, en el que llevaba la comida. Subíamos andando juntos muchas veces. Quién me iba a decir que acabaría siendo el famoso matemático Vázquez. De mi curso, recuerdo bien a los hermanos Coti y Primitivo Suárez Cuétara, uno es médico y el otro ingeniero industrial; Vignier, que es ingeniero industrial. De pequeño siempre te hacen pifias en los colegios. Pero tengo un gran recuerdo. Vivía prácticamente allí porque los domingos teníamos cine y además era obligatorio ir a misa".

Padre comandante y catedrático. Mi padre, José, procedía de Soria. Quería ser ingeniero de telecomunicaciones y la oposición más cercana era Correos y Telégrafos. Le cogió la guerra en Cangas del Narcea. Era republicano, perdió la guerra, fue a la cárcel y mi madre, que era muy católica, debió de rezar mucho porque no lo mataron. Había llegado a comandante. Tuvo un juicio sumarísimo. Estuvo en la cárcel de Burgos. Mi madre puso un negocio de carbonería enfrente del Real Cinema. Mi padre llevaba las cuentas desde casa. En la posguerra estudió Filosofía en dos años, se hizo profesor y sacó la cátedra de Latín, que ejerció en el Instituto Alfonso II y en el Femenino. En telégrafos sacó casi diez en todo y un cero en latín porque un cura le preguntó el rosa rosae y no lo sabía. Pues acabó como catedrático de Latín".

Semillero de ingenieros. "En el Loyola, en mi tiempo, los cursos eran de más de sesenta alumnos. Había de todo. Y mucha relación. Como estábamos por apellidos me relacioné mucho con los Sánchez Montes, dos hermanos procedentes de México. Los dos ingenieros industriales. Y delante tenía a Jorge Sors, que estudió ingeniero naval y ahora es dueño de un astillero en Vigo. Sacamos ingenierías porque trabajábamos mucho, sobre todo no era nada fácil ingresar en una escuela superior".

Un verano preuniversitario. "Cuando cumplí 15 años pensé que aquello era serio y que había que estudiar. Tuve un profesor que venía de la Universidad a darnos clase de Biología. Era catalán, se murió muy joven, de cáncer. Dudaba si estudiar Medicina o Ingeniería. Como aquí estaba la Escuela me decanté por Minas. En la selectividad Chema y yo aprobamos, y creo que más que aprobamos en junio, y nos fuimos con 17 años a Torredembarra, en Tarragona, donde estos días hay un follón tremendo porque acaban de detener al alcalde. Había una residencia del SEU. Nos reunimos 80 tíos de toda España y lo pasamos muy bien, con pandillas con chavalas, las terrazas abiertas... Hablamos del año 1961".

Calentando motores. "Durante un año, un grupo, todos del Loyola, preparamos por nuestra cuenta en ingreso en la Escuela. Chema, los Sánchez Montes, González, de la familia del bar González en San Bernabé... en total éramos ocho. Fue un año sabático. Estudiábamos Matemáticas y Física. Habíamos sacado buenas notas. Un fraile del Corazón de María que era licenciado en Exactas nos dio Matemáticas, y también Gayol, que era profesor de la Universidad. Y teníamos un profesor de Física que sabía mucho aunque no había acabado la carrera. Garzón me enseñó, asimismo, muchísima Física. Y al año siguiente, a intentar ingresar en una Ingeniería. El curso se llamaba de iniciación".

Conde y sus terribles exámenes. "En el primer año me cargué todas las asignaturas. Me di otro año terrible y las saqué. En los exámenes de Matemáticas de Carlos Conde entrabas a las nueve de la mañana y salías a las seis de la tarde; comías sobre la marcha; seis problemas y tres ejercicios de teoría, uno detrás de otro. Fui alumno de Carlos Conde y sus secuaces. Me hice muy amigo de Carlos. Era un gran profesor, pero nos daba sólo cinco o seis clases al año y mandaba a sus secuaces. Si él nos hubiese dado todas las clases habría sido magnífico. Nos habría enseñado muchísimas Matemáticas. Decía que había que saber mucha Lengua y quien no la supiese no podía aprender Matemáticas. Nos enseñó a expresarnos bien. Si no nos entendía, no nos aprobaba hasta que no nos expresásemos bien. Era de familia de militares. Muy tradicional. Católico. Serio. Y muy culto. Dominaba la historia de España. Era un gran melómano. Muy inteligente. En la entrada de su último libro, sobre ingeniería y matemáticas, habla muy bien de mí. La última conferencia que dio en el colegio hace un año fue impresionante, centrada en la exigencia. Le encantaba esa palabra. Ahora todo es antiexigencia".

Las minas inglesas que cerró Thatcher. "El profesor de Minas que no trabajaba en otra cosa es que le pasaba algo. Quizá por eso algunos profesores no preparaban las clases. En todo caso, te daban una muy buena visión industrial. Las prácticas las conseguías de inmediato. En cuanto destacabas, ibas por el verano a una factoría. En tercero yo me fui con una beca a una mina en Inglaterra, en Yorkshire, al sur de Leeds. La mina estaba plenamente mecanizada, con capas de sólo diez grados, podías caminar por dentro de pie, apenas inclinando un poco la cabeza, tenía carbón de calidad y coquizable. ¡Y Thatcher la cerró! Aquí, cuarenta y tantos años después, seguimos con nuestras minas... no quiero cerrarlas, no; quiero que se industrialicen las zonas mineras. Vale dar algunos cotos para 250.000 toneladas de carbones coquizable. Lo que digo es que no tienen comparación con aquella mina inglesa que cerraron hace mil años".

Un profesorado de lujo. "Francisco Pintado Fe era el director de la Escuela de Minas de Oviedo. Un ingeniero de Minas de vedad. Le van a quitar su nombre al Instituto del Carbón, que es su gran creación. Y no es que fuese franquista. Creo que no le gustaba mucho la gente muy religiosa. El instituto tenía la coquería mini mejor del mundo junto a otra de Inglaterra y la desmontaron hace unos años. Era negocio. Pero apareció otra filosofía y se la cargaron. Me examinó oral de combustibles, fundamentalmente petróleo, y me dio una gran nota. A mi jefe, don Luis Fernández Velasco, primer catedrático de Metalurgia, a quien sucedí, cuando entraba en una fábrica le ponían alfombra roja. Lo vi en Asturiana de Zinc con los Sitges. Había un respeto a los ingenieros tremendo. Gente dedicada a la energía, como Joaquín González Blas, que estuvo en Hidroeléctrica. Los mejores siderúrgicos, como don Agustín, que llevaba los hornos de Moreda Gijón, qué no sabría de hornos altos. Fue profesor mío. Y Paco Egea, que construyó y llevó los hornos altos de Ensidesa en Avilés. Profesores imbricados con la producción siderometalúrgica. Felgueroso también fue catedrático en la Escuela. Hermano de la ínclita alcaldesa de Gijón. Sin despreciarla, su categoría era infinitamente superior. Daba clases magníficas a las ocho de la mañana".

Gabino de Lorenzo, Kike Uría, Luis Tejuca y Silverio Castro. "En la Escuela tuve grandes compañeros de curso como Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo; Enrique Álvarez-Uría, que es un genio y siempre quiso trabajar por libre; Luis Tejuca, que fue presidente de Hunosa, y Silverio Castro, director de las minas de Lieres. Lo difícil era ingresar en la Escuela. Ahí nos matábamos. Después también se estudiaba mucho pero no a un ritmo de locura. A partir de tercero te consideraban ingeniero. Muchos ya marchábamos por ahí".

Ingeniero británico y doctor en Oviedo. "Iba a entrar en Ensidesa, en nueva obra de Gijón, en el montaje de los nuevos hornos y de la acería. Llega el mes de septiembre, me caso y con cierto cabreo de mis jefes cogí una beca de la Unesco. Enrique también la cogió. Me fui a Inglaterra a estudiar metalurgia porque creía que debía estudiarla desde la base. Saqué el título de ingeniero metalúrgico inglés. Cuando Carmen quedó embarazada se puso malísima, lo mismo le ocurrió en los otros tres embarazos, así que regresamos. Me puse a hacer el doctorado en Oviedo con Luis Fernández Velasco. Me apadrinó, quería un sucesor. Yo no lo veía claro. Me fui a trabajar al País Vasco, a Galdácano, en Explosivos. Y me fue a cazar hasta allí".

Explosivos y explosiones de ETA. "En Galdácano hice una cosa curiosísima, de lo más bonito que realicé en mi vida, soldadura de metales con explosión. Me marché cuando al tercer intento asesinaron al alcalde. Vivíamos a 60 metros del Ayuntamiento. Estábamos asustados, con tres niños pequeños. Obviamente también había gente buenísima. Pero una vez que me invitó a su casa el perito jefe, que tenía allí una imagen del Sagrado Corazón muy grande, en cuanto salió el tema etarra hubo que suspender la reunión. En 1974 dejé Explosivos".

Japoneses y zulúes. "Vine a la Empresa Nacional del Aluminio. A Endasa, en Avilés. Querían poner una planta en Lugo y necesitaban formar gente. Me llamó Vázquez, el director. ¿Sabe hablar inglés? Si quiere seguimos la conversación en inglés, le respondí. Entré y me formé durante dos o tres años en producción. Y encontré un chollo ya que poca gente estaba formada en nuevas tecnologías. El sistema era muy tradicional. Así que derivé hacia la tecnología. Me colé por una tangente y fue la suerte de mi vida porque me pasé diez años en tecnología y visité proyectos en Japón, Canadá, EE UU, Europa, en muchos países. Veía que teníamos que mejorar nuestros sistemas. En esos países tenían I+D más sólidos. Tuvimos que ir a Japón para que no nos engañaran. Habíamos comprado una tecnología anticontaminante para Avilés y creían que éramos zulúes. En las reuniones les demostramos que no. Comprendieron que éramos más de lo que pensaban. De hecho, yo pensé que eran ellos los zulúes. Eran muy efectivos y prácticos pero intelectualmente, bastante cortos".

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